Por Ilaria Fontana, Sofia Divincenzo, Nicolò Faggion y Francesca Ferri

Ada Huentecol es una joven mujer Mapuche, madre de cuatros hijos. Junto a su compañero regresó a su comunidad mapuche de origen después de algunos años en que vivió en Santiago.

Su cara transmite gran inocencia, su tono de voz mucha bondad.

Escuchando sus cuentos entendemos que antes de Diciembre 2016 ella y su familia siempre han vivido en paz, no obstante su casa se encuentre en Curaco, en la región de la Araucania, una de las áreas más militarizadas de Chile. Aquí se verifican muchos enfrentamientos entre las fuerzas armadas del Estado y miembros de comunidades mapuche involucrados en “recuperaciones territoriales”, pero la familia de Ada se ha siempre quedado al margen de estas acciones.

Las recuperaciones territoriales son procesos durante los cuales las comunidades mapuche ocupan físicamente, construyendo casas, cultivando, llevando animales, etc…territorios que consideran y reclaman como ancestrales, parte de lo que fue el antiguo territorio mapuche y que hoy se encuentran en manos de privados y/o transnacionales.

Su vida cambió completamente el 16 Diciembre 2016. Era un domingo por la mañana cuando su hijo menor, Isaías, salió a dar una vuelta en bicicleta por el barrio; llegando a la calle principal se encontró con un oficial de la policía que, sin ningún motivo, lo golpeó haciendo que cayera de la bici. El chico empezó a gritar el nombre de su hermano mayor, Brandon, que se apresuró a ver lo que estaba pasando.

“Cuando llegué vi que lo habían inmovilizado. Empujé al carabinero para intentar ayudar a mi hermano pero me dispararon con la escopeta por la espalda y me tiraron al suelo.” afirmó Brandon. El abuelo de los dos chicos, que vendía bebidas en un quiosco en la esquina, escuchando los gritos de los nietos llegó corriendo al lugar del acontecimiento. Allí ya se encontraban 15 miembros de las fuerzas policiales. Rogó a los carabineros para que dejaran a sus nietos, y no recibiendo respuesta, se fue a llamar a su hijo, el papá de Brandon; en eso estaba cuando escuchó un disparo desde la calle.

Cuando volvió con su hijo encontraron a Bradon en el suelo, inmerso en un charco de sangre, con perros rodeándolo y los carabineros parados mirando la escena, sin hacer nada. El papá del chico quiso saber inmediatamente quién le había disparado, pero tampoco obtuvo respuesta. Hasta tuvo que insistir para que los carabineros llevaran a Brandon al hospital porque la ambulancia tardaba en llegar.

Brandon quedó hospitalizado un mes entero y fue sometido a 17 operaciones; en su cuerpo quedaron de todas formas 80 perdigones de plomo localizados en lugares cercanos a órganos vitales, como los pulmones, cuya extracción podía resultar demasiado peligrosa.

Después de varios meses transcurridos entre hospitales y clínicas, llegó el momento del proceso judicial. La familia de Brandon pidió la condena del oficial de policía por homicidio frustrado y conducta ilegítima, acusaciones que consideran como pena hasta 20 años de reclusión. La sentencia se emitió el 18 de Enero 2019 y el oficial Riveira Silva salió con una condena por un crimen menor y teniendo que cumplir sólo tres años de detención en libertad condicional.

Ada, la mamá de Brandon, nos contó toda la historia; sienten rabia, frustración y un sentido de impotencia frente a todo lo que ha pasado. Este “accidente” ha cambiado completamente su vida y la de su familia. Nos repite muchas veces que se sienten ridiculizados por la sentencia recibida y sin protección como ciudadanos del Estado, cuyas fuerzas públicas en vez de protegerlos, los amenazan.

“Para nosotros, los Mapuches, no existe justicia” concluye Ada con la voz rota por el llanto. Es por esto que hoy Ada decidió actuar, pretendiendo justicia por los daños físicos y psicológicos que su hijo tuvo que sufrir y para que se reconozcan sus derechos como ciudadana y Mapuche.

En un día de Agosto 2019 la encontramos de hecho en un proceso de recuperación de un territorio que se encuentra al lado de su casa; hoy en día la tierra pertenece a un empresario chileno, pero en su origen era tierra mapuche. El proceso de recuperación procede con el apoyo de las comunidades mapuche cercanas; el deseo de Ada es de construir allí una ruka (casa tradicional mapuche) y crear un espacio común y compartido para el cultivo y la cría de animales.

En Chile, los actos de violencia en contra de la población indígena a menudo no son sancionados; por esto fue importante ver como Ada eligió no rendirse y seguir luchando por sus derechos como Mapuche, como madre, como persona. Por los derechos de su hijo y su familia.