Deslegetimización ciudadana

Parafraseando y, en cierto modo, parodiando, las palabras del presidente Piñera —formuladas en Cúcuta (Colombia), a propósito de la permanencia de Nicolás Maduro en el cargo de presidente de Venezuela, a principios de este año—, nos hemos preguntado qué hace, no sólo al mandatario chileno sino, a toda la llamada ‘élite política’ del país, perseverar en el desempeño de sus cargos pese a índices tan bajos de aprobación ciudadana que deslegitiman sus respectivos mandatos. Porque es un hecho cierto que la deslegitimación del presidente no sólo corre a parejas con la de los parlamentarios sino con el descrédito del Poder Judicial, Carabineros de Chile, Servicio Nacional de Menores SENAME, MINSAL, MINEDUC, etc., etc. Nada es creíble. En nada ni nadie se puede confiar.

Crisis de confianza

Un hecho notable que puso al descubierto la profunda crisis de confianza que vive el país fue el resultado del reciente plebiscito de 25 de octubre pasado. El mensaje ha sido claro y terminante: ‘Que se vayan todos’. Porque todo está en tela de juicio. Algo que dejó en claro el referido plebiscito al pronunciarse abrumadoramente por la redacción de una nueva Constitución a cargo de una Comisión Constitucional cuyos integrantes no han de pertenecer a ‘élite política’ ni farándula algunas, sino deberán ser personas elegidas de entre los ciudadanos comunes y corrientes que representen lo que es la verdadera sociedad chilena. El plebiscito puso en interdicción a toda la institucionalidad vigente. Seamos claros: hoy en día no solamente son las personas que administran el país quienes se han visto deslegitimadas, por sus acciones y omisiones en el desempeño de sus cargos, sino la institucionalidad toda, con sus corporaciones y fundaciones, con su modelo de economía social de mercado, con su mercado financiero, con sus AFP, con su Tribunal Constitucional, con sus leyes y reglamentos, con sus representación política y administrativa. (i) Todo está en tela de juicio. Y esto no es broma. Algo nuevo quiere comenzar.

Conservantismo y renovación

Sin embargo, Antonio Gramsci nos recuerda algo muy importante: nada de lo nuevo puede hacerse presente, en tanto lo viejo se empeñe en subsistir. Para poder construir algo nuevo, necesitamos que lo viejo acepte el irrevocable mandato de la naturaleza que le ordena desaparecer. Algo que ninguno de los estamentos políticos del país parece querer aceptar. Por el contrario: su empeño parece orientarse en torno a crear obstáculos cada vez más difíciles de sortear para cumplir con el mandato de 25 de octubre pasado, como ha ocurrido recientemente al despachar el Congreso

“[…] el proyecto sobre los independientes sin la posibilidad de que estos puedan formar pactos con partidos políticos, lo cual representa una fuerte barrera de entrada para este sector e, incluso, podría transformar en “testimoniales” las candidaturas del mundo que no milita en los partidos políticos”(ii).

Porque, a pesar que dicho mandato fue explícito, son los partidos políticos quienes están designando a quienes van a ser candidatos a ‘constituyentes’ al extremo de obligar a ciertas personas a buscar alero bajo la ‘protección’ de uno de los partidos que existen para poder participar (iii). De acuerdo a lo que señala Ana María Gazmuri, dirigenta de la Comunidad por la Dignidad:

“En este escenario, en que los partidos han monopolizado el proceso, nos planteamos bajo esta idea “Caballo de Troya”, en que el objetivo final es tener un mínimo de representantes independientes, cuyas ideas que se recojan puedan estar plasmadas en la nueva Constitución”(iv).

¿A qué se debe ello?

El carácter anal

Cuando nos referimos al carácter tanto individual como social del presidente Piñera recordamos las enseñanzas de Sigmund Freud. El estudioso alemán, que escudriñara incluso el comportamiento de los bebés para explicarse el de los individuos adultos, nos recuerda que, en el proceso de desarrollo, en el proceso que conduce al individuo a ser nada más que él mismo, busca éste apoderarse de todo aquello que lo rodea; anhela, de esa manera, tomar para sí los pechos que lo amamantan, la mano que lo acaricia, el dedo que juguetea sobre su rostro. El niño todo lo quiere para sí, todo ha de ser de su pertenencia, nada quiere soltar. Y es tanto su deseo de apoderarse de aquello que ve y que puede hacer suyo que, en medio de esa vorágine desencadenada por el proceso de individuación, se niega, a menudo, a soltar sus propias heces, los excrementos de su cuerpo, que retiene y atesora como el más preciado de sus bienes aunque, más tarde, se sienta acometido por molestias estomacales. La actitud del avaro, del sujeto que realiza acciones más o menos concomitantes, del sujeto que busca acrecentar sus ganancias, que vive solamente para invertir, que encuentra la satisfacción de su ego acumulando, guarda asombrosa correspondencia con la del bebé poseedor. Freud llamó a ese fenómeno ‘carácter anal’, concepto que hoy se emplea para definir un

“[…] tipo de personalidad que muestra patrones de conducta adquiridos durante la fase anal de la infancia y que se caracteriza por una tendencia extremada al orden, a la obstinación, al perfeccionismo, a la limpieza, a la puntualidad y a la tacañería, o bien a los extremos opuestos correspondientes estas características” (v).

El capitalismo como expresión del carácter anal

No deja de ser notable que la essentia ratio del sistema capitalista sea la ‘acumulación’. Más, aun, que el ‘capital’ no sea más que un simple ‘valor que se valoriza’, un valor que constantemente se acrecienta a sí mismo, un valor que se multiplica, que se reproduce incesantemente. El capitalista no es más que ese individuo, un ser humano que no ha evolucionado, que se ha quedado inmóvil en una fase de su desarrollo, convirtiéndose en un bebé que se hace viejo vertiginosamente sin evolucionar, un bebé al que le aparecen los vellos del adulto y, sin embargo, no ha llegado a la madurez. El capitalista es el bebé que se viste con terno y corbata, el niño que juega con acciones y títulos financieros, el sujeto que se enamoró de las finanzas, que lo quiere todo para sí y no se detendrá a averiguar el por qué. Un niño, sí; pero un niño extremadamente peligroso, capaz de matar para conseguir lo que quiere, sujeto insaciable que se enfrenta con otro u otros porque quiere disponer, mandar, ordenar, ejecutar. El capitalista es un individuo que lucha por lo que llama ‘libertad’ y que no es sino la libertad del zorro en el gallinero, el iluminado que necesita apoderarse de una nación para aspirar al dominio del planeta y, en lo posible del universo. El carácter anal, que se perfecciona en la interacción social, ha logrado esa perversión maravillosa. Y nos permite incursionar sobre lo que sucede en el campo de las ‘élites políticas’ del país, segmento social que parece estar unido, precisamente, por un común denominador que es ese carácter anal, que jamás va solo sino se hace acompañar de otros, como lo es el ‘narcisista’. Es lo que permite, al menos, explicarnos la razón de una aparente sinrazón.

En efecto, porque el carácter anal, si bien explica el deseo de permanecer en el cargo que se ejerce, no opera solo. Requiere de otro rasgo importante que sólo puede aportarlo el ‘narcisismo’: debe tratarse de un sujeto que encante a los espectadores, que los subyugue, como lo hace, precisamente, el ‘encantador de serpientes’. Y, para eso, debe empezar por encantarse de sí mismo. Lo que nos conduce a examinar otro aspecto.

El narcisismo como soporte del carácter anal

El llamado carácter ‘narcisista’ es aquel comportamiento admirablemente bien retratado en la obra escrita por don Agustín de Moreto y Cavana, ‘El lindo don Diego’, en 1661, sobre el mito griego de Narciso, un sujeto enamorado de sí mismo, de su imagen y de su propia sublimación. El narcisismo, el complejo del ‘florero de mesa’, el que busca destacarse por sobre los demás con un discurso que ni siquiera él mismo entiende, representa lo que es la esencia de dicha ‘élite’. Así, el sujeto que no quiere perder su sitial de privilegio se autoconfiere estima, está seguro de lo que hace, sabe que sus actos son comentados por los medios de comunicación y que su persona no es ignorada. Se siente, de esa manera, indispensable y piensa, con angustia, qué hará la humanidad sin su presencia. Si antes estaba decidido a no abandonar jamás el cargo que le permite gozar de ciertos privilegios, menos aun lo hará si es indispensable para la humanidad. Y para ello, nada más apropiado que emplear el principio de la conservación según el cual,

Esse persistere, in ese est”.

Porque solamente quien persiste en lo que es continúa siéndolo. Así, los caracteres anal y narcisista se montan sobre las ancas del principio aquel de la conservación y tal interacción hace que individuos, que se han realizado en la pertenencia a una clase de la que jamás formaron parte, puedan seguir haciéndolo, en tanto quienes siempre lo hicieron continúen perseverando en ello.

El contubernio

Entonces, tenemos la fórmula perfecta para que se produzca el ayuntamiento entre quienes alegan representar el interés de las clases dominadas y quienes lo hacen en representación del capital. Y puesto que se trata de un contubernio, es decir, el ayuntamiento entre un sujeto libre y un esclavo, la cosecha que puede salir de aquello puede ser tremendamente peligrosa para los sectores populares. Y haría preguntarse a más de alguien, cansado de los avatares de la política chilena, si acaso votaría

“[…] por una lista que reúne a gran parte de la llamada “clase política” de estos últimos 30 años”(vi).

Explica, por lo demás, la febril actividad de las élites políticas de llegar a acuerdos o desacuerdos entre ellas, establecer o abolir alianzas, e improvisar no solamente soluciones sociales sino, además, planes para el futuro, con absoluto desprecio de quienes las eligieron y escasamente preocupadas de la participación de los independientes, como lo estableciera el mandato del plebiscito de 25 de octubre pasado (vii). Explica, igualmente que las clases y fracciones de clase dominantes puedan llegar a acuerdos internacionales, como lo ha hecho el canciller Andrés Allamand, y traer en calidad de asesores a miembros del OCDE para señalar al ‘pueblo ignorante’ lo que debe o no contener una constitución, desconociendo enteramente la voluntad de quienes concurrieron a votar en esa ocasión, en la convicción que sus opiniones serían tomadas en cuenta (viii).

Un escenario para el Chile actual

Sostengo y afirmo aquí que la tarea más importante, por ahora, para el movimiento social, es la elección de los miembros de la Convención Constitucional. Hemos sido llevados a enfrentar esta situación. Involuntariamente, por cierto. A través de lo que nuestro buen amigo José Luis Valenzuela llama ‘expropiación de los derechos del pueblo’; a través de una ‘manipulación legislativa’ (ix). Porque, como bien lo expresa,

“[…] perteneciendo el poder constituyente al pueblo y estando siempre radicado en el pueblo, en el Chile de hoy, ahora, en medio del proceso constituyente nacido de las vidas perdidas, los cuerpos heridos, los dolores de la tortura, el real poder constituyente está siendo manipulado por quienes recibieron del pueblo la potestad legislativa”(x).

Este es el escenario del Chile actual. Sobre este escenario hemos de trabajar y analizar el qué hacer en esta situación. Lo que no implica, en modo alguno, detener la actividad callejera. Por el contrario: nadie olvida que ha sido la calle el instrumento inmejorable utilizado por la comunidad nacional para hacer posible los cambios que Chile requiere.

Reiteremos, no obstante, algo importante: toda otra actividad política no solamente es absolutamente innecesaria sino, implica, a todas luces, prolongar artificialmente la vida de un sistema que se cae a pedazos y que su ‘élite’ política se empeña en mantener, dado que tal ha sido el modo de vida de sus integrantes durante todos estos años de democracia post dictatorial.

La tarea de enfrentar el desafío de elegir solamente candidatos independientes en cada uno de los distritos del país, no es fácil. Por el contrario, presenta enormes dificultades. Tiene vallas que parecen imposibles de salvar, lo que no de sorprender pues la ley ha sido redactada por quienes tienen horror a todo atisbo de participación ciudadana.

Las tareas

El viernes 4 del presente, fueron aprobadas por el Parlamento las modificaciones a la Ley 21.216, con lo que dicha reforma, a pesar de las enormes trabas colocadas por el Congreso, pasó a manos del presidente para su promulgación; su posterior publicación en el Diario Oficial es algo que, al momento de redactarse este artículo, aún no ha ocurrido.

Las condiciones impuestas para que los independientes puedan votar, sin embargo, han quedado más o menos explícitas. Los independientes pueden presentar listas individuales o colectivas. Pero la única manera de obtener representación en la Convención es a través de la presentación de listas unitarias distritales, es decir, si en cada distrito se presentan listas unitarias. El sistema está diseñado para que compitan partidos políticos por lo que las reglas a aplicarse a los independientes son las mismas que se aplicarán a los partidos. Entre otros requisitos establecidos por el Parlamento para la postulación de los independientes podemos señalar, grosso modo, que éstos podrán hacerlo en forma particular (individual) o en listas. Si lo hacen individualmente, deben reunir un 0,2% de los votos necesarios para elegir un candidato; si lo hacen en listas, deberán reunir un 0,5% de esas firmas. Deberán, además, redactar un breve prospecto indicando las proposiciones que llevan para la Convención, inscribir en alguna Notaría las firmas recolectadas, hacer declaración jurada de los bienes que poseen, en fin. El plazo para reunir todas las exigencias contempladas por la ley es el 10 de enero próximo.

Por lo mismo, resulta de gran interés el documento escrito por nuestro buen amigo José Luis Valenzuela, que profundiza sobre el tema, y que ha sido publicado en varios medios digitales (xi). Es posible, además, que la Corporación Integración y Futuro, a pesar de las enormes dificultades que ello implica, elabore, en los próximos días, un documento que ilustre acerca de cómo proceder en esta materia.

Hasta este momento, la única forma posible de asegurar la participación de los independientes en el proceso parece ser la confección de una lista única distrital, tarea tremendamente difícil para el movimiento social dada que carece de una estructura similar a los partidos. Si ello no se consigue o si los legisladores no conceden mayores facilidades a la inscripción de candidatos independientes —como parecieron ser sus intenciones desde un principio—, no cabe la menor duda que la participación de éstos se hará casi imposible. De así suceder, nos encontraremos no solamente en presencia de una negativa a aceptarnos como artífices en la construcción de nuestro propio destino sino, además, como víctimas de otro de los grandes fraudes eleccionarios de la moderna Historia chilena.

 

 

(i) Sin embargo, la ‘élite política’ no parece entender esta conditio sine qua non. En un reciente artículo publicado por la Radio Biobío, los diputados René Garín, Rodrigo González, Enrique Van Rysselberghe y Tucapel Jiménez han anunciado sus deseos de participar en las elecciones de ‘constituyentes’ (véase art. “De parlamentarios a constituyentes: al menos tres diputados se perfilan para Convención Constitucional”, de Jorge Enríquez Carrera, publicado en Radio Biobío, 09 de diciembre de 2020).

(ii) Romo, Samuel: “La trenza derecha-oposición que negó a los independientes formar pactos con partidos en la elección de constituyentes”, ‘El Mostrador’, 10 de diciembre de 2020.

(iii) Entre esas personas se encuentra Jorge Baradit, quien debió recurrir al partido Socialista para inscribir su candidatura (con las críticas que ello implica) y Agustín Squella que pidió ayuda al partido Liberal. Los partidos que nacieron con ocasión del estallido social no fueron inscritos por determinarlo así el SERVEL cuyo consejo aceptó, finalmente, la proposición del representante del partido Socialista Alfredo Joignant quien se negó, terminantemente, a aceptar nuevas inscripciones que pudieren afectar el acuerdo de 25 de noviembre de 2019.

(iv) Enríquez Carrera, Jorge: “Un caballo de Troya: el plan de independientes para disputarle elección constituyente a los partidos”, Radio Biobío, 10 de diciembre de 2020.

(v) BioDic, Diccionario de Biologia, biodic.net.

(vi) Orellana, Antonia: “Unidos para qué, maldita sea”, ‘El Mostrador’, 10 de diciembre de 2020.

(vii) ¿Tienen importancia, acaso, las elecciones de alcaldes, gobernadores, diputados, senadores, si no se sabe cuál va a ser el contenido institucional de la nueva constitución? ¿Van a existir las Alcaldías o las Municipalidades en la nueva constitución? ¿Quién puede asegurarlo? ¿Y existirán concejales? ¿Cuántos? ¿Y los gobernadores? ¿Qué pasa si la nueva constitución considera que debe haber una Cámara Única, si la nueva constitución cambia a los alcaldes y establece otra forma de gobierno regional? ¿Se va a seguir pagando con fondos de toda la comunidad a representantes de una estructura política, cuyo deceso fue aprobado mayoritariamente el 25 de octubre de 2020?

(viii) Redacción: “Allamand y Bellolio defienden convenio firmado con la OCDE para apoyar proceso constituyente”, ‘El Mostrador’, 07 de diciembre de 2020.

(ix) Valenzuela, José Luis: “Independientes por un nuevo pacto social”, documento de diciembre de 2020, publicado en PiensaChile.

(x) Valenzuela, José Luis: Art. Citado en (9).

(xi) Véase ‘PiensaChile’ y ‘Clarin’, entre otros.