Por Rodrigo Ruiz

La izquierda que se diferencia de aquellas posiciones, dentro y fuera del FA, debería sin embargo tener mucho cuidado con entregarse a una liviana celebración. No hay nada que celebrar. Lo que ocurre se asemeja más a la descomposición de un campo que a la resolución de una disputa en su interior. El Frente Amplio parece estar más ante la inminencia de una crisis, digamos, orgánica, que ante la superación constructiva de sus disputas internas. Eso es malo para todos.

1. Han renunciado dos diputados de Revolución Democrática. Luego el Partido Liberal ha anunciado su salida del Frente Amplio. En las pasadas elecciones primarias ha cambiado, es un hecho, la planilla de las primacías electorales de ese conglomerado. Han retrocedido claramente las posiciones que abogaron más insistentemente por una alianza con el campo concertacionista.

La izquierda que se diferencia de aquellas posiciones, dentro y fuera del FA, debería sin embargo tener mucho cuidado con entregarse a una liviana celebración. No hay nada que celebrar. Lo que ocurre se asemeja más a la descomposición de un campo que a la resolución de una disputa en su interior. El Frente Amplio parece estar más ante la inminencia de una crisis, digamos, orgánica, que ante la superación constructiva de sus disputas internas. Eso es malo para todos.

2. Pensábamos que el 11 de abril abriría un momento de reordenamiento en el campo político. Lo cierto es que las primarias han marcado una anticipación, abriendo un proceso de considerable aceleración en esa reconfiguración. Lo que está ocurriendo en el Frente Amplio es parte de ese proceso más amplio. Pero no solo las renuncias, antes de eso lo fueron las votaciones. De los 68.011 votos que obtuvo la coalición en las primarias a gobernadores regionales, la primera mayoría la obtuvo el campo “Independientes”. Los 18.145 de esa primera votación corresponden íntegramente a un solo candidato. Rodrigo Mundaca obtuvo en la región de Valparaíso más votos que la suma de los obtenidos por cualquier partido del Frente Amplio en las cuatro regiones en que dicha coalición realizó primarias, incluyendo la Metropolitana.

Una vez más, ese hecho y su interpretación no sirven si conducen a alguna forma de triunfalismo, o si se presentan como la consumación del triunfo de una orientación política. No se trata de la victoria de algo así como “la tesis de los independientes”.

No. Uno de los problemas fundamentales del Frente Amplio, desde su misma conformación en los últimos meses de 2016, ha sido su severa delgadez ideológica, que confió su personalidad más a su novedad generacional, que a la construcción de un proyecto transformador teórica y socialmente denso. Ese problema se mantiene. El declive que revela las primarias, que por cierto venía fraguándose desde antes, es eso, y no una resolución de los debates en el bloque. De modo que la construcción de una orientación política para los desafíos propios de un momento constituyente continúan como un asunto pendiente en el amplio campo político que emergiera hace tres años como la promesa de la superación de unas formas políticas de las que terminó por no diferenciarse. En el contexto de aceleración abierto resulta fundamental la construcción de ideas y propuestas con efectiva profundidad.

3. Esa carencia no fue tampoco cosa comunicacional. Fue el triunfo de una estrategia que se volvió dominante en el Frente Amplio, y que sería muy injusto localizar solo en las cúpulas de RD: una falta de imaginación política que no se disponía a pensar un mejor destino para el país que un remedo de la Europa de la posguerra, una opción pueril que quiso creer que una juventud hermosa podía someter, sin mucho músculo ni capital propio, bajo el pretexto de una alianza, a los viejos gerentes de una gobernabilidad neoliberal que había logrado edificar la democracia más estable del continente. Fue también, tantas veces, el procedimiento sobre el proyecto, la democracia como reglamento, la mayoría como transacción, y sobre todo, la prioridad de las internas, partidarias, parlamentarias, sobre la política en la calle. Todo eso parece estarse desmoronando, sin que sepamos muy bien qué sigue.

4. Frente a ese tipo de liderazgos partidarios, la candidatura independiente de Rodrigo Mundaca representó varias cosas. Sin pretender agotar ahora un análisis de los simbolismos electorales, es claro que su fortaleza estuvo ligada a su constitución como dirigente social de una causa tan relevante como el agua. Eso fue más importante que cualquier otra cosa.

Pero no se ubicó en un espacio independiente puro. Mundaca participó de las primarias partidarias del Frente Amplio. Dadas las condiciones que establece la política formal, como candidatura independiente que provenía del movimiento social, estuvo obligada a transitar por el campo político formal para poder “salir” triunfante, sin abandonar ese espacio del todo realmente. Fue un riesgo, ciertamente.

Esa contradictoria constitución de las condiciones de acción política parece ser irresoluble en un momento como el presente, donde no hay espacio para reclamar la pureza en unos refugios identitarios donde no se oye el crujir de las contradicciones. Es la hora de las interacciones, de las confrontaciones de ideas, de los esfuerzos por conectar diferentes en articulaciones mayores. No es momento de la diplomacia de “la unidad”, sino del ensamblaje de nuevas convergencias, con densidad, con sentido, con propuesta, y con la mejor mezcla que podamos cocer entre audacia creadora y humilde respeto ante la tremendidad que tenemos por delante.

5. Los independientes son un inciso obligado en ello. Tienen razón todos esos militantes que reclaman airados en sus redes sociales contra el manoseo que concita el término. Desde los más dizqueleninistas (algún día habrá que ajustar cuentas con la idea fácil del leninismo como el partidismo burocrático) hasta quienes lo identifican con la maldad neoliberal del apoliticismo. Tienen razón. Pero haría muy mal cualquier izquierda si se refugiara en esa condición para enarbolar algún tipo de defensa corporativa que desoyera la masiva crítica, o tan solo el recelo y la desconfianza de la sociedad con el sistema de la política formal. Esa distancia constituye un desafío que no debemos menospreciar, pues allí está el grito, tantas veces ahogado, de una sociedad que desaprendió la acción colectiva por la fuerza y que sin embargo, de una forma siempre contradictoria y nunca bien lograda, intenta de nuevo la grey.

La llamada a los independientes es todo eso, nada menos. Es a la vez la conveniente despolitización neoliberal y la crítica justa de la sociedad a una política que le dio la espalda. Son los tientos, sin dudas políticos, de una amplia franja que quiere inventar su propia politización. Ninguna militancia, por más consecuencia que pueda exhibir en sus currículos, debe soslayar ese hecho. Porque allí reside en parte la ética de una izquierda que no reclame ninguna forma de superioridad moral sobre el pueblo concreto, y porque allí está posada una de las claves principales para la acción colectiva en el momento actual. Si hay una democracia nueva que construir, estará poblada por la gente que produjo el neoliberalismo en cuarenta años.

6. La descomposición del variado campo de la transformación, no nos sirve. Tampoco las ufanas banderitas que regalan, someras, pasajeras posiciones en las encuestas o triunfos electorales de ocasión, ni ponerse ensayar a nombre de esas brevedades, hegemonías nuevas allí donde seguimos en deuda con el famoso bloque histórico. La eficacia electoral de las coaliciones vigentes debe quedar confinada en ese rol, sin reclamar todo el lugar de lo político. No negaremos la necesidad de esa astucia, a condición de compartir la necesidad de una inteligencia más alta, que permita superar lo que los hechos están superando ya, tan claramente, y avanzar a la conformación de una nueva alianza política y social, social y política, un espacio dispar, de gente desemejante, de trayectorias organizativas diferentes.

Es la hora de avanzar a la superación de los conglomerados existentes para constituir un nuevo sentido constituyente, un conjunto de propuestas no de papel, con arraigo efectivo, una nueva capacidad de acción política, asumiendo que, claramente, sin excepciones, los liderazgos, las fundaciones, las agrupaciones de partidos, pero también los movimientos sociales, seguimos siendo insuficientes. “Agrupémonos todos”, de nuevo, de otra manera, con disputas internas, pero de ideas. Hay mucha pega.

(7. Coda: Un espíritu multitudinario ha llegado a la plaza exhausto, apenas asido de la mano izquierda de sus esperanzas, traicionado y defraudado en ocasiones ya sin cuenta, ha sabido encontrar en su garganta los vigores que olvidó en las urnas. Le han pisoteado la fe, y sin apelaciones le han lanzado al fango los anhelos. Luego con voz atronadora le han reprochado la abstención. De lejos, desde arriba, con hondo recelo lo contemplan. Que ya no creen en la democracia, les dicen, que no se afilian al sistema, que se compran televisores planos, que no pagan sus deudas, que estudian en institutos profesionales, que tienen autos chinos, que escriben con mala letra, que comen chatarra, que se aglomeran, que se distraen con sus teléfonos en el metro, de ellos dicen todo eso; de ellos, los desafectos de la democracia ejemplar.

A un tiempo los condenan las altas izquierdas y las oligarquías elegantes. Pero son lo más parecido a lo que podría llamarse pueblo tras cuarenta años de neoliberalismo, mal que les pese a las cabezas del zoom con bibliotecas a la espalda. Son ellos, cotizantes forzosos, deudores del CAE, carne de micro llena, morenos de comunas dormitorio con su sobrepeso, es ella precisamente, con sus mechas de colores y sus rollitos chilenísimos, la ciudadanía; son toda esa masa, dispersa y congregada, el poder constituyente que no sale a trotar en las mañanas en Providencia. Son el apruebo. Son la calle. O es con ellas o no es con nadie. O es con ellos o no habrá mañana.)