Por Rafael Monsalve*

Ante el panorama creado por los resultados electorales en la primera vuelta, han surgido legítimamente una gran variedad de interpretaciones. Las lecturas que se pueden hacer de los datos, pueden hacerse y se hacen desde diferentes puntos de vista. Sin embargo, como humanistas, no podemos aceptar aquellas interpretaciones que rayan en el lenguaje del odio, de la cizaña, o de la generalización que no tiene en cuenta las particularidades, los matices, las diferenciaciones que se dan tanto al interior de las fuerzas en contienda, como por fuera de ellas.

Los humanistas no somos violentos, pero tampoco podemos ser ingenuos. Son ajenas a nosotros las calificaciones discriminadoras, degradadoras, o agresivas hacia cualquier grupo en pugna. Mucho menos las que expresen algún tipo de racismo, desembozado o disimulado, camuflado.

En la mirada humanista no existe aquello de creer que los pobres por ser pobres, son buenos todos. O que los afros por ser afros son todos angelitos. Ni con los indígenas decir que por ser indígena eso ya da fe de su pureza y comportamiento sin mancha. Y esto vale para cualquier grupo social, sea de etnia, de cultura, de lugar de origen, sexo o género, edad, nivel económico, religión, o cualquier otra clasificación en las que el sistema encasilla a los seres humanos. Quienes se refieren a otro grupo social denigrándolo solamente por ser diferente al grupo social al que se pertenece no parte de una actitud o una mirada humanista. Estas expresiones corresponden a formas de violencia, ya sea cultural, racial o ideológica. Por lo tanto no deben ser aceptadas y menos acogidas por el humanismo.

Entre nosotros, en el caso específico del Ecuador, hay diferenciaciones, respetamos la libertad de opción y no le imponemos ni forzamos a nadie a aceptar nuestro punto de vista. Y está en nuestros planteos y nuestra doctrina usar solamente la persuasión, el desarrollo del conocimiento sin límites y en especial el concientizar, esto es, elevar nuestra conciencia y colaborar con el otro para que también suba su nivel de conciencia. Lo nuestro es humanizar. Trabajar por la superación del sufrimiento y aquello que lo causa. Repudiar la violencia en nosotros y resistir la externa, la del medio. Y en especial intencionar el logro de la coherencia.

Se pueden tener, en la actual coyuntura política, preferencia por uno u otro de los candidatos que actualmente pugnan por la presidencia del Ecuador. Pero no todos los humanistas tenemos las mismas preferencias, y mis preferencias no las puedo expresar sin aclarar que son las mías y no las de todos los humanistas. Tampoco puedo aprovecharme de nuestra agencia de noticias para hacer proselitismo por el candidato de mis preferencias, menos aun usando términos ofensivos, ni calificativos de carácter discriminador hacia otras etnias o culturas. Los humanistas defendemos los derechos de las minorías, sean estas de carácter étnico, social, cultural o de cualquier otra índole.

Consideramos que la Nación Humana Universal será construida por la diversidad de culturas, pueblos, nacionalidades, creencias. Sin preferencia o inclinación parcial por alguna de ellas porque para el humanismo el valor y la preocupación central es el ser humano, independientemente de su condición étnica, cultural, económica, lugar de origen, o creencias. Ningún ser humano por encima ni por debajo de otro. Valoramos a los pueblos originarios sin caer en el ingenuo criterio de que todos sus miembros son de por sí, individuos para los altares políticos ni religiosos. Describimos los hechos y dejamos en libertad al otro para que los interprete libremente. Sin inclinar la balanza por un bando u otro.

En las próximas elecciones de abril votemos por los candidatos que consideremos más afines y cercanos al humanismo. Y rechacemos a aquellos que hacen apología o práctica de la violencia en cualquiera de sus expresiones. A los claros representantes del antihumanismo, del sistema opresor que causa tanto dolor y sufrimientos, que atentan contra todas las formas de violencia, que predican una u otra forma de discriminación abierta o embozada, a ellos debemos decirles NO. Es el único límite que ponemos. Nuestro poder está en saber elegir. Y eso dependerá de nuestro nivel de conciencia, en lo posible sin ensueños, ni falsas esperanzas.

*Humanista. Miembro del Colectivo Político Humanistas Ecuador (pero no su vocero).