Por Daniel León

La coyuntura actual nos acerca seguramente a la Nación Humana Universal. Se trata de un evento psicosocial – evidente en el mundo interconectado en que vivimos -, que nos pone con claridad frente al sufrimiento, los temores y las tribulaciones de miles de millones de personas.

Compartimos la mirada de esos miles de millones: todos recibimos continuamente las preocupantes noticias del avance del virus en el planeta. Y se comienza a resquebrajar el aparentemente indestructible mundo globalizado neoliberal. Surgen las protestas airadas de los gobernantes e ideólogos de la extrema derecha, que sienten que pierden poder. Es en los países gobernados por la derecha capitalista donde más rápido corre el virus. Por eso Bolsonaro acusa al virus de ser un invento de la «izquierda global». Lo mismo decía Trump respecto del cambio climático. Pero lo cierto es que el control de la situación se les escapa de las manos, y tienen que retroceder en sus declaraciones.

Mientras tanto, la humanidad contempla azorada un paisaje nunca visto. Se desintegran los antiguos sistemas de creencias. Lo que se creía que no era posible está sucediendo, y lo que se creía que iba a suceder no sucede. Se desestructura la conciencia. En poco tiempo más, hará un esfuerzo por recomponerse, en una nueva situación. Los diferentes actores del mundo adoptan nuevos roles, en un nuevo escenario. Y la humanidad se percibe más unida. Ha aumentado la cohesión entre las conciencias individuales. Hay más contacto, más interacción. Aumenta por lo tanto, la conciencia del conjunto sobre sí. Y eso nos acerca a la Nación Humana Universal…

Por otra parte, se ha puesto en evidencia la puja entre el valor del dinero y el valor de la existencia humana. Un funcionario de segunda de los EEUU ha declarado que «los mayores de 70 deberían sacrificarse para que no se detenga la economía, y este siga siendo un gran país» (seguramente él no se piensa entre los «sacrificables»). Y todo esto sucede ante los ojos del mundo… Para enormes mayorías surge con claridad – con necesidad sentida -, que el ser humano debe convertirse en el valor central.

Pero ampliemos nuestra mirada…

El Universo evoluciona desde lo simple a lo complejo. Partimos hace 15.000 millones de años con una explosión de energía sin forma, para luego sintetizar los primeros átomos de hidrógeno. Más adelante se formaron las estrellas, y a partir de ellas, los elementos mas pesados y complejos. Con la expansión y el tiempo, se formaron los planetas, y allí, la complejidad dió un nuevo salto al aparecer el fenómeno de la vida. Pero también los organismos vivos comenzaron a avanzar en complejidad creciente, hasta alcanzar en nuestro planeta y en el momento actual al ser humano. Este no es simplemente un ser natural, sino que es sobre todo un ser social e histórico. El ser humano fue evolucionando en la misma medida en que fue transformando el medio natural. Así, ha surgido un ser humano, en un mundo humano. Los nuevos ejemplares (humanos) resumen en sí el proceso de millones de años previos, y pueden aceptar o, eventualmente, redireccionar lo recibido. Por eso la complejidad del ser humano avanza aceleradamente, porque no es un ser aislado, sino en continua interacción social. Una interacción que hoy más que nunca se acrecienta y acelera con las nuevas tecnologías de la comunicación.

Llegamos entonces así al ser más complejo del universo conocido: la Humanidad. Más de 7500 millones de componentes (de por si muy complejos) cada vez más interconectados. La Humanidad es un ser sumamente complejo y emergente: un ser no plenamente formado, sino en etapa de integración, en una etapa de complementación creciente. ¿A qué síntesis llegará? ¿Hasta qué nivel llegará su grado de integración? ¿surgirá una Mente humana global, una Mente de otro nivel? ¿Será este un requisito para ser aceptada en el Universo?

La orientación de Silo para todo ser humano individual, también vale para este: la Humanidad necesita despertar y destruir sus contradicciones internas. Necesita eliminar toda forma de violencia y alcanzar la belleza de la Nación Humana Universal.

Pero una vez más, la supervivencia dependerá de un posible salto en el nivel de sensibilidad y en el nivel de conciencia. Los eventos actuales parecen indicar que avanzamos precisamente en ese sentido, y probablemente, que estamos frente al desarrollo de una nueva – inimaginable – era axial. ¡Que así sea!