Por Rodrigo Infante Varas

El documental «Una vida en el planeta», de David Attenborough, publicado en Netflix recientemente, nos entrega su testimonio de vida y una verdad evidente e insoslayable. Nuestro planeta, el medio ambiente que compartimos con otros miles de especies, tiene un límite, no puede explotarse o utilizarse indefinidamente, existe un momento en que se debe decir: suficiente.

Para nosotros desde Santiago de Chile, este ejercicio puede parecer distante, lejano, fuera de nuestras posibilidades para poder hacer algo real donde esto pueda hacerse verbo, acción.

La comuna de San Miguel, posee un área de 10 km2 y una población aproximada de 80.000 personas. En esta comuna se ha conocido hace unos días la construcción de un proyecto inmobiliario de grandes dimensiones, 29 edificios, más de 5.000 departamentos y con una cantidad de habitantes estimada en 10.000 personas, todo esto en un poco más de 2 hectáreas de terreno.

Este proyecto se haría en terrenos que antes pertenecían a la Ciudad del Niño, un programa de apoyo a niños y adolescentes en situación de vulnerabilidad creado en 1943. Esta fundación actualmente atiende a 13.500 niños en el país, aunque ya no es propietaria de los terrenos.

Estos terrenos tienen una historia de apoyo a la sociedad, un aporte a la cultura solidaria de la comuna y para el país. Por lo tanto el proyecto tiene a una parte de la comunidad de San Miguel en estado de alerta. El desarrollo de este proyecto tan grande en un área muy reducida generará un aumento muy importante en la demanda de servicios y sobre la estructura vial, generando una importante caída en la calidad de vida de toda la comuna, dado que la población aumentaría en un 12% en cantidad de habitantes y su densidad de población obviamente también aumentaría. En la comuna de San Miguel, solo el 45% de la población tiene acceso a un parque de 5.000 metros cerca de su hogar, mientras que ese indicador en Vitacura es de un 74% de la población.

Los habitantes de San Miguel desean convertir esta área en un parque para dar mayor acceso a sus habitantes a este tipo de espacios, mejorando el estándar que ya muestra un parámetro deficiente.

La enfática recomendación de Attenborough es que para reducir el impacto ambiental del ser humano, la primera tarea es mejorar la calidad de vida y bienestar de la población. En este caso específico este proyecto no cumple con esa máxima en ese lugar de esfuerzo y clase media.

Otro argumento para considerar de una vez en Chile es que es necesario y urgente detener conscientemente el crecimiento de Santiago y generar crecimiento de las regiones y las ciudades que las componen. Para esto se ha pensado en tener opciones tributarias preferentes para empresas que se instalen en Regiones y así generen empleo y desplazamientos de personas desde Santiago que reúne sobre el 40% de la población del país hacia otras localidades de manera permanente.

Existe un límite al crecimiento, debemos enfrentar la realidad y aceptar que Santiago ya lo ha alcanzado, y que los proyectos de aumento de la superficie de la ciudad, no son ya adecuados. Se debe aumentar la sustentabilidad de la ciudad y mejorar la calidad de vida y eso conlleva limitar este tipo de proyectos constructivos, aumentar los parques y hacer todos los esfuerzos posibles para que parte de la actual población de Santiago encuentre un hogar fuera y mejore la calidad de vida de la gran mayoría de las comunas del país. Chile está al debe en estas cuentas.