Mi madre, Profesora de Idioma Español, como correctamente se debe llamar a dicha materia básica del conocimiento, ya me hablaba del ataque a la lengua vernácula como forma de sometimiento de los pueblos. Los alsacianos obligados a hablar y escribir en alemán son un caso emblemático. Hoy el lenguaje corre por nuevos carriles de globalización, y el sometimiento muta, pero no desaparece.

La invasión sigue: el estilo cambió

Claro está que el problema ha rotado: la penetración física que genera una penetración cultural ya no es el centro de atención. A la fecha lo que asusta es nuestra propia desculturización como “baja de defensas” contra el influjo de los imperialismos.  Lo que nos lleva a preguntarnos si es nuestro mismo sistema formativo el que ha sido instrumentado en favor de la intromisión. Ya sabemos que esa intromisión termina apuntando a la economía: nos lleva a exportar productos sin valor agregado e importar bienes de consumo mayormente innecesarios (después de todo, la publicidad es hija de la superproducción y su remanente, originario de los sistemas de explotación extensiva del obrero, sin un cálculo de la producción en base a las necesidades del mundo). Entonces, el cóctel mala formación-consumo inducido termina por darnos un producto indigerible que se vuelca, tecnología de por medio, en lo que puede ser calificado como el doble filo del Siglo XXI: las “redes sociales”.

Lo positivo: Interpretación de una necesidad colectiva

El sistema mixto de conexión interpersonal, que incluye el trato directo y la difusión masiva en una misma plataforma, y que a la vez combina la palabra escrita con la imagen fija o móvil, sería el sueño de muchos que, años atrás, intentaron llamar a sus seres amados, solicitar auxilio mecánico, o informar un descubrimiento científico. El tiempo real se ha vuelto más real que con algunos predecesores, como el teléfono, la radio, o la TV. Pero a la vez ha transformado en potenciales comunicadores a todos los mortales que habitan el Planeta. Y es allí donde la supuesta “democratización” de la capacidad informativa, tropieza más de la cuenta con la debilidad técnica del informante, debilidad que se origina no en su cociente intelectual sino en el desarrollo que a dicho cociente la sociedad le ha permitido.

A riesgo de parecer peyorativo, la capacidad de comunicar no es necesariamente un don natural: requiere de una formación básica universal, a la que puede agregarse otra, ya de carácter específico. Sin embargo, las redes viven de la comunicación entre los no formados para ello, como una prolongación témporo-espacial de la vecindad, de la proximidad necesaria de los seres humanos; las redes crecen porque somos gregarios y hemos decidido desafiar la velocidad y el espacio. La herramienta está. Pero la exageración de lo gregario va mezclada con lo segregacional. Esa condición humana bipolar, hace que sus herramientas no puedan serlo menos: las redes son tan humanas como sus inventores y sus usuarios; huelga extenderse en ello.

Lo negativo: El ruido comunicacional de las redes es bullicio, casi rugido.

En comunicación se define como “ruido” todo aquello que altera la misma. El primer ruido que padece la comunicación moderna, es el tecnológico. Los tiempos que corren han generado tantos nuevos métodos de contacto (interpersonales y masivos), como aparatología propicia para lograr optimizarlos. Sin embargo, dicha tecnología se vuelca desigualmente al consumo, en la misma proporción que está alterada la capacidad de adquirir bienes en la masa de los habitantes del mundo. Mundo desigual, desigual contacto con la tecnología y desigual progreso comunicacional del ciudadano común. Pero son tantas las ofertas de aparatos aptos para vincularse, que su publicidad triunfa sobre el raciocinio y entonces tenemos un Planeta inundado de implementos de comunicación, con bajo nivel de comprensión de su empleo, sobre todo en los estratos de mayor edad. En síntesis: exceso de implementos comercializados “a presión” en forma masiva, en un contexto de usuarios poco dotados, da como síntesis un aullido de red.

Los riesgos de la masividad en tiempos de redes

Hay un ruido que se ha agravado en el Siglo XXI (llamémoslo “siglo de las hipercomunicaciones” para separarlo del XX): es el ruido idiomático. El citado también es un verdadero bullicio y tiene tres grandes formas: la variedad ortográfica, la gramatical, y la más grave, la de comprensión. La ortografía ha sido herida por la síntesis y el apresuramiento. Los apócopes tomaron al idioma por asalto. La gramática denuncia la voluntad de expresión de quienes no fueron instruidos para ello. Los anglicismos nos bombardean desde la computación básica a las vidrieras de los centros comerciales, aumentando la desorientación del usuario. Con el ejemplo que sigue basta para comprender las tres variantes.

Recitando de memoria un viejo poema que mi madre me legase en su afán de hacer de mí un sujeto culto, decidí buscarlo en Internet a efectos de verificar si los casi 55 años que pasaron desde ese momento me habían o no alterado el recuerdo. Para desgracia de los neurólogos, mi memoria estaba intacta. Al final del texto encontré, sorprendido, cuatro comentarios sobre nuestro poema en cuestión; ¡el antiguo verso tenía público en redes! En fin, cuando leí los comentarios, entendí lo grave de la situación educativa que vivimos: cuatro de cuatro no habían entendido el contexto en que se divulgaba el poema; en vez de verlo como una enseñanza, lo veían como una prueba de ingenio. Y ninguno de los cuatro pasaba ni su supuesta prueba, ni la comprensión de la moraleja de los versos que leyeron. Veamos…

 

Por odio a la ortografía
que olvidó, si la sabía,
mi buen amigo Barrientos
ha dado en la atroz manía
de suprimir los acentos.

Ayer, desde Panticosa,
esta posdata me endosa
al fin de un pliego enlutado:
Chico me tiene alelado
la perdida de tu esposa.

 #2

Que diga que le tiene alelado la ahora difunta, no tiene mucho sentido.

a#7 A lo mejor no está muerta

#11 No estába muerta, que no, que estaba tomando cañas, lere lerele 

#11 #28 A ver amigos míos, pongámonos a nivel Sherlock Holmes. Tenemos una esposa, y un atributo ambiguo; para que el atributo pueda ser ambiguo, la esposa tiene que estar muerta por cojones, porque si la esposa está viva no habría ambigüedad posible.

 

Una verdadera prueba de que el analfabetismo no es “no poder leer ni escribir”; analfabeto hoy es quien no puede interpretar un texto, o un mensaje escrito. Aquí hay cuatro personas que se deshilachan en razonamientos exóticos, pero ninguno entendió que esto se trataba de una lección de ortografía. El primero obvia el acento; lo sobreentiende. Ello es malo pues contribuye al problema de la mala escritura en redes. El segundo ignora que la carta es de condolencias, o sea se saltea un dato del contexto; ello marca su poca concentración en la comunicación global. El tercero es un típico nuevo comunicador, que banaliza los problemas y es inestable en cuanto a ubicarse frente a la gravedad de un tema, siendo presa fácil de cualquier noticia falsa que circule en redes. El último es una persona pensante, pero ha percibido una consigna y no ha sabido ejecutar una solución rápida al dilema, por lo que su intención de liderar una “investigación” acerca de la esposa del poeta provoca un efecto soporífero en sus interlocutores. Cuatro personajes típicos de las redes de este Siglo, que van como corderos hacia la boca del lobo. ¿Cuál lobo? El que sigue.

Cuando las redes apuntan a la dominación

Troll es un término que se usa en la jerga de internet para referirse a una persona que se dedica a realizar comentarios provocadores, que busca crear controversia o desviar la atención de una temática con el fin de imponer una falsedad y/o desmerecer una realidad. Una de sus misiones es la premisa nazi de “una mentira repetida mil veces se vuelve verdad”; la otra es dividir a los grupos de acción penetrando en ellos con falsas dicotomías.

El crecimiento de la fake: he aquí el peligroso eje de la dominación. Individuos hábiles para manejar tecnología son instruidos para entrar en la cabeza de los usuarios de redes, poniendo en la palestra informaciones falsas. Imponen, por la debilidad de los sujetos que contactan, lo que hoy conocemos como relato. El momento socio-político convulsionado que vive el Orbe entero, favorece la instalación de “creencias”. El viejo “mito urbano” se vuelve, tecnologizado, mito global. Entonces tal político o tal médico, o tal deportista, dejan de ser para pasar a parecer. Y la existencia y las campañas viven o mueren por estos mecanismos. La red pasó a ser un cruce de hechos dudosos. Si la falsedad se desparrama con éxito, el falso tiene una herramienta para medir la vulnerabilidad de la masa. El troll habita un “coto de caza” equivalente, para su patrón, a una encuesta no presencial. El fértil terreno de la educación a medias que recibimos es el jardín de los mentirosos.

Conclusión: la combinación de bajo entendimiento con alto nivel de trolleo, es lo que hace a las redes un problema que se suma al de la prensa hegemónica. Ya más allá de la gramática, nos debe doler la incomprensión del texto, como punta de lanza de la dominación.