Un gobierno que se ve forzado a realizar cambios de gabinete con la frecuencia del actual, en cualquier parte del mundo es un gobierno fracasado. Al margen de los cambios en que ha tenido que incurrir por chambonadas de algunos de sus ministros, lo relevante es la incapacidad gubernamental para encarar crisis con los ministros que lo acompañan.

Ahí está la crisis no resuelta en la región de la Araucanía; ahí está la crisis gatillada por el estallido social; ahí está la crisis desatada por la pandemia; y la última, por la guerrilla interna de la coalición que lo sustenta, ChileVamos.

La realidad en La Araucanía no muestra signos de amainar, muy por el contrario, se mantiene incólume, gobierno tras gobierno, con el agravante por parte del gobierno actual que asumió teniendo entre sus banderas la crítica permanente a los gobiernos de la Concertación y de la Nueva Mayoría. Ahora con el gobierno en mano, la derecha tampoco ha sido capaz de vertebrar alternativa de solución alguna sin militarizar la región. La Operación Huracán y el crimen de Camilo Catrillanca son el rostro del fracaso.

Por su parte, el estallido social gatilló las salidas del hombre fuerte y ministro del interior de entonces, Andrés Chadwick, y del ministro de hacienda, Felipe Larraín, por sus respectivos manejos político y económico de una crisis que solo pudo ser suspendida por una pandemia que nos pena hasta ahora. Pandemia que también dio origen a otro cambio de gabinete centrado en el ministro de salud.

Y por último, está el reciente, causado por la rebelión en las huestes oficialistas frente a la tozudez gubernamental por parapetarse en una estrategia de apoyo a quienes la están pasando mal caracterizada por su ineficacia, insuficiencia y tardanza. Estrategia que ha forzado al parlamento la aprobación del proyecto de retiro del 10% de los fondos que las personas tienen en las AFP con el apoyo no solo de la oposición, sino de parte importante de los propios congresistas oficialistas. Esta rebelión ha desatado una guerrilla interna que no se sabe si el gobierno está procurando apagar con el último cambio de gabinete. No sabría decir si la está apagando con bencina o con agua.

La luna de miel con Evópoli duró poco. Evópoli perdió el ministerio del interior que la UDI considera de su propiedad y no se cansó hacerlo ver hasta recuperarlo, ahora de la mano de Víctor Perez, un senador  fiel representante de la derecha pinochetista, y que por lo mismo, se asume que sabe “cómo hacerlo”. Para compensar el juego al interior de la UDI, el diputado Bellolio representante de una derecha más blanda, asume como vocero. Por el lado de RN, Piñera no pudo sustraerse a la presión de Allamand, uno de los más insistentes en la necesidad del cambio de gabinete antes de la próxima cuenta pública, incorporándolo. Sin saber dónde ponerlo, tuvo que sacrificar a su ministro de relaciones exteriores, Teodoro Ribera. Y para equilibrar el juego al interior de RN, a Miguel Desbordes representante de la derecha social lo anula poniéndole un bozal al colocarlo como ministro de defensa y dando de baja a Espina.

Está clarito que es un cambio destinado a amainar la guerrilla que se vive al interior de ChileVamos y a enfrentar con tambores de guerra el plebiscito que viene, así como las elecciones que se avecinan en los años que siguen. Un cambio que da cuenta de la pérdida de poder de Piñera y de que parece estar largando la esponja.