La brecha entre Washington y Manila, que se veía apreciando desde hace tiempo, se ha evidenciado todavía más durante la pandemia de coronavirus.

La pandemia de coronavirus, que ha provocado más de 97.000 muertes y 1,6 millones de infectados en EE.UU., no solo ha causado pérdidas económicas y un desempleo rampante en el país norteamericano, sino también ha evidenciado la erosión de algunas de sus alianzas internacionales de larga data.

Según un artículo del portal Axios, Filipinas, que fue colonia estadounidense durante medio siglo y el aliado militar más antiguo de Washington en Asia, se está alejando cada vez más de EE.UU. para acercarse a la superpotencia rival, China.

Tanto es así que cuando la nación presidida por Rodrigo Duterte necesitó recientemente recursos para combatir el brote de coronavirus en su terriotrio, no recurrió a su tradicional aliado norteamericano, sino a Pekín.

«El presidente Xi Jinping, con toda su bondad hacia nosotros, me escribió una carta y dijo que está dispuesto a ayudar. Todo lo que tenemos que hacer es pedir», declaró Duterte en marzo. Aunque Washington también envió ayuda, el mandatario filipino apenas lo reconoció públicamente, destaca la publicación.

«Menos EE.UU., más China»

El presidente filipino ha promocionado durante mucho tiempo a Pekín como el principal inversor en su país, abogando por una política exterior más «independiente», resumida bajo el principio de «menos EE.UU., más China».

La división entre los dos históricos aliados se hizo oficial en febrero, cuando Filipinas notificó a EE.UU. sobre la terminación del Acuerdo de Fuerzas Visitantes (VFA, por sus siglas en inglés), un importante pacto militar firmado en 1998 que permitía a las tropas norteamericanas permanecer en territorio filipino para realizar ejercicios militares o prestar asistencia humanitaria.

La medida, adoptada en respuesta a la revocación del visado estadounidense al senador filipino Ronald dela Rosa —aliado de Duterte y el arquitecto de su mortal guerra contra las drogas—, podría dañar la capacidad de disuasión de EE.UU. en el crucial mar de la China Meridional, en cuyas aguas se superponen los reclamos territoriales de China, Filipinas y otros cuatro países, indica Axios.

Entretanto, la base aérea Clark, situada al noroeste de Manila, que sirvió como el centro logístico de EE.UU. en el Pacífico occidental durante las guerras de Corea y Vietnam, se está convirtiendo actualmente en una ciudad con fondos de inversores chinos.

Por otro lado, mientras que Trump estuvo en Filipinas para una cumbre de la ASEAN en 2017, el propio Duterte aún no ha visitado Washington e incluso rechazó una invitación del presidente estadounidense, a pesar de haber viajado en cuatro ocasiones a Pekín.

Con todo, las encuestas muestran a Filipinas como uno de los países más proestadounidenses del mundo e indican que los filipinos confían más en EE.UU. que en China. De esta manera, si bien Duterte está «pivotando» hacia Pekín, «no está claro» hasta qué punto lo seguirá la población del país, concluye el artículo.

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