Frente a los abusos y desigualdades del capitalismo chileno tuvo que llegar la rebeldía popular de octubre del año pasado a decirle a empresarios y políticos que había que terminar con tantas trampas. Y, ahora, el coronavirus ha puesto al desnudo la fragilidad de la salud pública, el hacinamiento en las poblaciones y la pobreza, que la elite quiere negar. Esto explica que tuvieran que pasar tantos años para concretar la ley que termina con la reelección eterna de autoridades en el Parlamento y en los Municipios.

La mayoría del Senado rechazó aplicar retroactividad a la ley que termina con la reelección eterna de senadores diputados y autoridades comunales. La mirada de la ciudadanía no les importó. Optaron por el privilegio de la continuidad. Sin embargo, la Cámara de Diputados, aprobó la ley de término a la reelección y ratificó la retroactividad, porque según varios constitucionalistas, ésta debe aplicarse en lo inmediato (in actum).

Así las cosas, para las próximas elecciones quedarán sin derecho a repostularse casi 100 alcaldes, 37 diputados y 13 senadores. La persistente presión de la sociedad civil por la renovación de sus representantes y la decencia de unos pocos parlamentarios podrá mejorar la dignidad del Parlamento.

El senador Francisco Huenchumilla, junto con apoyar la no reelección en el pleno del Senado, se adelantó en su intervención a los abogados constitucionalistas y advirtió a sus colegas el error que estaban cometiendo. Señaló que, si la ley impide repostularse, rige in actum la retroactividad para los legisladores en ejercicio, por ser una “norma de derecho público”. En consecuencia, no se podrán repostular a nuevas elecciones los senadores que hayan cumplido dos periodos (16 años), y diputados y alcaldes con tres periodos. No le creyeron a Huenchumilla y el Senado quedó en vergüenza.

Los partidos y las instituciones de la República han perdido esa capacidad de representación que tuvieron en el pasado y, especialmente los jóvenes y los sectores populares, no se reconocen en el actual sistema político, con una participación electoral en nuestro país es una de las más bajas del mundo. Es una realidad inocultable, que las encuestas ayudan a destacar cada cierto tiempo.

El Parlamento no ha sabido representar a una ciudadanía que quiere terminar con los abusos que se repiten cotidianamente. Entre tantas cosas, la colusión y engaño a los consumidores de las grandes empresas, junto a la compra de políticos; AFP que ofrecen el cielo a los pensionados y los condenan al infierno; y, esas ISAPRES que desprecian a los ancianos y mujeres embarazadas.

La ciudadanía se ha dado cuenta que el discurso del crecimiento y reducción de la pobreza ya no es convincente. Frente a los abusos y desigualdades del capitalismo chileno tuvo que llegar la rebeldía popular de octubre del año pasado a decirle a empresarios y políticos que había que terminar con tantas trampas. Y, ahora, el coronavirus ha puesto al desnudo la fragilidad de la salud pública, el hacinamiento en las poblaciones y la pobreza, que la elite quiere negar. Esto explica que tuvieran que pasar tantos años para concretar la ley que termina con la reelección eterna de autoridades en el Parlamento y en los Municipios.

Sin embargo, la pasión por el poder todavía resiste y el nerviosismo cunde transversalmente. En el Senado ya se habían escucharon argumentos, poco convincentes, en favor de la reelección eterna, dónde destacaron transversalmente Pizarro, Navarro, Letelier, Coloma y García Huidobro. Ahora, con la implementación in actum de la ley, cunde la desesperación porque no quieren abrir paso a las nuevas generaciones.

Hay que tener cuidado porque existen maniobras en curso. Se buscan fórmulas, desde el Ejecutivo y en algunos partidos políticos, para revertir la decisión de la Cámara de Diputados, en particular en lo que se refiere a la retroactividad de los alcaldes. Sería lamentable.

La crisis de las instituciones y la desafección con la política revelan que es urgente cambiar. El país no resiste y se nota en las incontrolables protestas callejeras. Se necesitan nuevos parlamentarios, que se hagan cargo de las demandas por justicia de la ciudadanía y terminen con la captura empresarial de los políticos. Sólo así se restituirá la dignidad del Parlamento.

Las protestas del 18 de octubre pasado y la pandemia actual obligan a refrescar la política y sus instituciones. Grave sería que nuevamente se inventaran trampas para continuar la reelección de políticos eternizados en sus cargos. Las correctas decisiones de hoy abren el camino para una nueva Constitución.