El desconcierto actual domina la escena social, virtual y personal, que percibida desde diferentes ángulos apunta a un futuro incierto. Mirar no siempre es ver. Ahora nuestras miradas sólo nos permiten ver lo que las ventanas virtuales quieren, acotando más que nunca en las personas su derecho a observar, a contemplar, a estructurar la realidad y a decidir.

Ante esta situación, donde nuestros pensamientos están dirigidos por la duda de lo impredecible, la dirección de la mirada va a ser lo que pueda conformar un nuevo modelo de sociedad.

Intentar buscar causas, causantes u orígenes de este desconocido, impactante y terrible fenómeno mundial, nos pone en un callejón sin salida. Imaginar el futuro desde los únicos 2 ángulos posibles, el catastrófico sin salida o el esperanzador, a pesar del desastre, dependerá de cómo decidamos estructurar la realidad. Desde la imagen apocalíptica mermará nuestro impulso de lucha, de avance y de dirección vital.

Para conocer los datos[1] y la evolución del proceso lo más adecuado es acercarse a fuentes científicas fiables[2].   Ahora bien, a la hora de interpretar el fenómeno, cada uno se acoge a la teoría que más le ayuda para seguir avanzando en una dirección u otra. Es su propia conciencia que estructurará el fenómeno hacia un futuro u otro. Será por compensación de la situación personal y biográfica y por complementación de una dirección mental que escogeremos un camino u otro.

No permitamos que todo se camufle bajo el azar casuístico de un virus que vino a desmontar todo nuestro “sistema de bienestar” y no permitamos que sea él el que realice la nueva revolución, sino que sea la intención humana puesta al servicio de todas las personas.

Es la mirada interna desde donde podremos dirigir una acción en el mundo. Esa mirada es la que ahora no podemos permitir que se confine. Desde lo interno de cada ser humano, hay que aprender a tratar al otro ser humano como a uno le gustaría ser tratado[3] y aprender a vivir desde un centro de gravedad capaz de desplazar lo superfluo.

Nuestra mirada va a tener que amplificarse en la situación externa, para no permitir que la hipnoticen con falsas verdades, y también nuestra mirada va a tener que aprender a internalizarse, a vivir desde la riqueza interior, tan inútil en el mundo capitalista.

imágenes desde el confinamiento. Raquel Paricio. Barcelona 2020

El confinamiento de la privacidad

En algún momento a algunos nos pasó por la cabeza cuanto de cierto había en lo que estábamos viendo o leyendo por las redes y medios, porque hasta que un conocido no nos mostró de primera mano que realmente estaba mal y hospitalizado, todo podía haber sido una gran falsa mediática. Una locura de pensamiento claro, pero ahí estaba como la mayor fake para el control de las sociedades, al mejor estilo sobre las teorías panópticas de Foucault[4]. En definitiva, una fake más. Y algo intuíamos pues sabemos que esas teorías de control nos persiguen desde hace tiempo y ahora va a ser el momento de aceptarlas obligatoriamente como decretos de emergencia, por supervivencia personal. Geolocalizar a las personas para controlar la pandemia va a ser la próxima medida cuando salgamos a la calle. China[5] e Israel han sido los países pioneros. A través de sensores y algoritmos cada uno de nosotros puede ser rastreado; las tecnologías de reconocimiento facial, de temperatura sanguínea, serán implementadas en nuestros dispositivos móviles, pulseras electrónicas, o controles aéreos, para rastrear no sólo una geolocalización sino un estado de salud y posible contagio. El control privado empezó a filtrarse en nuestras vidas rastreando nuestros datos sobre gustos, estilos u hábitos de vida y ahora promete ser mucho más preciso hasta llegar a controlar nuestra más íntima biología.

Algunos expertos[6] han definido el tema del control como una de las posibles causas más graves que como ciudadanos padeceremos después de este encierro. Nuestras libertades están en juego y con ellas el derecho a decidir. Así que en ese punto nuestra mirada va tener que estar bien despierta y decidir hasta donde y hasta cuando querremos ese control de nuestras vidas que rastreará datos para luego ser parte de nuestra biografía personal y por tanto de nuestro futuro.

El confinamiento de la protesta

El fin del confinamiento debería permitirnos salir con fuerza a luchar de nuevo por nuestros derechos, esos que nunca estuvieron al merecido nivel de un ser humano. Quizá al virus haya que agradecerle en el mejor de los casos una ruptura de modelo social, que del modelo del capitalismo antihumanista avancemos hacia un humanismo, humanismo sin más etiquetas. Pero mucho me temo que para que eso suceda, habrá que crear mucha conciencia en el tema. Algunos piensan que éste es el último aviso, y si no tomamos decisiones tendremos un colapso de la especie[7]. Porque el virus ha sido el detonante de un sistema lleno de fisuras incapaz de contener cualquier desborde. Ahora, y cuando salgamos de esta claustrofobia, tendremos que saber direccionar la mirada y también la acción, porque en este momento desde nuestras casas se nos está manteniendo en una cuarentena de silencio sin poder ver, sin poder actuar, sin poder protestar, sin poder manifestarnos, sin poder reclamar nuestros derechos, a merced de un sistema político que durante años recortó su presupuesto en necesidades que son un derecho para las personas. Por eso, cuando salgamos a la calle y las medidas lo permitan, que no será pronto, deberíamos recuperar las fuerzas, volver en masa a gritar por nuestros derechos, porque no vamos a callarnos en un confinamiento infinito. Ya veníamos padeciendo una grave crisis en muchísimos sectores como por ejemplo en la vivienda, pero no afectaba a todos, también en sanidad, pero tampoco afectaba a todos. Y ahora que ya estamos casi todos afectados, ¿qué tenemos que aplaudir, más allá de las acciones personales de muchos voluntarios?, los mismos de siempre, por cierto. El olvido sobre las responsabilidades de algunos ante tales agravios no existe y por tanto no deberíamos permitir que la historia reciente de recortes y austeridades de los derechos sociales quede impune como tantas veces ha sucedido en la historia.

La sanidad no se ha hecho insuficiente por un accidente imprevisto, la sanidad ya era insuficiente, y no fue precisamente un sector que quedó pasivo, no lo fue. Cuantos amigos han luchado por defender una sanidad digna y visibilizando el horror de los recortes. La Marea Blanca, uno de los movimientos que luchó sin parar, ahora debe ver ahogado su intento, pero siguen en pie y su decálogo de reivindicaciones ya plantea sus primeras y urgentes demandas[8] y manifestaciones públicas. Las reivindicaciones sanitarias ahora se hacen todavía más necesarias que nunca[9]. La disyuntiva entre la economía y la vida, la estamos viendo desafortunadamente de modo exacerbado en algunos países que ahora lo están pagando con sus muertos.

Ahora nuestra mirada se ha acotado a una calle vacía y sin transeúntes que desde la ventana o el balcón nos revela nuestra pequeñez en el mundo exterior, pero también bajo un silencio que muestra nuestra grandeza interna. La ciudad vacía nos sorprende y si no fuese por lo terrible de la situación, hasta nos gusta. Silencio en la ciudad. Quizá después del confinamiento surja “el día del silencio” como un hito de conmemoración de este periodo tan incierto que de sopetón golpeó nuestras vidas.

Lejos del silencio, era llenando las calles y las plazas que soñamos un cambio radical y no lo conseguimos, aunque en algunos lugares, los menos, tratamos de iniciar el camino. Fue en el 2008 y en el 2011 que algunos empezaron a soñar, otros lo habían hecho mucho antes. Y ahora nuestras calles y nuestras plazas están vacías. Fracasamos. Sí, hemos fracasado, es un fracaso que implicará un seguir insistiendo, ahora con los valores más claros y con más fuerza que nunca, porque en ello nos va la vida.

Ahora más que nunca, la mirada deberá rebelarse y acompañar a esas percepciones que no fomentadas ni en el temor a lo terrible, ni en la ilusión a un volver a una falsa “normalidad” nos permitan navegar a contracorriente de un confinamiento de todo en nuestra vida, como si esta cuarentena fuese un hipnotismo colectivo.

La mirada en los nuevos valores emergentes

Lo nuevo está ya emergiendo en la sociedad, en los valores comunes[10], en los acuerdos ciudadanos para tratarnos bien, en lo mejor de los actuales movimientos sociales, los ecologismos, los feminismos, los municipalismos[11], los makers, y los voluntarios. Además, incluyo y con punto y aparte al gran olvidado de la literatura racionalista y del orden capitalista, las nuevas espiritualidades como movimientos sociales, porque en estos días de confinamiento, la avalancha planetaria por la meditación conjunta ha llenado nuestras redes de convocatorias de todos los estilos.

Si, resulta curioso, pero en una crisis, los que estaban más ocultos son los que vienen a salvar a la humanidad y por eso los voluntarios en todos los ámbitos cobran hoy un especial sentido. ¿Qué están haciendo las grandes multinacionales para salvar el sistema, las que reinaban en el mundo capitalista, las que nos han destrozado el planeta y las que han explotado a las personas? Ahora son los grandes ocultos, que no vengan mañana con sus falsas campañas publicitarias vendiéndonos su falso apoyo social con la gran carga emotiva fácil de conseguir desde sus macroimperios mediáticos.

De la mirada externa a la mirada interna y de ésta al futuro sin límites

Lo nuevo tiene que crecer, o nacer en aquellos que todavía no lo ha hecho, pero no ha tenido hueco para expresarse. Lo nuevo es un cambio profundo en cada uno de nosotros, en cada ser humano y en el conjunto, porque no existen sólo los cambios individualizados sin expresión social. Lo nuevo es pasar de una mirada exclusivamente externa a una mirada interna. Ese cambio no es posible sin el trabajo interno, personal, espiritual. El trabajo interno va más allá de lo que algunas religiones enseñaron, de lo que las prácticas individualistas promueven para el bienestar individual o la ganancia de la empresa. El trabajo interno tuvo sus expresiones más potentes en pensadores como Lao-tsé; Buda; Platón; Pitágoras; Silo y numerosos místicos que entregaron sus experiencias profundas para el avance de la humanidad. El trabajo interno tiene unas regiones desconocidas para el ser humano con un potencial capaz de movilizar “imperios”. Es ese fuego de cada individuo que lucha por expresarse y por unir su llama con el resto de llamas y así incendiar un mundo que ya fue, convertirlo en cenizas y resucitar a algo nuevo, desde la nueva mirada que lejos de estar confinada necesita expresarse en el mundo con bondad, con amor y con ansias de pasar a un ser humano evolucionado.

 

NOTAS:

[1] https://www.nature.com/articles/s41591-020-0820-9

[2] A fecha de hoy una de las posibles páginas es: https://mkeflycovid19.herokuapp.com/

iniciativa sin fines de lucro y de colaboración para entender la evolución de la pandemia COVID-19

[3] La regla de Oro: https://www.pressenza.com/es/2020/02/la-regla-de-oro/

[4] Foucault, Michel. Vigilar y Castigar (1975)

[5] Byung-Chul Han: La emergencia viral y el mundo de mañana. https://elpais.com/ideas/2020-03-21/la-emergencia-viral-y-el-mundo-de-manana-byung-chul-han-el-filosofo-surcoreano-que-piensa-desde-berlin.html

[6] Yuval Harari: El mundo después del coronavirus. https://www.lavanguardia.com/internacional/20200405/48285133216/yuval-harari-mundo-despues-coronavirus.html

Artículo original: https://www.ft.com/content/19d90308-6858-11ea-a3c9-1fe6fedcca75

[7] Eudald Carbonell: https://www.elconfidencial.com/espana/2020-04-12/coronavirus-eudald-carbonell-colapso-especie_2541200/

[8] https://www.pressenza.com/es/2020/03/aplausos-un-reconocimiento-tardio-a-nuestra-sanidad-publica/

[9] Iván Zahinos, coordinador de Medicos Mundi Mediterránea. https://www.elviejotopo.com/topoexpress/cambio-social-radical/

[10] Marina Garcés: Condición Póstuma: https://ctxt.es/es/20200302/Firmas/31436/Marina-Garces-condicion-postuma-sostenibilidad-posmodernidad-muerte.htm

[11] Gerardo Pissarello: https://ctxt.es/es/20200401/Firmas/31866/coronavirus-crisis-retos-pandemia-mundo-consecuencias-capitalismo-gerardo-pisarello.htm