Por Jorge Pompei

Si entendemos al ser humano como a un ser multidimensional donde lo biológico, lo psicológico y lo espiritual conforman una unidad, en estructura con un medio natural y social, entonces la salud será el resultado de un equilibrio dinámico en todas esas dimensiones.

Este equilibrio dinámico se manifiesta como la capacidad de volver a una situación de equilibrio cada vez que se produce un desequilibrio.

Por otra parte, este equilibrio buscará permanentemente evolucionar mejorando las respuestas de adaptación creciente que da en cada ocasión.

En este contexto, cuando hablamos de salud integral nos referimos a una mirada que considera la salud en sus múltiples aspectos: biológico, psicológico, social, ambiental y espiritual. y en consecuencia busca un abordaje que contemple todos estos factores superando la exclusiva visión biologicista.

Además nuestra mirada no hace pie en la enfermedad y en la muerte organizando sus actividades tratando de evitarlas, sino que se construye desde la salud y trabajando para consolidarla y hacerla crecer.

En toda situación habrá un porcentaje de salud, de riesgo y de enfermedad, siendo las proporciones presentes en la estructura lo que determinará su estado.

Así salud, riesgo y enfermedad, con sus diferentes grados, son la escala que mide la vitalidad y capacidad de respuesta de un organismo para adaptarse crecientemente.

Por lo anterior, el dolor, el sufrimiento y el sin sentido, lejos de ser enemigos que debemos combatir, acallar o eliminar, constituyen señales a atender y comprender en su mensaje, porque nos indican cuando nos estamos alejando de la situación de equilibrio dinámico en la cual se afirma la vida.

El dolor se presenta cuando un factor interno o externo al cuerpo lo lesiona poniendo en peligro la integridad física.

El sufrimiento, en cambio, se expresa en la conciencia cuando esta se ve amenazada en su integridad por motivos internos o externos, recordados, percibidos o imaginados.

El sin sentido, por su parte, es un claro registro de pérdida de la dirección de la vida que genera desorientación y alerta sobre la necesidad de cambiar el rumbo vital que se lleva.

Y todos estos son indicadores que deben ser considerados como señales de alerta para modificar y mejorar las respuestas.

En ese sentido las respuestas que proponemos se organizan en lo biológico, fortaleciendo la estructura y funcionalidad a través de la nutrición, hidratación, respiración, descanso y movimiento. En lo psicológico con un trato no violento hacia uno y los demás, superando las contradicciones y con cuidado de la comunidad y el medio ambiente en que nos desarrollamos.

Por otro lado y estudiando las respuestas que da el sistema sanitario en torno a la salud, podemos observar dos estrategias diferentes en el abordaje de los problemas referidos a la salud.

Por un lado, nos encontramos con la visión que identifica la calidad de la atención con la atención según especialidad y con un creciente componente tecnológico. Esta modalidad implica que la asistencia de cada caso, sea desarrollada por un número cada vez mayor de especialistas por donde se debe transitar para llegar a un diagnóstico o realizar un tratamiento. Todas estas intervenciones teóricamente sustentadas en la medicina científica tienen costos crecientes y acceso limitado según capacidad económica. Esta situación se hace más determinante por el aumento de edad de la población que hace común la necesidad de atención por varias especialidades con la consecuente polifarmacia. Esta modalidad se orienta a un estudio profundo pero fragmentado de las personas.

Por otro lado existe una estrategia que no diferencia, por lo menos en una primera etapa, según la especialidad del consultado, sino que implica un abordaje más general de la persona consultante. En este caso la primera línea de atención intentará dar una respuesta más integral y se halla conformada por profesionales generalistas con un abordaje preferentemente territorial como propone la Atención Primaria de la Salud.

Además debemos destacar que paralelamente al Sistema mencionado existen otras concepciones y practicas provenientes de las tradiciones de distintas culturas (china, hindú, tibetana, americana, etc) y otras más modernas que se han creado sobre bases de conocimientos no desarrollados por la medicina científica (homeopatía, terapia neural, biomagnética, medicina natural etc).

Al respecto, es de observar que existe un creciente número de personas que buscan consultar o asistirse con estos otros abordajes, mostrando un nuevo interés por estas terapias tradicionales y complementarias que presentan menos efectos adversos que las terapias alopáticas, son más accesibles y se fundamentan en otras visiones sobre la salud.

Por último es necesario mencionar dos aspectos fundamentales que acompañan al cuidado de la salud en la sociedad moderna y que habrá que incorporar para una visión holística del tema.

Por un lado los costos crecientes que demanda la atención de la enfermedad y el cuidado de la salud y por otro lado el crecimiento del reconocimiento de los derechos de todas las personas a ser asistidas no solo en la enfermedad sino también en la salud sin ningún tipo de discriminación.

En síntesis, cuando hablamos de una salud integral hablamos de una concepción y una praxis. Concebimos la salud como equilibrio en estructura y relación armónica con el cuerpo, la psiquis, el espíritu, la comunidad y el medio ambiente y una praxis que más allá de las técnicas que utilice debe siempre apuntar, sin ningún tipo de discriminación, a mejorar las condiciones de vida de la persona y su comunidad.