16 de noviembre. El espectador

 

Enero de 2019. Estaba en el Hay Festival cuando llegó la alerta. En los intermedios nos preguntábamos qué pasaría con la revista que devorábamos para leer cosas bien pensadas y bien escritas sobre lo que sucedía en Colombia y el mundo. Semana tenía carácter en cada una de sus páginas. Era una revista con personalidad, rigor y credibilidad, ganados en franca lid durante décadas de valentía, consagración e independencia.

Pero “nada es eterno en la vida” y el trío nefasto ultraderecha-pasarela-billetera acabó con 36 años de trabajo.

La estocada más grave llegó con la primera salida de Daniel Coronell, en mayo de 2019. Su despido fue una decisión suicida, y reventó el iceberg por donde más dolía. A los pocos días el columnista volvió, pero la relación y el medio ya estaban rotos y mal remendados. No hay almuerzo en Miami capaz de curar lo que fractura un tsunami uribista.

Luego vino la segunda salida de Coronell, en abril de este requetebisiesto 2020. Esta vez al columnista más leído de Colombia lo despidieron vía Whatsapp, es decir, súmenle a la debacle la grosería.

Amé a Daniel Samper Ospina cuando renunció por solidaridad con su tocayo. Ambos Danieles están hechos de coherencia y valentía, son consecuentes con lo que piensan, escriben y deciden. Ambos salieron de la revista, y sin ellos ahí, suscripción cancelada.

Cada domingo seguía en mi celular a María Jimena y a Vladdo, imperdibles y más fuertes que cualquier silenciador; a Caballero, el más intelectual y crítico de todos; buscaba el riguroso valor de Calderón, la ética de Rodrigo Pardo y las luces de Federico Gómez Lara.

Fuerzas oscuras y evidentes acabaron con Semana. Da tristeza, por quienes consagraron su vida a construir un faro, y angustia, porque no podíamos darnos el lujo de perder una voz analítica en medio de este cuatrienio, con la democracia vulnerada, los entes de control (más entes que control) regidos por el partido de gobierno, y un presidente igual de fallido y peligroso cuando intenta ejercer con dos cabezas, o con ninguna.

Me duele la desaparición conceptual de esa Semana que nos acompañó y orientó por 36 años, la que existió hasta 2019, cuando empezó el principio del fin.

La Semana de aquella época -cuando pensar era un honor y cuestionarse, una obligación- no podía sobrevivir a esta patria boba regida por chequeras, autocracias y vedettes.

Es nuestra responsabilidad proteger a quienes quedan con el peso de la independencia, la veeduría y la verdad: El Espectador, íntegro y heroico desde siempre, fiel en su editorial, en sus columnas y contenidos, a la democracia y a él mismo; Los Danieles, lo mejor que les ha pasado a nuestros domingos; la Línea del Medio, defensora del Acuerdo de Paz; La Silla Vacía, pionera de los portales; el Pasquín y El Papel Periódico, del gran Vladdo; María Jimena, recién llegada a la W con su equipaje de neuronas, coraje y denuncias, y columnistas de otros medios como Ricardo Silva, Gabriel Cifuentes, Sara Trufano, León Valencia y otros libertarios, con la cabeza bien amoblada y blindadas su integridad y autonomía.

Y lanzar un S.O.S para que vuelva Enrique Santos Calderón, arquitecto de la paz, revolucionario del pensamiento y maestro de las palabras.