Por Roberto Mayorga Lorca*

¿Cuáles de los numerosos análisis, artículos, ensayos, ponencias, incluso libros deberíamos leer para entender los sucesos que han acaecido en Chile durante las últimas semanas y vislumbrar su futuro a partir de la etapa iniciada este 2020? Siendo la gran mayoría de esos análisis de gran mérito, quisiera resaltar, sin embargo, una reflexión -de una de las personalidades más confiables de este país-, que va más allá de lo coyuntural y que explica el estallido social, sus causas y consecuencias, como las desigualdades, los abusos, la corrupción, e incluso la violencia, -en Chile pero, asimismo, en otras latitudes-, no sólo desde una perspectiva política o económica, sino que humana, cultural y ética, en un contexto histórico que posee sus raíces tres siglos atrás, cuándo ideológicamente se proclama la predestinación divina de los ricos y la condena de los pobres, desnaturalizando en su esencia el evangelio cristiano y dando lugar a un modelo de sociedad, tanto capitalista como socialista, basado en un crecimiento material descontrolado y desmedido que, marginando a grandes sectores, impone la primacía de las cosas y del dinero por encima de los valores superiores de la persona con una secuela de reacciones tanto pacíficas como violentas.

En una reflexión magistral, ante un grupo de jóvenes, con fecha 5 de noviembre del año pasado, a dos semanas de que se iniciara el estallido social en Chile, un anciano de 92 años, con una lucidez y profundidad incomparables, unidas a un desprendimiento y humildad que siembran credibilidad y adhesión, y después de leer un breve manifiesto, desentrañó, durante 30 minutos, una visión cósmica de la humanidad que a todos, no sólo cristianos, sino que creyentes y no creyentes, debería hacernos meditar, pues apunta a la real esencia de la crisis, esto es, una crisis de civilización, que sacude en sus bases al mundo entero, independientemente de los distintos modelos políticos, económicos o sociales que posean sus naciones.

Gastón Soublette, sin duda una de las personas de mayor sabiduría con que Chile ha sido premiado, asigna la responsabilidad de la crisis a la obra de un “tipo humano”, el homo economicus, ególatra, utilitarista, deshumanizado, en quien priman los intereses por sobre los valores, lo acomodaticio por sobre los principios, engendrado por un sistema cuya religión no es sino la acumulación ilimitada y desmedida de riqueza económica, que ha terminado por anular la espiritualidad del ser humano, despojándolo de su sentido de trascendencia y desquiciando las virtudes de su alma, como la honestidad y la fraternidad, amén del desdén y desidia por preservar y cautelar la naturaleza que nos anida. (YouTube. Gastón Soublette. En el marco del congreso Desafíos de la Transición).

En breves palabras explica el maestro, que grandes pensadores, como Francis Bacon y el mismo Adam Smith, entre muchos otros, forjaron un concepto de sociedad en que condición del crecimiento económico fue que el individualismo reemplazara el sentido comunitario de la convivencia y el egoísmo y la competitividad al altruismo y a la solidaridad, dando como resultado, según expresa, una cultura intrínsicamente perversa y absolutamente antagónica a los ideales evangélicos. Pero cuidado, aquel homo economicus, que por el dinero y los bienes materiales es capaz de cualquier acto, lícito o ilícito, con su secuela de abusos y corrupciones, como antes se señaló, no es privativo de las élites económicas, sino que terminó por enquistarse en parte importante de la población, resultado del extremismo consumista neoliberal y del acendrado materialismo marxista. Es notable al respecto la descripción que efectúa Gastón Soublette de una China comunista-capitalista. Se ha generado así en la sociedad una especie de vacío espiritual y un desagrado colectivo cuya expresión son las demandas sociales pero que es más profundo y difuso, pues se dirige en contra del sistema cultural mismo que ha terminado por frustrar a la persona hiriéndola en su dignidad. Este malestar no es nuevo, ha estado sumergido, y emerge permanentemente a través de los tiempos, como lo explica Gastón Soublette, mencionando a vía de ejemplo París-Mayo 68 y las manifestaciones que están ocurriendo actualmente a través del planeta.

Se trata de un fenómeno cultural, -cita a Herbert Marcuse-, de una sociedad violentada por un sentimiento de intrascendencia, a la cual la ciudadanía ha intentado oponerse por vías pacíficas, -amén de minorías extremadamente violentistas y destructivas-, resistidas no sólo éstas últimas sino que ambas por el statu quo y la increíble incomprensión, incapacidad o complicidad de los sectores gobernantes. No obstante, anuncia el maestro un potente despertar del inconsciente colectivo en el mundo de hoy, destinado a superar la monstruosidad del homo economicus, -una suerte de rebelión de este homo economicus en contra de sí mismo-. Citando a Carl Jung y el caso del nacismo, advierte empero, que debe evitarse un descarrilamiento irracional de violencia y totalitarismo en este despertar, a fin de garantizar un contenido genuinamente humano en las transformaciones requeridas.

En resumen, un cambio de paradigma profetiza Gastón Soublette, semejante al de inicios del cristianismo, que no provenga desde arriba, esto es, desde las desacreditadas clases gobernantes, sino que desde abajo, cómo en los tiempos de Pablo quien, en los extensos dominios del Imperio Romano, sin más medios que sus epístolas, logró emergieran miles de comunidades, las cuales, con fraternidad, paz y coraje desafiaron al imperio hasta terminar por convertirlo. Gastón Soublette exulta fe de que en la hora presente está en germen un proceso comunitario similar a lo largo de la tierra.

Ciertamente que lo coyuntural ha de preocuparnos, -el día a día-, las medidas para atender con urgencia las demandas sociales; todo el proceso constituyente que se viene por delante; una constitución que respetando la libertad de las personas imponga un deber de solidaridad al Estado, etc. Pero si este proceso y las demandas se atienden sin el reemplazo del homo economicus por un nuevo tipo humano, que valorice a la persona por sobre las cosas, -al otro y a lo otro (la naturaleza), en términos de Humberto Maturana-, restituyendo la confianza, credibilidad y paz social, todo podría ser en vano. Se trata de un paradigma de carácter cultural, espiritual, ético. De una real revolución, por cierto pacífica, para cristianos y no cristianos, creyentes y no creyentes que posibilite el renacimiento del sentido humanitario de la vida. Una especie de utopía que tal vez nunca logre alcanzarse a cabalidad pero que ha devenido en un imperativo categórico irrenunciable. Parangonando lemas similares, “una verdadera revolución, que habrá de ser cultural, ética, espiritual, pues sino no lo será”.

 

* Profesor Derecho U. de Chile – Universidad de Santiago de Chile; Doctor en Derecho U. de Heidelberg; Ex Embajador de Chile en Filipinas