La revuelta del 18 de octubre y la posterior llegada de la pandemia fueron verdaderos terremotos que desplazaron las placas tectónicas de la geometría social y política de nuestro país. Y como en todo proceso de transformaciones profundas, a diferencia de los periodos normales, los desplazamientos políticos van detrás de los sociales.

Si previo a la revuelta de octubre el Frente Amplio se erigía como el actor político con mayor credibilidad y sus dirigentes lideraban las encuestas, actualmente muy poco queda de eso, y el problema, desafiante problema, es que el espacio que ocupaba el Frente Amplio, hoy día nadie lo está ocupando. Es cierto que el Frente Amplio, embriagado por su propio éxito y su obsesivo afán de demostrar gobernabilidad, cometió muchos e importantes errores, pero también es cierto que los partidos de la izquierda extraduopolio, incluyendo aquellos que abandonaron el Frente Amplio post estallido, no han sido acertados para interpretar el nuevo momento social. Por otro lado, hay que decirlo, en un momento de gran crisis de los partidos políticos, tampoco la dirigencia social ha tenido la capacidad de protagonizar este nuevo momento.

Pero la revuelta de octubre no solo está modificando la geometría social y política, también ha acelerado el “tempo histórico”, es decir, la cantidad de eventos significativos que suceden en un mismo lapso de tiempo. Desde la extraordinaria movilización del 8M al día de hoy pareciera que hubiera pasado una eternidad, sin embargo, sucedió hace solo 9 meses. Dicho en otras palabras, lo que antes demoraba años en procesar, en tiempos de revuelta y pandemia sucede en unas pocas semanas. Y esto es importante de entender, no solo para el actual Frente Amplio sino también para todas las fuerzas transformadoras, el impacto de la revuelta y de la pandemia, cambiaron la geografía política- social y también el tempo histórico. Entonces, si antes era posible la construcción de un actor político en donde coexistieran las fuerzas transformadoras con las fuerzas socialdemócratas, eso es insostenible en la nueva geometría social que está irrumpiendo.

Es decir, la diferenciación de proyectos entre los antiguos aliados es parte necesaria del actual momento de proceso y no significa necesariamente procesos de rupturas traumáticas ni de lógicas revanchistas. Quien trate al otro de traidor o amarillo, peca de candidez pues era evidente la existencia dentro del Frente Amplio de una mirada socialdemócrata y, por otro lado, quien trate al otro de testimonial y de hacer política de nicho, se está pasando de vivo ya que siempre se explicitó la existencia de un proyecto de transformaciones profundas y esto, sin olvidar que los votos de unos y otros permitieron la elección de todos. Comprender que no hay traidores ni traicionados y que cada sector llegó adonde está gracias al otro, es imprescindible para la etapa que viene, pues sino se integra de buena forma el pasado, no se podrá acometer la etapa que viene y se repetirán los mismos errores una y otra vez. La diferenciación de proyectos no significa transformarse en enemigos con los cuales no sea posible llegar acuerdos tácticos, por el contrario, la separación de proyectos estratégicos presupone la libertad para llegar acuerdos puntuales, de lo contrario se le estaría dando la razón a quienes acusan de hacer política testimonial.

Por otra parte, se hace imperioso salir de la falsa dicotomía entre la dirigencia social, por un lado, y los partidos políticos transformadores, por la vereda opuesta. Así como los partidos transformadores se han distanciado del proceso social y deben reflexionar su rol para este nuevo momento, la dirigencia social tampoco ha sido capaz de ocupar un rol de incidencia en el actual proceso y eso también la debiera llevar a la reflexión. En ambos casos existen peligrosas caricaturizaciones, ni unos son perversos por ser partidos ni los otros son bondadosos por no haber llenado una ficha de afiliación. Ambos mundos son necesarios para avanzar y cada uno cumple roles distintos pero complementarios. El gran triunfo de Rodrigo Mundaca, el histórico defensor del agua, en las primarias del Frente Amplio es una muestra de eso. Rodrigo tuvo el coraje de “institucionalizarse”, participando en las primarias como candidato independiente de los “amarillos” de RD y éstos – más allá del cálculo que hayan tenido – fueron capaces de abrirle un espacio a un dirigente social con un accionar y un discurso bastante diferenciado del propio RD. Y esta ecuación generó quizás el resultado más significativo de las primarias, no solo para RD, sino también para la totalidad del Frente Amplio y, hay que decirlo, deja merecidamente a Rodrigo Mundaca como el dirigente social que tiene la mayor posibilidad de jugar un rol destacado y de gran incidencia en los próximos cuatro años.

En resumen, estamos diciendo que la nueva geometría social que se está generando, está obligando al acomodo de una nueva geometría política y lo sucedido esta semana con los liberales y los renunciados diputados RD, es un eslabón más que debe ser visto en su conjunto con la salida de Igualdad, ecologistas, libertarios y humanistas del Frente Amplio; la separación del PC de la ex Nueva Mayoría; la incorporación del PRO a Unidad Constituyente; además de la salida de Marcelo Díaz y Fernando Atria del PS, por mencionar las más importantes.

Y en esta nueva geometría es necesario la construcción de un nuevo actor, que resuene con el nuevo momento; que se asuma, sin ambigüedades, como un proyecto de superación del neoliberalismo; que dé cuenta de los partidos y movimientos que por décadas han buscado las transformaciones junto con aquellos que nacieron al calor del movimiento estudiantil; que en su interna sea posible la coexistencia de la dirigencia social con la política; y que, dado el singular momento que se vive, sea capaz de llegar acuerdos puntuales con las fuerzas socialdemócratas, aunque sin confundirse ni olvidar que la ex concertación tiene gran responsabilidad con todo lo sucedido. En otras palabras, para el nuevo momento social, sería un error pensar en un Frente Amplio 2.0 y, peor aún, un remake del Juntos Podemos, pues para nuevos momentos se requieren nuevos instrumentos y este nuevo momento requiere un actor político y social, que dé cuenta de la nueva politización eclosionada tras la revuelta de octubre, es decir, horizontal, territorial, feminista y libertaria.