Cada pueblo tiene su cultura, sus ritos, una estética que proviene de arraigos históricos muchas veces rurales, modos y costumbres que permiten consolar, hacer el duelo, superar el dolor.

En el caso de Chile, desde la época de la Colonia las mujeres bordan. Lo hacen acompañándose, susurrando entre ellas las penas, confidenciando para pasar el mal rato. Es una larga tradición de la cultura popular que Violeta Parra supo transformar en arte, algunas de sus arpilleras bordadas terminaron en los museos. Por cierto que durante los años oscuros muchas viudas usaron esa tela tan rígida, ese género pobre con el que se hacen los sacos, las famosas arpilleras con las que denunciaron la desaparición, detención, el asesinato de sus hijos, maridos o padres. Las familiares valientes que no cejaron en buscarlos, bordaban con hermosos hilos de colores o con lanas también su tremendo dolor.

Ahora, en el confinamiento de la cuarentena, ante la muerte que se fue llevando a los enfermos de coronavirus, sin poder muchas veces acompañarlos en sus momentos finales ni tampoco asistir a su funeral, muchas mujeres buscaron consuelo retomando las agujas, dedal, tijeras e hilos de colores para ir zurciendo el dolor y hacer sus duelos. Puntada tras puntada escribieron los nombres de quienes se fueron, a veces alguna representación de su oficio o trabajo, una flor, un pájaro o una mariposa en vuelo… cociendo entre lágrimas hasta que se fueran cerrando las heridas.

Por las redes sociales se fueron encontrando, saludando, organizando y finalmente hoy se reunieron a los pies del Cerro Huelén en el centro de Santiago, para componer juntas una sola tela, remendada, como memoria de todos los nombres, recuerdo de los que no están.

«Para remendar el dolor», decidieron ponerse como nombre y formaron una organización de bordadoras. Se las puede encontrar por instagram en @pararemendareldolor o por el email bordadospararemendar@gmail.com

El foto-reportaje es de Claudia Aranda: