Por Isidro López Neira

Opinar sobre la moral es un tema complicado, no es fácil encontrar unos principios válidos para la sociedad en general y para todas las latitudes, sin embargo esta búsqueda es necesaria no solo para la política o la sociología, también para la cultura que tiene que beber de una fuente de valores que oriente la generación artística e incluso científica.

 

Moral y moralina

Antes de meternos en materia pienso que deberíamos de distinguir entre moral y moralina. La segunda consistiría en seguir de una manera mecánica unos supuestos principios marcados por una creencia religiosa o una ideología, que se han degradado a unos hábitos conductuales, a una forma de comportamiento más que a unos principios en los que de una forma mecánica se imitan unos comportamientos que están aceptados por el grupo, que están aceptados socialmente, aunque no se sepa muy bien de donde vienen estos principios, o que los inspiran. Habitualmente la moralina ha sido un instrumento del poder para ejercer el control de la población; las castas, los estamentos y la clase dominante han usado la moralina como instrumento de represión y control mientras ellos mismos infringían esas reglas que defendían. El marxismo describió esto muy bien respecto a la burguesía del siglo XIX en la que los matrimonios se basaban muchas veces en las apariencias y los industriales o comerciantes enriquecidos por la revolución industrial, mantenían con la mayor normalidad una o más amantes mientras defendían la más estricta moral victoriana.

Hoy en día, tenemos ejemplos muy penosos en la clase política que prácticamente se ha convertido en una casta a la manera estamental del antiguo régimen, en España contando a las fuerzas armadas hay más de 250.000 aforados, aproximadamente 17.000 pertenecen a cargos políticos, los cuantiosos sueldos decididos por ellos mismos, las pensiones elevadas una vez que abandonan su cargo político, los beneficios profesionales que obtienen en las grandes empresas a las que benefician cuando están en el poder, que les permiten ocupar puestos decorativos en el Consejo de Administración pero muy bien remunerados, son ejemplos de la corrupción generalizada de un sistema que aunque parece ser el “menos malo de los posibles” ha preparado el campo para la corrupción. Ni que decir tiene la hipocresía de los grandes magnates de las multinacionales que han acumulado gigantescas fortunas y que un buen día se convierten a la filantropía y se dedican a crear fundaciones u ONGs pero eso sí, manteniendo intacto el aparato productivo que les ha permitido esa acumulación de poder inmoral a todas luces.

La moralina hoy en día tiene poco predicamento ya no sirve de mucho en lo que se refiere al sexo, y a otros hábitos de conducta irracionales que desde los años sesenta se han ido superando en estas últimas décadas.

 

La muerte de Dios y consecuentemente de los principios morales

La moral está por encima de los hábitos sociales y de la individualidad de cada persona, tiene que conformar un núcleo existencial que constituya una referencia válida universalmente.

Algo que marque una dirección del comportamiento que oriente a la sociedad en su conjunto.

Pero ¿Qué ocurre en los momentos históricos como el actual, en los que una crisis se lleva por delante los valores en los que se ha construido la civilización?

Ante esta falta de referencias generales, se produce una búsqueda que ordene la existencia, que dote de sentido al caos del sistema. Por la red de internet circulan recetarios de todo tipo, tratando de dar consejos para todo, tratando de recoger todas las situaciones posibles.

Esa tarea es imposible de realizar, no hay posibilidad de dar una solución a todas las situaciones que se nos plantean a lo largo de la vida. Los recetarios por muy lógicos y bienintencionados que nos parezcan están condenados al fracaso.

A finales del siglo XIX Nietzsche en su libro Así habló Zaratustra escrito en pocos días en una paradigma de inspiración, nos dijo que “Dios ha muerto” y con ello el abandono por parte del hombre de la moral cristiana que había servido de referencia en un sentido teleológico a la sociedad.

Esta falta de una visión totalizadora del mundo de, unos principios válidos para todos, necesariamente conducirían al derrumbe de la civilización como se conocía, imperando el caos y la entropía, producto del nihilismo al que conduciría inevitablemente la carencia de moral.

La falta de creencia en Dios en un ser divino dador de sentido al Cosmos, deviene en un rechazo de los valores absolutos y por lo tanto en una ley natural o en una ley moral universal que se encuentra por encima de todos los individuos.

Esta carencia de valores universales por encima del ser humano junto con la idea del superhombre -—persona que ha alcanzado un desarrollo espiritual y moral superior al hombre común— sentaron las bases ideológicas del voluntarismo al que adhirieron en el siglo XX las corrientes totalitarias. El superhombre es capaz de crear su propio sistema de valores, excluyendo la voluntad de Dios y sus principios morales universales, no hay ninguna ley natural a la que hay que seguir obediencia, el bien está en la voluntad de poder, en la concepción y deseos de un líder superior que conduce al resto de los mortales que le deben obediencia al líder que sustituye a Dios y sus leyes universales.

Esta muerte de la moral, más que de Dios llevó a la humanidad a uno de los periodos más oscuros de su historia, en los que el nazismo y los fascismos de todas las tendencias trajeron muerte, destrucción y sufrimiento a las naciones.

 

Hacia una regeneración moral

La creación de la ONU y la declaración Universal de los derechos humanos han sido pasos dados por la humanidad en la recuperación de una visión totalizadora del mundo, en la búsqueda de unos valores universales válidos para toda persona, latitud o momento histórico, el movimiento hippie y pacifista de los sesenta y de alguna manera el mayo del sesenta y ocho también se podrían configurar como intentos de recuperar esa imagen totalizadora y válida moralmente del mundo.

Sea como fuere a pesar de la caterva de gurús y líderes religiosos, que han surgido en las últimas décadas, la nueva moral que sin duda se está formando no está basada en los designios del fundador de una religión, o de un pensador iluminado, sino en la acumulación de experiencia histórica colectiva de movimientos y tendencias políticas y sociales alejados del poder. Hoy la moral no surge de los poderosos que gobiernan el grupo social, nace de los movimientos alternativos en relación dialéctica con los viejos esquemas que todavía ejerce el poder, cada vez más obsoletos.

¿Es necesario un nuevo profeta, un nuevo Mesías para el nacimiento de una nueva moral? La realidad parece demostrar lo contrario, cada vez parece más claro que la colectividad es perfectamente capaz de generar modelos de comportamiento con validez universal. Movimientos profundamente asamblearios como el 15 M en el que la puerta del Sol madrileña se convirtió en una especie de explosión creativa de fórmulas de participación colectiva con un sin fin de ideas nuevas. Es cierto que luego algunos partidos políticos han tratado de canalizar esa erupción creativa pero sin duda que primero fue la iniciativa espontanea de un sector de la población muy amplio representado por múltiples colectivos y asociaciones alternativas y luego vino la estructuración de esa marea en la que empezaron a surgir líderes políticos.

La moral en un sentido profundo tiene que ver más con el interior del ser humano y desde luego debería estar elaborada desde una introspección, de una meditación personal desde la cual se pueda elaborar una perspectiva que sea beneficiosa, para uno mismo y que sea positiva para el medio inmediato y que sirva como modelo de orientación en una dirección determinada; algo que sea asumido de esa manera que se ha interiorizado, está muy lejos de la moralina en la que si se hace una cosa u otra, no es por una decisión basada en la propia intencionalidad, sino más bien que está provocada en el que dirán, en la reprobación social o no.

Toda la moral a estas alturas de la historia que no sea asumida conscientemente por las personas, se degrada a unos hábitos de comportamiento más que a unos principios en los que de una manera mecánica se limita la moral a unos hábitos instituidos socialmente, aunque no se sepa muy bien de donde vienen estos principios, o donde se inspiran. En la época actual han caído las referencias que han servido a la humanidad para organizar la vida social. Esta crisis ha hecho avanzar la tolerancia sin embargo, ya no se queman a los herejes en la plaza pública, la moral actual tiene que estar basada en una interioridad en una meditación interna libremente elegida, no en la opinión de los demás o de un profeta enviado de Dios.

 

La nueva moral

La nueva moral tiene que surgir del interior del ser humano, tiene que ser asumida libremente y tiene que asentarse más en la capacidad de respuesta ante los conflictos que en una lista de recomendaciones que a estas alturas de la historia sería interminable.

El acto moral es muy complicado hoy en día. ¿No es cobrar un precio abusivo a los consumidores robar? ¿ No es ilícito enriquecerse injustamente? ¿No es inmoral la corrupción de los políticos? ¿No es reprobable la publicidad engañosa? ¿No es inmoral manipular la información de los medios por los poderes financieros que los poseen? Y así siguiendo ante multitud de situaciones que hace siglos era imposible que los fundadores de las grandes religiones las previeran. Y en el plano personal para que hablar, la infidelidad las relaciones de género, la orientación sexual, la superación de la xenofobia y el racismo nada tienen que ver con los comportamientos sociales de hace pocas décadas.

La complejidad de la vida cotidiana y la ausencia de un catecismo de toda la vida al que recurrir puede generar cierta desazón y cierta desorientación existencial, pero finalmente la estabilidad y el sentido de nuestras acciones, se encuentran cuando volvemos nuestra mirada hacia dentro, cuando efectuamos un acto de introspección y buceando en nuestro interior encontramos en nosotros mismos, orientaciones morales que nos encajan profundamente.

Cuando se produce ese fenómeno, curiosamente ese “encaje” moral nos proporciona una mayor comprensión del mundo, y orienta nuestros actos en una dirección que es compartida por los demás, aquí es donde nos damos cuenta de que esa intencionalidad con la que hemos tomado contacto es compartida por todos los seres humanos, y se llega a ella no a través de unos mandatos externos, ni de unos preceptos impuestos por nadie, sino a través de una visión desde nuestro interior de la existencia.

Insisto, hoy la nueva moral tiene que estar basada en un acto consciente e individual basado en nuestra experiencia cotidiana, en una intencionalidad que surge de lo profundo de nosotros mismos hacia el mundo, y por lo tanto libremente asumida.

Este acto moral surgido de lo interno del hombre, tiene que ver más con una actitud ante la vida que con unos principios generales que seguir. Tiene que ver más con la capacidad de respuesta ante los conflictos de la existencia, que con la fidelidad a unos principios generales válidos para cualquier situación. Una cualidad que advertimos en algunos líderes naturales en nuestro entorno, que tienen esa capacidad de hacer lo correcto en los momentos difíciles y que son capaces de orientar, de ser referencias para su medio inmediato, sin tratar de ejercer ningún poder sobre los demás por ello. Hablamos de una intencionalidad, de una dirección de la conciencia, de una disposición positiva hacia el mundo, no de un recetario de soluciones a los problemas.

El cantautor Franco Battiato hablaba de un centro de gravedad permanente e inalterable que no variaba con el devenir de la existencia. Lo que expresó en su canción posiblemente se acerca bastante a lo que hablamos aquí. Es difícil de entender que una actitud hacia el mundo, algo tan volátil como un “clima” mental tenga la capacidad de sustituir a los sólidos principios tradicionales a los que estamos tan acostumbrados, pero si como decía Nietzsche Dios ha muerto y por lo tanto también la moral basada en sus mandatos, y no se vislumbra de momento en el horizonte una nueva religión que haya sustituido a las anteriores en el mundo, tendremos que asumir que tendremos que buscar una nueva moral sin religión, pero no en el sentido del superhombre que comentaba el filósofo decimonónico, tendremos que crear un nuevo hombre que sea capaz de vivir en una sociedad sin dioses ni religiones, como hablaba Jhon Lenon en la canción imagine, pero sin que ese salto en la historia suponga una superioridad moral para los hombres que lo den, sino todo lo contrario que le acerque más a sus semejantes.

 

El principio moral por excelencia

De todas formas se puede afirmar pacíficamente que si hay un principio moral que ha resistido el paso del tiempo con bastante fortaleza, ese es el que dice “Ama a tu prójimo como a ti mismo” que se ha expresado también como “Trata a los demás como quieres que te traten a ti” o en sentido negativo “No hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”.

Este principio sigue siendo tan válido como lo fue hace 2.500 años para Buda cuando dijo “Amate a ti mismo y observa hoy mañana y siempre” y para Sócrates cuando 2000 años después nos sugería conocernos a nosotros mismos, también para Mahoma 500 años después cuando dijo «Ten compasión contigo mismo y con los demás».

La alienación a la que nos somete el sistema que nos lleva a vivir preocupados por la supervivencia económica o encandilados por conseguir más riqueza, obligados a un “vivir fuera de si” nos mantiene alejados de nosotros mismos, de nuestros deseos más nobles y profundos, y lo más importante: de nuestro impulso moral, de esa intencionalidad que surge del interior de la conciencia del ser humano.

Una persona con moral no puede ser controlada por el poder, no puede ser corrompida por un sistema que degrada las personas, reduciéndolas a simples engranajes sin intencionalidad dentro de una gigantesca naranja mecánica.

 

La ecología como elemento esencial de la nueva moral

La regeneración moral a la que poco a poco estamos asistiendo aunque con altibajos, ha ido incorporando nuevos elementos de la realidad a su estructura completando un cuerpo mucho más sólido que abarca aspectos no tenidos en cuenta hasta ahora.

La perspectiva de género ha avanzado considerablemente en el siglo XXI y aunque queda todavía mucho camino por recorrer, las mujeres están asumiendo un protagonismo en la lucha por la igualdad que aporta nuevas formas de entender la realidad, estableciendo nuevos valores morales.

Igualmente la aceptación de la diversidad de orientación sexual, sigue avanzando reajustando los convencionalismos morales que ha mantenido la sociedad durante siglos.

Lo mismo ocurre con los movimientos contra la xenofobia y el racismo, que igualmente está avanzando en su lucha, no solo en el aspecto orgánico sino en el cambio de hábitos sociales, a pesar del rebrote populista de la ultraderecha en Europa y Estados Unidos.

Los Verdes nacieron en Alemania en los años 80 teniendo como base tres pilares: La ecología, el pacifismo y el feminismo.

Estos tres elementos suponen una modificación axiológica importante en el campo moral constituyéndose en valores, que son una nueva fuente de conductas sociales, de orientaciones del comportamiento.

Ya no basta con amarse a sí mismo y al prójimo, hay que ampliar esa perspectiva, encuadrándola a la vida en general. Sin vida no hay hecho moral, no hay historia, no hay posibilidad de futuro y el hombre se ha dado cuenta de que la vida depende de mantener el equilibrio del medio ambiente en el planeta. La ecología supera al humanismo en ese sentido, ya no basta con amar a la humanidad y querer lo mejor para ella, querer el reparto de las riquezas, la justicia social. Además hay que amar la vida en cualquiera de sus formas. La vida vegetal indispensable para la supervivencia del resto de las especies, tiene que ser conservada y respetada, igualmente el hombre ha tomado conciencia de que el resto de especies animales tiene que ser preservado y tratado con dignidad so pena de aniquilar la biodiversidad que ha ido construyendo la naturaleza tras millones de años de evolución y que supone una posibilidad de supervivencia y desarrollo para la vida en general.

Esta nueva moral surgida de la ecología, respeta a los animales luchando contra el maltrato animal, está en contra de las macrogranjas que son verdaderos campos de tortura de los animales que nos comemos, el sufrimiento ajeno, la compasión, ya no está referida solamente al prójimo humano, hemos ampliado esa percepción a las otras especies que pueblan el planeta, y que nos acompañan en nuestro viaje por el universo.

Y esa nueva visión moral, no está fundamentada en la existencia de un ser divino, no es una moral que dependa de un Dios, está basada en la experimentación personal de un sentimiento de compasión hacia los otros seres que pueblan el planeta. Esta nueva moral como ya hemos comentado más arriba, tiene una base existencial no teológica y en todo caso, su fundamentación lógica es empírica, viene dada por la ciencia, por los datos que nos aportan los científicos que nos alertan continuamente del peligro que ocasionamos con la destrucción del medio ambiente y de la biodiversidad.

Estamos en presencia de una regeneración moral no dependiente de la creencia en un Dios ni de sus mandatos.

Para algunos este respeto y amor a la vida del planeta, se puede asociar con el panteísmo, lo que vendría a sustituir la deidad tradicional identificándola con la vida, subsumiéndola en el medio ambiente. Esto aparte de carecer de rigor parece un exceso interpretativo, ningún ecologista tiene un altar en su casa a la naturaleza, aunque disfrute de ella y le guste respetar el medio ambiente. En todo caso, este aspecto nos llevaría muy lejos del tema de este artículo.

Esta nueva moral supera también al humanismo marxista en cuanto a que no solo quiere el reparto de la riqueza, también propugna que los productores sean los poseedores de los medios de producción y se asocien con los consumidores cooperando para tener un consumo responsable y conservar el medio ambiente, sin que la producción esté marcada por la competencia de un mercado depredador de los recursos de la Tierra, o por la planificación que marque el estado, sacrificándolo todo en el altar del desarrollismo y el productivismo, incluso a pesar de aniquilar la vida del planeta.

Si a esto le sumamos el pacifismo y la no-violencia, nuevamente accedemos a un plano conceptual en el que una nueva moral cobra forma sin el apoyo de una deidad o de una religión, por el contrario estos principios morales surgen de la intencionalidad de los seres humanos, del interior de su conciencia como un acto referido a los objetos o fenómenos de lo exterior, tratando de completar ese acto. Esta estructura intencional acto-objeto expuesta por Brentano es compartida por todos los seres humanos, por lo tanto es válida para cualquier habitante del mundo.

La regeneración moral lleva ya algún tiempo en marcha y la necesidad de ella es evidente, prueba de ello, es el rápido ascenso de nuevos partidos políticos que prometían medidas encaminadas a esta regeneración en el mundo de la política, esperemos que sean capaces de llevarla a cabo, si no lo hacen ellos otros vendrán que la harán.

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