La vejez, como nunca antes, es un tema de discusión ligado al virus que afecta predominantemente a las personas de edad muy avanzada. Muchos discursos, también aquí a menudo alarmistas, se han hecho sobre la cuestión de a quién hay que salvar si uno se enfrenta al ultimátum: ¿salvar al joven que tiene la vida por delante o al viejo que ha llegado al final de la carrera? El tema tratado en estos términos adquiere los tonos del cinismo más perverso al que se acostumbra si se piensa en términos de números. Los muertos no son números, sino seres humanos de cualquier edad y, si es natural dejar vivir a los jóvenes, no es civilizado tener que elegir o forzar una elección. En este período histórico estamos tratando con una enfermedad que lleva a la muerte con gran sufrimiento, una neumonía bilateral incluso sin corona virus en el cuerpo significa morir asfixiado, con el coronavirus también significa dejar este mundo solo sin el confort de una cara familiar, significa estar infectado y mantenerse a distancia, significa una vez más repudiar la vejez. En el diálogo De senectte Cicerón examina algunas acusaciones hechas contra la vejez, incluyendo la decadencia física, y afirma que «sólo los hombres necios atribuyen sus vicios y fracasos a la vejez atribuyéndole debilidad física». ¿Cómo puedo culparlo? La debilidad es también de los jóvenes en ciertos momentos de la vida y los viejos son a menudo muy eficientes a pesar de su edad, tanto en la época romana como en la nuestra. También es digna de mención la creencia de que «los ancianos serían una carga, pero pueden enseñar a los jóvenes lo que saben y a su vez pueden aprender algo nuevo». Cicerón como buen filósofo sabe cómo desenmascarar los clichés, pero no pudo erradicarlos para siempre, regresan y buscan por la fuerza los «ambientes» en los que se pueden asentar…

Desde hace algún tiempo, nuestra época nos ha empujado a parecer eternamente jóvenes, sin arrugas, sin cabellos blancos, sin ninguna flacidez aparente. La vejez debe ser eliminada como algo de lo que avergonzarse y así nos olvidamos de lo mucho que es un recurso, una herencia de experiencias gracias a las cuales hemos evolucionado. La vejez debe ser salvada por una civilización demasiado dedicada a la vida desechable como para devolverla siguiendo los tiempos naturales.

¿Qué pasó con la sabia abuela que podía enseñarnos los pequeños trucos para vivir en paz? ¿La abuela capaz de transmitirnos amor puro porque a su edad comprendió cómo amar de verdad? ¿La abuela paciente capaz de tolerar nuestros caprichos porque el tiempo de la sabiduría ha llegado para ella? Desapareció de los comerciales, pero aún vive en la vida real, lejos del centro de atención y cerca de nuestros corazones. No podemos perder a esa abuela, tenemos que salvarla ahora y para siempre.


Traducido del italiano por Estefany Zaldumbide