Todo el año 2019 vivimos temiendo que el colapso del aparato económico y financiero estadounidense empujara a su ejército a una acción militar contra Venezuela. El mismo guión de crisis pasadas: fortalecer la economía del país con alguna/as guerra/as.

Las propias desavenencias en el seno de los poderes norteamericanos, la falta de conducción y lo complejo que se ha vuelto el mundo, con fuerzas multipolares que jaquean la hegemonía del dólar, el petróleo y la US NAVY/OTAN, lo impidieron.

Que en China apareciera el SARS-COV2 permitió ejecutar un nuevo plan. Seguir la guerra contra China en todos los términos posibles. Atacar la economía, atacar el proyecto 5G, atacar la Ruta de la Seda, atacar la cultura china, atacarlo todo y encontrar en ese demonio rojo oriental, el catalizador de todas las iras provocadas por los sucesivos fracasos domésticos.

Donald Trump se puso manos a la obra y todos sus seguidores, pensando también en las elecciones que deberían tener lugar antes de fin de año. Pero también otros centros de poder estadounidenses se subieron a ese discurso antiONU, antiglobalización, antiEstado. Se presentó a China como el país comunista, totalitario, atrasado y voraz, para luego presentar a todos los estamentos supranacionales, como aliados de ese “enemigo americano”. Fustigaron a la OMS, a Europa, al FMI, al que sea que tenga que caer para que quede en pie el “Make America Great Again”.

Ese Sueño Americano del que George Carlin decía que había que estar muy profundamente dormido para poder creérselo.

Y este nuevo contexto, que es el mismo, pero con intensidades móviles e intercambiables, parió la denuncia de que Nicolás Maduro era el jefe de un cartel del narcotráfico. Se le puso precio a su cabeza y a la de varios dirigentes venezolanos más. En el fondo, lo que se hizo fue dar un manto de credibilidad a los millones de rumores que andaban circulando por todos lados. Estoy casi seguro que cualquiera de nosotros viajó en un Uber conducido por un venezolano que tenía un pariente que sabía que Maduro, o Cabello, o Rodríguez, o Chávez mismo, llevaban bolsos llenos de cocaína o de rublos. O de yuanes, van actualizando el versito. Si todavía no viajó con alguno de ellos, es probable que le hayan traído algo en bicicleta o le hayan servido el café. Aunque en esos casos es más difícil entablar una conversación donde puedan narrar todo el cuento.

El plan de denunciar como narco a un presidente no es nuevo. El mismo William Barr ya lo había sugerido en 1989 contra el panameño Noriega, para justificar la guerra relámpago que permitió con menos de 10 mil muertes, reconquistar el Canal de Panamá por otro siglo más. Barr que en estos años logró escalar posiciones, ahora volvió a ser el artífice de este “apriete” contra la República Bolivariana.

A las pocas horas de ese anuncio, las rápidas advertencias de China y Rusia, sobre todo de esta última, desalentaron la “cacería de narcos” en Venezuela. El golpe de estado no podrá ser tan directo, advirtieron altos mandos del Ejército estadounidense y aconsejaron la incursión a través de Colombia. Un plan que vienen instrumentando desde hace años, pero que durante el gobierno de Juan Manuel Santos no entró en fase de ataque, como sí sucedió tras el cambio de autoridades y la vuelta al poder de Álvaro Uribe Vélez, en el cuerpo de Iván Duque. Uribe Vélez, otro que alguna vez estuvo en las listas de narcotraficantes de la DEA. Casualidades.

El tema es que este fin de semana comandos desde Colombia intentaron penetrar en Venezuela para volver a realizar actos de terrorismo. La rápida respuesta de las Fuerzas Armadas bolivarianas frustró el ataque. Pero pese a la fuerte preparación y equipamiento del ejército venezolano, la frontera que comparte con Colombia y con Brasil son territorios descontrolados, donde pueden suceder cosas muy extrañas. Sobre todo, con el acuerdo de estos dos países para esmerilar al gobierno de Maduro de todas las maneras posibles.

Las autoridades venezolanos informaron que detuvieron a 13 terroristas, en la acción que denominaron “Operación Negro Primero”. La cronología de esta acción comenzó cuando el 30 de abril un grupo de desertores de las fuerzas armadas venezolanas intentaron tomar el poder en un distribuidor en Altamira. El ministro del Interior, Justicia y Paz, Néstor Reverol denunció que detrás de este nuevo intento de golpe de estado estaban el político Leopoldo López y el asambleísta autoproclamado presidente, Juan Guaidó.

La incursión ocurrida el domingo 3 de mayo, en la zona costera de Macuto, terminó con el saldo sangriento de nueve mercenarios abatidos y dos detenidos. Entre los prisioneros se encontraba el excapitán de las FAB, Robert Colina, conocido por el sobrenombre de “Pantera”. La relación fue inmediata con el intento de golpe de estado perpetrado el 30 de abril, encabezado por el hermano de Colina, y se libró la orden de captura de uno de sus instigadores Antonio Sequea.

Se detuvo a Jordan Goudreau, exsoldado estadounidense, es director de la empresa Silvercorp USA, que firmara un acuerdo con Juan Guaidó por 212 millones de dólares. En las redes sociales del encarcelado está el video donde le agradece a Guaidó por la aprobación de ese contrato.

En el día de ayer, otras ocho detenciones tuvieron lugar en la zona costeña de Chuao, cuando los pobladores del lugar enfrentaron y redujeron a los invasores, para luego entregarlos a las autoridades. Dos de los detenidos, son miembros del equipo de seguridad de Donald Trump identificados como Luke Alexander Denman y Airan Berry. Siguen las casualidades.

Ambos exmarines, además, son conocidos instructores de grupos rebeldes en la zona fronteriza entre Colombia y Venezuela. En el día de hoy se detuvieron cinco ciudadanos colombianos con armas de guerra, relacionados con estos grupos terroristas.

Los planes de desestabilización tampoco son nuevos en Venezuela, recordemos las guarimbas criminales, por las que terminó detenido el dirigente Leopoldo López, quien sigue dirigiendo estos grupos armados desde su residencia, donde cumple arresto domiciliario. Incluso es desembozado el apoyo a estos criminales por parte de opositores consuetudinarios como Humberto González, quien tuiteó “Estoy asqueado al ver cómo gobierno de @jguaido se lava las manos y deja solos a los solados patriotas de la #OperacionGedeon quienes merecen el apoyo de millones de venezolanos que queremos derrocar al narcoregimen de Maduro”.

Estados Unidos tiene esa particularidad de resquebrajarse a miles de kilómetros de distancia. Se comporta como ese niño que al ver que va a perder al ajedrez sacude todas las piezas y rompe el tablero. Que asociemos a este país con los huracanes que tanto popularizaron en series, películas y documentales, es otra casualidad, obviamente.