“Mira cómo, lentamente, camina esa pareja. Mientras él enlaza su cintura ella reclina su cabeza sobre el hombro amistoso. Y avanzan en el otoño de las hojas crepitantes… en la expiración del amarillo, del rojo y del violeta. Jóvenes y hermosos avanzan, sin embargo, hacia la tarde de la niebla plomo. Una llovizna fría y los juegos de los niños, sin niños, en jardines desiertos.”  Silo

Recurro a este fragmento del Libro – Paisaje Interno, de Silo, para intentar explicar algo que llevo aprendiendo con su lectura respecto de las miradas y los paisajes y de cómo estos elementos conforman lo que llamamos Cultura.

El autor utiliza este poético fragmento para llamar la atención sobre lo que sus palabras e imágenes pueden sugerir para unos y otros. ¿Libera sueños y reaviva suaves y amables nostalgias?  ¿Serán promesas por cumplirse en los días radiantes que vendrán? ¿Será el lamento de quién perdió amores o posibilidades y cayó en un extraño e inesperado vacío?

Es curioso eso de que frente a un mismo paisaje uno se reconforta y se expande, mientras aquél se angustia o se deprime, y otros tantos se exaltan o quedan sobrecogidos.

“Eso sucede con aquello que se ve y aquello que se escucha” –sigue el autor. “Tomemos como ejemplo la palabra “futuro”. Este se crispa, aquél permanece indiferente y un tercero sacrificaría su “hoy” por ella”.

Tomemos como ejemplo las reacciones a la música, a las palabras con significado social o religioso, observemos el impacto sobre unos y otros ante una pieza teatral, una película, un movimiento de danza, un tipo de pintura, una novedad arquitectónica o los sabores de comidas desconocidas, en fin, a todo lo que reconocemos como cultura material o inmaterial.

Hablar de cultura es como hablar de todo lo existente, e incluso de nuestra idea sobre lo no existente, tamaña diversidad de conceptos para explicar este término ya tan masticado por la antropología, la sociología, etc…

¿Qué cosa sea quizás de utilidad para “sentir” la importancia que tiene la cultura, en el desarrollo de estos paisajes a los que se refiere Silo?

Para este pensador “hay un paisaje externo que es lo que percibimos de las cosas, y un paisaje interno que es lo que tamizamos de ellas con el cedazo de nuestro mundo interno. Y estos paisajes son uno y constituyen nuestra indisoluble visión de la realidad.”

Así que llamo realidad a una combinación entre lo que captan mis sentidos y mi particular forma de traducir, de elaborar y de comprender todo lo que capto. Entonces ¿qué pasa cuando me doy cuenta de que estas vivencias se hacen desde un cuerpo, un lugar y una época? ¿y cuándo entiendo que lo que llevo en mi memoria es, muchas veces, la razón misma para adherir o rechazar?

Solemos vivir más cómodamente dentro de lo que reconocemos como “muy nuestros”.

No vamos a discurrir sobre estas “mecánicas de la consciencia” pero considerarlas nos sirve para advertir que son muchas las visiones sobre la realidad y que son ellas las que orientan a los seres humanos en una dirección u otra. Sirve para ver que, entre la sospecha y la esperanza, nuestras vidas se orientan hacia “paisajes” que coincidan con algo que hay en nosotros.

Desde el arte popular al erudito, es admirable y encantador ver la capacidad que tienen los artistas de plasmar sobre el papel o la piedra, sobre la tela o los escenarios, en sus cuerdas vocales o en una guitarra estos personajes, cosas y situaciones que habitan los paisajes externos e internos de cada uno y de grupos humanos.

Y es interesante ver cómo, más allá de sus propios espacios geográficos y sus condiciones sociales, los jóvenes de una generación se conectan con algunas de estas producciones artísticas como si la sensibilidad de la época les permitiese “descodificar” en ellas aquellos valores de lo nuevo o el clamor de sus necesidades.

Ya no me parecen tan interesantes los intentos de unos y otros por vender sus producciones como algo que, en sí mismas, encierran “la realidad”, “la verdad”, “la sabiduría”, o “la belleza suprema” eludiendo así toda la diversidad de las miradas.

Suele ser más bien de las empresas, de ciertos grupos de poder o de los Estados, la intención de apropiarse de los signos, los símbolos y las alegorías que los artistas producen o sobre los cuales producen sus obras. Tal apropiación les sirve para enaltecer aquello que nos quieren vender y lo publicitan para conquistar y mantener un status de poder.

Y desafortunadamente sirve también para dictar e imponer qué estilo, qué estética, qué discurso se debe tener cuando, por ejemplo, un régimen autoritario quiere establecerse; y de esto sabemos todos, porque los pueblos ya lo han visto muchas veces a lo largo de la historia.

Quizás por esto a veces me suene algo incómodo, lo que algunos definen como “disputa de narrativas”. Es más que eso. Es casi siempre la imposición de un “paisaje” sobre otros, es el intento de controlar la subjetividad de otros o de borrarlos del relato. Ya sabemos que la moral también sirve de disfraz para los intereses. Y ya sabemos que “mis intereses”, por más “justificados” que estén por la escasez del bien que deseo y disputo, o por “mis méritos”, pueden terminar suprimiendo la expresión o la vida de otros.

Es así como poco a poco se pueden desviar las democracias, donde se empieza a poner mordazas y llevar a sus actores a los tribunales por blasfemia, donde se impide que ciertas pinturas se expongan o que ciertas películas sean subvencionadas. Y si hablamos de regímenes no democráticos, entonces podemos pensar que ahí la pena más leve es dejar que un joven se pudra en la cárcel por usar memes y vídeos musicales, para hacer sátira política de gobernantes.

Este Cuaderno de Cultura no pretende dar respuestas a todo ni podrá opinar sobre todo. Pero será beneficioso si entre colaboradores y seguidores podemos, en lugar de querer responder a todo, tan solo hacernos preguntas interesantes, sin la prisa obligada de opinar en redes sociales.

Queremos tiempo para escribir como siempre y producir, también en nuevos formatos, a partir de las cosas en las que participamos, reflexionamos y contemplamos, en presencia o virtualmente. Porque vimos que, avanzando con otros por el camino, nuestra visión se modifica y genera un extraño acercamiento al otro…

Descubrimos que este paisaje se transforma y transforma mi mirada sobre el otro, que en esta pantalla mental y emotiva se meten nuevos personajes y figuras, que se puede oler con otras narices, que se puede saborear con otros paladares, ver con otros ojos y todo eso que nos encanta que revelen los artistas y los seres humanos de un modo general.

Descubrimos que ni el otro ni yo hemos elegido este mundo, sino que su mundo y mi mundo se nos han sido dados, que la realidad se parece más a esto que construyo y a este tejido complejo y flexible que llamamos Cultura.  Que sea, pues, no discriminatoria y noviolenta porque la hacemos entre todos.

A Juana, Valerio, Fernando, Ana, Miguel, Áurea, Patricio, María, Ariel, David, Alicia y todos los que están llegando…