El inesperado pero victorioso ascenso al poder (72% de los votos de la presidencia) del comediante y productor rusófono Volodymir Zelensky en 2019 como presidente de Ucrania ha alterado intensamente el ambiente político.

Su elección es una prueba de la volatilidad de la política ucraniana cuyas personalidades no llegan a estructurar ideológicamente los sistemas de los partidos. Sin embargo, su popularidad le ha dado una ventaja considerable que ha podido aprovechar a priori en decisiones impopulares.

Mientras muchos pensaban asistir a una política de espectáculo, Zelensky supo instaurar una nueva cumbre estilo Normandía mientras cumplía con las condiciones impuestas por Rusia sin que pareciera haberse rendido ante sus exigencias.

El objetivo de la cumbre era negociar un alto al fuego y la liberación de prisioneros en Donbás, una región carbonífera compartida entre los dos países. Este conflicto ha causado más de 13.000 muertos en tres años y afecta a más de 5 millones de personas.

Se llegó a un consenso en torno a la separación de varias zonas, un acuerdo sobre el tránsito de gas ruso a través de Ucrania y la adopción de la fórmula Steinmeier para la aplicación de los acuerdos de Minsk. El primer acuerdo de Minsk data de 2014 y tenía por objetivo poner fin a los conflictos, pero hasta ahora no se ha respetado el cese al fuego.

Lo más difícil aún está por venir, especialmente la delicada cuestión de la secuencia de la fórmula de Steinmeier, el estatuto de Donbás, el control de su frontera por parte de Ucrania, pero también de los territorios separatistas, así como la desaparición de las «repúblicas populares»

de Donetsk y de Louhansk.

Zelensky ha utilizado una parte de su crédito político al conceder algunos sacrificios, pero corre el riesgo de encontrar cifras en rojo en el primer semestre 2020.


Traducción del francés por Maria Paula Alvarez