Por Jorge Nuñez Arzuaga¹

 

Desde los primeros asentamientos de tribus, aldeas o poblados en los cuales la voluntad de cooperación impulsó la expansión de incipientes comunidades y luego de ciudades estados -configurando las diversas civilizaciones que jalonan la historia-, hasta las actuales urbes que concentran más de la mitad de la población mundial, los entornos urbanos marcan el pulso de nuestro desarrollo.

El principio del Siglo XXI plantea nuevos desafíos para los conjuntos humanos y sus espacios sociales: la emergencia sanitaria provocada por una pandemia y la necesidad  de mantener “aislamiento físico”; la 4ta. revolución industrial que tensiona la relación producción-trabajo, los modelos económicos y la distribución de la riqueza; el cambio climático que afecta la calidad de vida en diferentes regiones del globo; las nuevas tecnologías de la comunicación, la inteligencia artificial y las energías alternativas, entre otros temas relevantes  y urgentes.

En ese contexto, quienes tienen responsabilidades actualmente en los gobiernos locales no pueden eludir el debate, por el contrario, están impelidos a explorar opciones  para garantizar los derechos humanos y el respeto al medio ambiente.

En noviembre de 2019, la Cumbre Mundial de Líderes Locales y Regionales (CGLU) celebrada en Sudáfrica, consensuó la Declaración Política de Durban: “La transformación que hay que llevar a cabo en nuestro modelo de desarrollo sólo será posible si responde a los sueños y expectativas de la ciudadanía y de las comunidades, y si se asume la responsabilidad colectiva de adaptarnos y asumir compromisos en pos de sociedades más igualitarias, justas y sostenibles.

El cambio que necesitamos para transformar las sociedades será local, o no será. Las comunidades, en relación con sus territorios, deben estar en el centro de la toma de decisiones para localizar los logros significativos en las agendas globales y asegurar una vida decente y un futuro sostenible para las próximas generaciones”.

Para el Movimiento Municipal Internacional es importante comprometerse a “lograr la igualdad, la diversidad, y la universalidad” “aboga por la transición de un sistema internacional a un sistema interurbano, interdependiente y solidario de gobiernos locales”, sin perder de vista la columna vertebral rural de la humanidad. “Para ello, el ADN del movimiento internacional local y regional se estructura sobre la base de vínculos más estrechos entre un sistema de ciudades más equilibrado y el fortalecimiento de la continuidad entre lo urbano y lo rural”.

Bajo la consigna “Apropiación a nivel local para el futuro de la humanidad”, el Documento de CGLU señala que “En un mundo interconectado, los problemas locales ya no se pueden resolver únicamente a ese nivel, y la transformación global que responde a las necesidades de las comunidades no es posible sin que las comunidades locales la asuman como suya. El movimiento municipal internacional facilitará una plataforma local-global para asegurar que nuestras voces sean escuchadas y que, a través de la gobernanza de la proximidad, contribuyamos al pensamiento de nuestras comunidades desde nuestras propias perspectivas”.

Un Estado municipal en adaptación creciente

En el marco de un conversatorio realizado hace unos días para intercambiar puntos de vista orientados “Hacia un nuevo paradigma del Estado”, el investigar del Centro de Estudios Humanistas, Javier Tolcachier, puntualizaba que Hoy existe en el mundo una tendencia a la desestructuración de formas anteriores y a la reconfiguración de la organicidad en nuevas matrices. Es posible entonces aprovechar esta tendencia mayor de manera consciente y elaborar estrategias para la transferencia creciente del poder de decisión y acción a las comunas, los municipios y los territorios como paso ineludible para recuperar la soberanía arrebatada por una superestructura estatal cada vez más alejada de la base social”.

El Estado, y la Democracia, necesitan no sólo un “restyling” sino también una profunda resignificación desde sus cimientos, como dice Tolcachier Esta reconfiguración institucional, para no caer en una atomización secesionista y conservar un carácter de conjunto, debe pensarse en términos federativos, en las que los municipios puedan expresar las necesidades particulares de sus habitantes y colaborar con otros en la búsqueda de soluciones y proyectos compartidos.

La imagen del poder comunal no solo permite una mayor incidencia democrática y un contralor más efectivo por parte del pueblo mismo, sino que también coloca el tema de la reconstitución del tejido y los lazos en la misma base social como un primario”.

Profundizar la autonomía local

El Consejo Virtual de Mercociudades reunido este 4 de agosto abordó en sus deliberaciones las perspectivas post pandemia. “En estos meses ha quedado en evidencia la importancia de la gobernanza multinivel  y de los espacios de articulación entre los diferentes niveles de gobierno como fortalezas para dar una respuesta coordinada y efectiva a la pandemia y a las necesidades de la población. Desde los gobiernos locales se han realizado innumerables acciones que en muchas ocasiones exceden sus posibilidades económicas y financieras. Si bien no exime a cada actor y nivel de gobierno de la asunción de sus responsabilidades, pone en evidencia que se dieron y pueden dar mejores respuestas si se respeta, fomenta y profundiza la autonomía local, promoviendo la práctica de una ciudadanía responsable con pleno ejercicio de sus derechos y deberes”.

En noviembre de 2020 Mercociudades cumplirá 25 años, constituyendo una red de intercambio comercial y cultural entre los países miembros y asociados del Mercosur en la región sudamericana, involucrando a gobiernos locales que representan a más de 120 millones de personas.  En su declaración del LIV Consejo virtual del 04/08/2020 considera que los ciudadanos y ciudadanas “deben ser hoy día el centro de todas las políticas públicas, siendo escuchados para que el futuro de nuestras ciudades sea un futuro de oportunidades, de participación, de innovación, de resiliencia, en el que todas y todos estén incluidos y nadie quede un paso atrás”.

Hacer efectivas tales expresiones de deseos implican voluntad política desde el poder formal, y militancia social para construir poder real, con proyectos genuinamente colectivos, sinérgicos y estratégicos.

Un verdadero cambio de etapa

Como reza el Preámbulo de la Carta de Ciudades Educadoras:  “Estos son los grandes retos del siglo XXI: en primer lugar, “invertir” en la educación, en cada persona, de manera que ésta sea cada vez más capaz de expresar, afirmar y desarrollar su propio potencial humano, con su singularidad, creatividad y responsabilidad. En segundo lugar, promover condiciones de plena igualdad para que todos puedan sentirse respetados y ser respetuosos, capaces de diálogo. Y, en tercer lugar, conjugar todos los factores posibles para que pueda construirse, ciudad a ciudad, una verdadera sociedad del conocimiento sin exclusiones, para lo que hay que prever, entre otras necesidades, un acceso fácil de toda la población a las tecnologías de la información y de las comunicaciones que permiten su desarrollo…”

“La humanidad no está viviendo sólo una etapa de cambios, sino un verdadero cambio de etapa. Las personas deben formarse para su adaptación crítica y participación activa en los retos y posibilidades que se abren con la globalización de los procesos económicos y sociales; para su intervención desde el mundo local en la complejidad mundial, y para mantener su autonomía ante una información desbordante y controlada desde centros de poder económico y político”.

Es el Estado Municipal entonces quien debe articular todos los espacios donde se expresa el trabajo, la cultura, el deporte, la religiosidad popular, priorizando los conflictos y abordando las soluciones en amplios foros comunales que legitimen los programas de gobierno.

En este sentido, sobresalen algunos aspectos como vectores de transformación:

La democracia directa, haciendo efectivos los mecanismos de consulta popular, audiencia pública, banca abierta, referéndum, plebiscito, presupuesto participativo, revocatoria de mandato, consejos consultivos, iniciativa legislativa, descentralización municipal, auditorías ciudadanas, etc.

La economía solidaria, desterrando el poder de la especulación financiera y la usura, desconcentrando el capital y encauzándolo hacia la producción y hacia la distribución de la riqueza con justicia social.

La educación para la no-violencia, como una referencia válida de comportamiento personal y comunitario para la convivencia.

La ecología social, que considera al desarrollo sustentable, donde los recursos se utilizan en función de la superación de la pobreza y del mejoramiento conjunto de la calidad de vida.

Una cultura de paz, fundada en los principios de libertad, democracia, igualdad de oportunidades, justicia, tolerancia, solidaridad y respeto a la diversidad.

Comunicación plural, favoreciendo la apertura de medios comunitarios donde se expresen todas las voces del quehacer humano.

Una nueva espiritualidad, superadora del dogma, la intolerancia y el fanatismo, para que se libere el sentimiento religioso y la posibilidad de una experiencia trascendente.

La planificación estratégica, tanto desde las órbitas del Estado como desde la educación formal para que cada ciudadano pueda prever las consecuencias de la acción; establecer parámetros en las relaciones personales y sociales, y proyectar de acuerdo a sus aspiraciones y al interés colectivo.

En resumen, se trata de políticas con una visión integral, que toman en cuenta todas las partes del cuerpo social y relacionan los contextos, orientando los procesos -productivos, económicos, educativos, científicos- con metas posibles y mensurables en el tiempo.


¹ Poeta y periodista. Miembro del Centro de Estudios Humanistas Moebius, Mar del Plata (Argentina).