Por Claudia Aranda

Las esculturas talladas por los artistas del Taller Pillan Mamüll en maderas nobles recicladas, fueron expuestas e instaladas en la Plaza de la Dignidad, en el centro mismo y neurálgico de Santiago de Chile, y representan a los Pueblos Originarios de norte a sur del país, tomando así un petroglifo del norte semiárido que simboliza a un chamán, un Domo Maüll que en este caso indentifica la esencia femenina mapuche, y un espíritu Selk´nam de Tierra del Fuego.

Samuel Yupanqui, de familia nortina de la región de Tarapacá es parte del grupo de artistas que lidera el reconocido escultor mapuche Antonio Paillafil, y explica que con esta iniciativa se quiso “instalar figuras de los pueblos originarios, ubicando así también la temática de los pueblos originarios porque estamos siendo invisibilizados por el Estado de Chile. Hay que tener presente que la invisibilización también es una forma de violencia”.

No se trata tan sólo de una acción de arte, como más de alguien pudiese pensar, o netamente cultural. Posee un profundo trasfondo político, toda vez que Samuel aclara que con esta intervención, con estas figuras por lo demás hermosas, buscan “que esto quede en el debate público, para decir que estamos presentes los pueblos originarios, que el Estado no nos está considerando y que venimos aquí para plantear nuestros derechos, nuestras necesidades frente a esta nueva Carta Magna que se va a realizar y que nosotros tenemos que hablar por nosotros mismos. Ya basta de colonialismo y de que sean otros los que hablen por los pueblos originarios”.

La violencia es estructural
“Los pueblos originarios tienen voz, tienen sus demandas propias, sus problemas propios, por las forestales, la minería, la exclusión. Somos los estratos socioeconómicos más pobres, una vulneración histórica que trasciende generación tras generación, y que en esto el Estado tiene principal culpa y no se hace responsable”, sostiene Samuel, demandando que ya “basta de hacer sentir que la violencia está en nuestras manifestaciones. La violencia es estructural”.

El hermano se quiebra, se emociona hasta las lágrimas cuando sentencia que “violencia también es invisibilizarnos. Violencia es todo lo que pasa con los pueblos mapuche en donde han matado a un montón de jóvenes, violencia es que nos dejen sin agua…”.

Decirles tan sólo “esculturas”, por tanto, creo que es quedarse cortos y atrapados en nociones de la cultura occidental invasora. Dentro de una suerte de generalidad son totems que gritan, que demandan, que evocan, que significan, que representan y trascienden.

Es incierto lo que pueda suceder con ellas en un contexto país en donde la policía chilena, militarizada por definición, profundamente ignorante y agresiva, intenta día a día barrer violentamente con toda expresión popular, con cada acto, cada consigna, cada pancarta, lienzo, cánticos. Con cada ser humano que ha tratado de expresarse estos 50 días que han transcurrido desde que estalló la revuelta.

En la rápida acción de instalar las figuras, un grupo de muchachos de la llamada Primera Línea (autodefensa del pueblo en las calles de la zona), descargó junto a los escultores y escultoras las enormes piezas desde un camioncito que raudamente se estacionó al borde de la calzada. Estos jóvenes, muchos de ellos que llevan 50 días durmiendo en este sector de Santiago atentos a todo lo que ocurra y a todo lo que se necesite, tomaron inmediatamente la responsabilidad de cuidarlas, pero con los Carabineros (policía chilena), no se puede saber qué harán cuando como cada noche, sitien la plaza por largas horas luego de disolver a los manifestantes con sus gases, carro lanza aguas y disparos.

Con todo, Samuel indica que “las imágenes van a quedar aquí, y con esto, lo que pretendemos es que se instale el debate” y junto con eso, explica, ellos también marcharán esta tarde en la plaza junto a todos los pueblos originarios y en donde también estará la performance de Las Tesis modificando la consigna a la realidad de los pueblos originarios”.

Emocionado, vuelque a quebrarse profundamente al sostener que “me pasa que esto es complejo, que esto son luchas en que nos unimos al pueblo chileno a exigir Dignidad, y la dignidad requiere reconocimiento y justicia, y aquí no ha habido justicia”.

Un gobierno dictatorial

Acerca de la coyuntura y el gobierno, Samuel es claro al subrayar que “lo que pasa es que miran para otro lado. El Presidente sólo ha dado señales dictatoriales y represivas frente a un movimiento social que está pidiendo cambios estructurales”, y precisa que “son siglos de injusticia, para los pueblos originarios no son 30 años, son 500 años que nos vienen matando, nos han matado muchas veces, al igual que al pueblo chileno cuando se levanta pidiendo dignidad. Nos mataron en la masacre de Santa María de Iquique, donde también estaban mis abuelos, en el Seguro Obrero, en los territorios Mapuche, cuando nos quitan el agua, en un sin fin de instancias”.

Genocidio

Samuel explica que Antonio Paillafil es un escultor bastante reconocido por la difusión de la cultura del pueblo Mapuche principalmente. Junto a él, los talleristas hicieron un chemamüll, “figuras que se hacen para recordar a los ancestros, a los que han partido principalmente”.

Aclara que “este también fue territorio indígena, y aquí también se hizo genocidio cuando llegaron los españoles”, agregando que “entonces también me parece pertinente instalar este debate, con estas figuras, de que estos también son territorios indígenas, de que estamos en un momento en que nos están invisibilizando, y que por eso es necesario que queden puestas”.

Dice que las otras esculturas fueron hechas por artistas del taller y pretenden “representar también la diversidad de los pueblos originarios que hay en Chile. Actualmente son nueve pueblos originarios, Selk´nam, Kawéskar, Yagán, Mapuche, Aymara, Quechua, Diaguita, Licanantay, y Rapa Nui”, detallando que “de hecho, hoy mismo hay algunos descendientes del pueblo Selk´nam que no están siendo reconocidos por el Estado” como tales. Las esculturas vienen a potenciar la demanda de que son ellos en primera persona quienes debieran “estar presentes dentro de este proceso constituyente”.

Escogieron la Plaza de la Dignidad porque es el punto “neurálgico en donde se reivindica la dignidad de los pueblos, del pueblo de Chile y de los pueblos originarios y de los territorios de Chile. Entonces por eso hemos escogido este lugar que hoy nos parece simbólico de la lucha, simbólico del encuentro, de la unión, de la fraternidad y de la hermandad que hay entre los pueblos originarios y de los pueblos de Chile”, concluye.

Un Estado plurinacional

Por su parte, otro integrante del Taller, Mauricio Soto Paillalef, joven oriundo de Carahue, en el Wallmapu (territorio ancestral Nación mapuche en lo que el Estado de Chile define como región de la Araucanía), quien comenzó este año a aprender tallado en madera, cuenta que el escultor Antonio Paillafil más que un maestro o profesor es quien “nos incentiva a hacer”.

Indica que “hay un punto importante del cual no se ha hablado tanto ni hay indicios de tomarlo en cuenta, y que es la necesidad de que este Estado se convierta en un Estado Plurinacional”, argumentando que “ya es evidente que este país se compone de varias naciones”, y, además, un “estado federal”, lo cual, plantea, se debe a que “este es un país tan extenso, donde tenemos tantas regiones, norte, sur, climas diversos que nos afectan, problemas que nos afectan en particular, que hay que descentralizar las soluciones”, indicando que “si fuera federal, ya se le daría más autonomía a cada región para resolver sus problemas, pues “no se puede esperar que desde la zona central puedan ver y darle solución a un problema de forma efectiva porque no lo viven”.

El Maestro y hermano

Antonio Paillafil LLancaleo, que en castellano significa “serpiente tranquila”, y, su segundo apellido, “piedra de río”, Explica que la iniciativa “fue algo colectivo que se nos produjo a todos, y fue la necesidad de expresarse”. En colectivo de escultores que representa son alrededor de 40 escultores. Orgulloso desde que tiene memoria de su origen mapuche, sostiene que “gran parte de los chilenos no conoce su procedencia porque el Estado se encargó de producir ese vacío”, y aclara que “mi lucha no es con los chilenos ni con el gobierno de turno, sino que con el Estado de Chile con quien tenemos la disputa, que nos ha quitado gran parte de nuestras tierras, que nos ha tratado de quitar nuestra identidad pero no va a poder quitárnosla”.

Junto con destacar que con esta acción, con este regalo y la instalación de las esculturas en la plaza que es popularmente considerada la misma mitad de Chile, buscan “volver a entregarle la identidad a este país”, el escultor precisa, refiriéndose a las obras, que se trata de “un patrimonio, que tiene una connotación sobre nuestra gente que ya se ha ido, que se va de viaje, porque nosotros no creemos en la muerte, sino que creemos que ellos se fueron de viaje y que después nos volvemos a reencontrar”.

Sentencia que aunque el pueblo de Chile en alguna medida llegue a una suerte de acuerdo en el marco del estallido social y las demandas que han emanado de este, “los mapuche vamos a seguir peleando porque nos han usurpado gran parte de todo”.

“Nos podrán matar”, dice, pero asegura que “matarán esta materia, mi espíritu no lo van a matar, y vamos a seguir luchando, y tenemos mucho que decir”, y agrega que además “nos han querido dejar como una pobreza de cultura, pero no van a poder con nosotros porque el espíritu no muere y nosotros vamos a seguir, marrichiweu, que significa mil veces venceremos”.

El foto-reportaje y el vídeo son de Claudia Aranda: