La amistad se ha visto históricamente como un asunto personal, pero todo el mundo sabe que se multiplica cuando se comparte. De aquí vienen los grupos de amigas/os. También pueden ser grupos comprometidos cuando uno tiene un propósito común. Sin dejar de lado la discusión sobre el papel de los agentes económicos, las clases sociales, la política, los gobiernos, las instituciones, los espacios geográficos y otros factores estructurantes que obstaculizan o favorecen la acción de las redes ciudadanas, es importante enfocar la dimensión política de los vínculos afectivos como algo relevante y con gran fuerza práctica, como se verá en este texto.

La experiencia de la amistad es una de las constantes de la vida humana y parece ser independiente de la clase social, del lugar donde se nace o de la etapa de la vida de cada persona. Hay quienes abundan en amistades y otros menos, pero esto no parece relacionarse de modo directo con cuestiones socioeconómicas o políticas. Se puede plantear la hipótesis de que sólo las características personales y la dimensión cultural definen la forma, la intensidad y la dimensión numérica de la experiencia de la amistad. Entonces, si trasciende el espacio y el tiempo, la amistad puede ser un camino inspirador en la renovación de la política en todas partes.

De la relación de amistad genuina se pueden destacar al menos dos características básicas –y aparentemente opuestas– que le dan solidez y perennidad: la complicidad, que trae consigo la ayuda mutua, la comprensión y el respeto de las individualidades y el sentimiento placentero del encuentro y la convivencia; y la exigencia, en la que la amiga/o quiere ver en el comportamiento de la/del otro lo mejor de sus posibilidades, criticando franca y discretamente el comportamiento contrario a la ética compartida. Estas características de la amistad interpersonal pueden servir de modelo para relaciones colectivas alternativas. En lugar de la hipocresía, la competencia y la atmósfera conflictiva de las relaciones políticas actuales, otras lógicas pueden ganar terreno y esto puede promoverse intencionalmente en lo que llamaremos aquí la «política de la amistad».

En la práctica, la amistad ya es una fuerza motriz inestimable para las organizaciones y redes locales que tratan de transformar estructuras y procesos todavía basados en la prevalencia de la desigualdad, la competencia, la destructividad y la alienación. Para sortear sus dificultades, la sociedad civil organizada utiliza las amistades para hacer frente, por ejemplo, a la falta de recursos financieros. El actual financiamiento colaborativo es mucho más viejo que la Internet y ha sido base para la constitución histórica de las organizaciones pre sindicales y sindicales, entre otras. Otro ejemplo: la falta de apoyo profesional para la realización de acciones ciudadanas, tiene en el trabajo voluntario movilizado por relaciones de amistad, una forma de superar el problema.

Del mismo modo, la amistad permite penetrar el bloqueo del status quo hacia las acciones que quieren transformarlo. El desinterés de los medios tradicionales en las acciones cívicas, tiene en la amistad con los periodistas y bloggers –y en su compromiso intelectual–, una forma de llevar las acciones anti hegemónicas al público en general. Entre muchos otros bloqueos que enfrenta la sociedad civil organizada, están la burocracia y la lentitud del Estado frente a los proyectos socioambientales, o la falta de compromiso de empresas e individuos en términos de recursos y diversas formas de atención a las acciones colectivas. Así, el uso de redes de individuos involucrados en acciones comunes, son medios para abrir caminos viables en la maraña de dificultades que se interponen en su camino.

Ante la evidencia del papel de la amistad en el apoyo a las organizaciones y redes antisistémicas, es hora de pensarla como algo a ser cultivado y amplificado de manera consciente y no sólo espontánea, como ocurre generalmente hoy en día. Es importante destacar que la «política de la amistad» practicada en diversas instancias de la acción ciudadana, no tiene nada que ver con el nepotismo, con el nefasto uso que se hace de las relaciones interpersonales familiares y de amistad para obtener privilegios, para prácticas corruptas, etc. Esto trata de algo completamente diferente de las relaciones interesadas que buscan beneficios personales; trata de la complicidad y el respeto mutuo que pueden prevalecer cuando se comparten intereses generosos. El altruismo de la gente que busca transformar el mundo para el bien de desconocidos, no tiene nada que ver con las motivaciones del nepotismo. Esas personas generan la confianza interpersonal y la amistad que mueven montañas.

Para contar con la amistad –y su poder de inspiración, contagio y multiplicación– como una de las fuerzas de acción ciudadana frente a los actuales desafíos de la humanidad, sea en el espacio local, nacional o mundial, se actuar concretamente para hacerla prosperar. Practicar la «política de la amistad» significa abrir espacios para que se desarrolle dentro de los colectivos ciudadanos.

Para introducir la amistad en el trabajo cotidiano, la producción colectiva, las reuniones, las asambleas, las protestas públicas y otras formas de acción de las redes cívicas, es preciso incentivar la confianza y la solidaridad. Compartir momentos descomprimidos favorece el desarrollo de la amistad: momentos de celebración como fiestas, salidas, almuerzos y cenas; momentos de creatividad colectiva como música, bailes y juegos; momentos de intimidad como rondas de conversación con el corazón abierto, actividades diarias realizadas en común y momentos de comunión como rituales, oraciones, meditaciones colectivas son, entre otros, momentos de cultivo de la amistad que necesitan ganar más espacio en la acción emprendida.

En la Red Internacional Diálogos en la Humanidad, donde nació una profunda reflexión sobre la política de la amistad, esta discusión surgió de las experiencias cotidianas. La necesidad de traducción y alojamiento en eventos internacionales, por ejemplo, impulsan el nacimiento y la consolidación de amistades. De modo consciente, se prioriza que estas actividades se organicen de tal manera que no consuman recursos de la red, en forma de ayuda mutua –yo hago por ti, tú haces por mí–. Ampliando este concepto se fomenta la donación de tiempo y el compartir espacios simplemente, sin que exista un intercambio inmediato, sólo el cultivo de nuevas relaciones de intimidad y amistad prometedora. Los resultados de estas experiencias son evidentes en las sólidas relaciones personales y en la solución de muchos problemas concretos en la red, de orden financiero, burocrático y profesionales que tienen, en la red de amistades personales, una fuente inagotable de soluciones.

Otro aspecto importante de la amistad en la política, es el carácter ejemplar que tiene en la búsqueda de otro mundo posible. Sin la renovación de prácticas cotidianas y sin inspiraciones nuevas, los entornos alternativos que están a contramano de las estructuras hegemónicas, corren el riesgo de repetirlas. Para dar sustento a un mundo más justo, solidario y ecológico, la forma de hacer política de los nuevos colectivos ciudadanos sólo puede basarse en más buena voluntad, escucha y respeto, por sí mismo, por el otro y por la Naturaleza. Es necesario que prevalezcan diferentes formas de relación para no repetir las mismas prácticas del poder económico explotador, del poder político jerárquico tradicional y de otras formas de manifestación del ego, la competencia, el egoísmo y la desconfianza. La confianza en el propósito común y el deseo de «ser el mundo que uno quiere ver» son bases para un nuevo comportamiento político que no excluye la discordia y el conflicto, sino que los ve como un proceso fructífero de construcción de nuevos acuerdos futuros.

La política de la amistad, basada en compartir objetivos altruistas y en el placer de la convivencia y la confianza, ya es uno de los motores de la acción ciudadana, ya es una de las fuerzas de evolución de la política. Se está practicando en diversas organizaciones, movimientos sociales y colectivos diversos en los que hay menos jerarquía y más decisiones y responsabilidades compartidas; en las ecoaldeas y comunidades tradicionales, donde se presta atención a la riqueza que aporta cada cual para dejarla circular en función del bienestar individual y el desarrollo de la comunidad; en movimientos espirituales donde la aguda percepción de la interdependencia existente en la gran Red de la Vida, hace que cada persona sea vista como un espejo de sí misma y del cosmos y por lo tanto las relaciones tienden a ser cuidadas como parte de la mejora del todo.

Si la política de la amistad parece una novedad aún no suficientemente conceptualizada y analizada, su práctica ya está presente en los micro-mundos que promueven un futuro mejor para la humanidad en su conjunto.