Por Carlos Santos.-

Hoy estamos muy acostumbrados a dejarnos llevar por el encanto del engaño consentido. Asistimos al espectáculo de miríadas de imágenes ficcionales en las pantallas comprometiendo nuestras emociones en algo que “viven” otros, siguiendo sus planes sigilosos y tratando de pesquisar los planes que están urdiendo. La complicidad con las ficciones televisivas son nuestro alimento diario. ¿Cuantas horas pasamos recreando las ficciones creadas por otros en los programas de “ficción” o en los que ficcionan la “realidad” (los noticieros)?

Podemos considerar que además de esas ficciones, existen otras que son nuestro verdadero semillero de creencias. Estas historias que nos han contado y nos hemos contado son las que conforman un entramado de creencias básicas que nos permiten justificar un sentido en nuestras vidas.

¿Y qué es más real? ¿Acaso cuando me emociono con una película, la emoción es falsa o menos real que cuando me sucede en mi vida de relación?

¿Y que pasa con nuestras creencias? ¿Acaso es más real creer en el dinero que en el amor, o es más interesante creer en el arte que en la seguridad? ¿Quién tiene la vara para medir semejante subjetividad?

¿O no vivo como real lo que vivo en los sueños?

Quiero decir que todos vivimos montados en una suerte de relatos más o menos comunes a la especie pero con muy floridas y particulares características.

Desde cierto punto de vista podemos decir que todos nos dirigimos hacia la “obtención” de Mundos de Ficción.

Son esos mundos los que nos estimulan y nos permiten perseguir objetivos para uno mismo, para el grupo familiar más cercano, hasta podemos perseguir mundos que suponemos óptimos para la mayoría del planeta, a veces, sin considerar si esos otros están de acuerdo o no con nuestros planes. Y acá empiezan los problemas.

Incluso como estos relatos o mundos (tratando de ser más precisos sicológicamente: estas ilusiones o creencias) varían de acuerdo a muchos factores. Variaciones que pueden ser más o menos explícitas…. Aquello que acordamos en un momento con otra persona en una especie de pacto inmaculado e inmutable parece que le agarró un viento o, a veces, sólo una brisa y “se rompió el pacto”.

Hay además contextos más proclives a estas variaciones que otros, no es lo mismo una lejana aldea pastoril de principios del siglo pasado a una ciudad moderna actual, y por supuesto que la variabilidad del ámbito impacta fuertemente en la movilidad de escenarios y consecuentemente en las ilusiones o creencias epocales.

Así que estos mundos internos que movilizan a las personas a buscar aquello que “completa” su vida, aquello que le da sentido, también se ven muy influenciados por las variaciones del mundo externo.

¿Cómo podríamos decirle a un poeta que encuentre alguna realidad tangible en el frenético mundo de la bolsa de valores?

Quizás es más fácil que el poeta pueda encontrar alguna motivación… pero no le pidamos al accionista que encuentre algún estímulo en la poesía…. Pero las cosas no son tan fijas… quizás las acciones caigan estrepitosamente y nuestro amigo inversionista empiece a necesitar un poco de poesía en su vida….

Un activista protege los derechos de los animales, un supremacista blanco persigue unos ideales siniestros para unos pocos, un niño dialoga con su compañero de juegos imaginario y un banquero se encoleriza si bajan sus acciones en el mercado de las “realidades del dinero”, todos ellos viven con gran convicción sus mundos tan opuestos pero conectados todos en esa esencia humana que nos hace vivir con una especial emoción los sueños más queridos o las locuras más horrendas.

Existen infinitos mundos. Hay más mundos o relatos o creencias o ilusiones que personas en el planeta.

¿Y quién dice dónde está lo “verdadero” o lo “real”? ¿Acaso alguien podría decirlo?

Hoy estamos en un mundo que va evolucionando y empieza a ser políticamente correcta la noción de “autopercepción”, por ejemplo en cuestiones de género u orientación sexual, además este concepto ha empezado a cobrar adeptos también en muchas áreas. Sin embargo, todavía se imponen modelos de conducta, nacionalidades y otro montón de estándares sociales para poder discriminar a quiénes no cumplen con lo que es “bien visto” en esa parte del territorio.

Hay ideales que son de este mundo, hay otros que parecen completarse en otros mundos, digámosle, mundos espirituales, hay también una yuxtaposición de mundos, si aspiro a cosas de otro mundo mi comportamiento en este espacio-tiempo debe ajustarse a determinada ética de relación y desde este punto de vista tenemos otro infinito esquema de miradas, según época y lugar. Pero dejemos este punto por ahora ya que lo veremos en otra nota: “Mundos Espirituales”.

Sin embargo, desde el punto de vista que veníamos mirando a los ensueños cotidianos y permanentes que impulsan la vida de las personas podríamos decir que todos los mundos son de ficción y a la vez son absolutamente reales para quienes los viven.

Y como todo viaje importa mucho a donde uno quiere llegar, igual que en una película… es muy importante el final…

¿Será posible justificar todo el viaje sin considerar siquiera el tema de la muerte?

Hay comedias y tragedias, películas pasatistas, documentales y en todos ellos hay un relato construido, algo que queremos contar, todas son ficciones, como nuestras vidas… pero todo puede ser vivido con intensidad y sentido, con mayor o menor coherencia, un mundo o un relato tampoco se construye en solitario aunque en nuestra íntima conciencia no nos queda otra que amigarnos con el protagonista que somos nosotros mismos. Esos mundos que son de ficción para otros, son nuestra vida, la clave es como vivirla mejor para poder amarla y sobre todo que tenga un buen final! Como las películas….

Carlos Santos. Ciudad de Buenos Aires. Argentina. Octubre de 2020

* Estos temas están tratados con mayor profundidad en “El Paisaje Interno” de “Humanizar la Tierra” de Silo.

El artículo original se puede leer aquí