El presidente Piñera, con ruido de trompetas, fue a Cúcuta a apoyar a Guaidó, el “presidente encargado”, pero, además, sin que se lo pidieran, ofreció hospitalidad a los venezolanos sufrientes. Los engañó, al expulsar a decenas venezolanos que esperaban conseguir pan, techo y abrigo en territorio chileno. Fue un acto de traición a sus invitados y lo espera el noveno círculo del Infierno. No lo salva ni el Opus Dei ni los Legionarios de Cristo.

El Dante lo dijo en la Divina Comedia. En el noveno círculo, junto a Lucifer, yacen los traidores. La traición es considerada el más vil e infame de todos los pecados, porque no se lleva cabo con desconocidos, sino con aquellos que se fían del traidor.

Quien se fía, entrega su confianza, quedando en condición de vulnerabilidad. Es el caso del huésped, porque su visita es un regalo hacia el anfitrión, el que dispone de su humanidad para quedar totalmente a merced de este. Por esta razón, la hospitalidad es considerada un valor sagrado, y el anfitrión se debe con humildad y gozo al invitado.

El presidente Piñera, con ruido de trompetas, fue a Cúcuta a apoyar a Guaidó, el “presidente encargado”, pero, además, sin que se lo pidieran, ofreció hospitalidad a los venezolanos sufrientes. Los engañó, al expulsar a decenas venezolanos que esperaban conseguir pan, techo y abrigo en territorio chileno. Fue un acto de traición a sus invitados y lo espera el noveno círculo del Infierno. No lo salva ni el Opus Dei ni los Legionarios de Cristo.

El actual Canciller, Andrés Allamand, no lo ha hecho mejor. Fue el vocero de la traición, junto  a los ministros de Defensa y del Interior, pero además anunció -equivocadamente, como se reveló posteriormente- que el gobierno chileno no vacunaría a extranjeros que no tuviesen documentación en regla.

Crueldad, pero también inconsecuencia. Porque el pequeño hijito de Allamand, por largos diez años recibió la hospitalidad de Cuba en un costoso tratamiento neurológico. No pagó un centavo a los servicios de salud cubanos. Aceptó solidaridad de un régimen que no compartía su ideología conservadora y no ha sido capaz de devolver generosidad cuando seres humanos dolientes la necesitaban. ¡Qué vergüenza y egoísmo lamentables! También está condenado al noveno círculo del Infierno.

La expulsión de hermanos latinoamericanos, especialmente venezolanos, que buscan reconstruir sus vidas en nuestro país, es un acto que linda en lo criminal y que avergüenza a la Patria. La decisión del gobierno de Piñera es un golpe al corazón de los chilenos y chilenas decentes y una negación a ese “asilo contra la opresión” que canta el himno nacional.

No podemos pedirle a Piñera y Allamand que recuerden y se conmuevan por la generosa solidaridad que cientos de miles de compatriotas recibimos de variados países de la comunidad internacional, incluida Venezuela, cuando la represión y la muerte obligó a un exilio masivo. A ellos no les interesa. Pero sí están en la obligación de cumplir con los acuerdos internacionales, que exigen respeto y solidaridad con migrantes que no encuentran condiciones sociales y políticas para sobrevivir en sus países de origen. Tampoco les preocupa mucho.

La crueldad y falta de humanidad que ha mostrado el gobierno chileno con los inmigrantes de países hermanos no serán perdonados ni olvidados. Es una deshonra que sufrirá la sociedad chilena por largos años. Por su parte, el destino de Piñera y Allamand es el noveno círculo del Infierno, por haber traicionado la hospitalidad ofrecida a venezolanos vulnerables.