«Acompáñame durante la construcción del altar, te explicaré nuestra cultura», me dijo Don Leonardo, un curandero de la Teología India, en una reunión a la que asistieron veintidós comunidades. Humildemente acepté, sorprendido y honrado por la propuesta del anciano.

El Altar Maya muestra la conexión espiritual entre el Corazón de la Tierra y el Corazón del Cielo, cuya creación aparece en el Popol Vuh, el libro sagrado del Quiché Maya, que describe su cosmogonía. Cuando la asamblea, como la comunidad que participa en el ritual es llamada, quiere ponerse en contacto con la Madre Tierra y el Cielo, el Cosmos, para agradecer o pedir abundancia de la tierra o lluvia del cielo a través de las oraciones y ofrendas que componen el propio altar, se le pide que forme el Altar Maya, puente de contacto entre la tierra y el nivel cósmico.

El altar también puede acompañar los encuentros entre los miembros responsables de las diferentes comunidades. «Hace muchos años volvimos de un encuentro con el obispo de San Cristóbal», comenzó a decirnos el anciano sacerdote. «Nos dijo que el Altar Maya debía desaparecer de nuestra cultura y que Dios sólo está presente en la Biblia», continuó amargamente Don Leonardo. «Dios también se manifiesta en nuestro altar y en nuestros libros sagrados. Cada vez que un sacerdote desprecia nuestra cultura pisotea nuestras raíces, quema nuestro corazón indígena, tal como lo hizo con la llegada de los conquistadores. Fue culpa nuestra que escucháramos a ese obispo, pero después de un tiempo aclaramos nuestra posición y ahora aquí estamos, en este encuentro, caminando con los hermanos de las otras comunidades, luchando por nuestra cultura», añadió con fuerza.

Cada ritual es acompañado por agujas de pino, que se esparcen por el suelo donde se realiza la oración, delimitando así el espacio sagrado. En el caso del Altar Maya, se utilizan como base de su construcción para formar un círculo, cuyo tamaño varía con respecto al número de elementos posteriores que conformarán el propio altar. Toda la asamblea puede participar en la formación del altar. El área del círculo se divide así en cinco sectores que representan los cuatro puntos cardinales, que ocuparán de manera uniforme el área total del círculo, a los que se añade el Corazón de la Tierra, que consiste en un montón de tierra de forma circular también situado en el centro del altar y acompañado por la presencia de un vaso de agua.

El oriente está así salpicado de semillas de maíz rojo con pétalos de flores del mismo color a su alrededor como alegoría del nacimiento y del calor del sol, fuente de vida, a diferencia de las semillas y pétalos negros del occidente, guardián de la noche y del fin de la vida del cuerpo. El norte es sinónimo de frío y peligro, pero también de los huesos y la sabiduría de los antepasados y finalmente el sur representa la feminidad y la memoria de los Antiguos con sus semillas y flores amarillas. Los frutos de la tierra se colocan en toda la superficie del altar como fuente de alimento vital, incluyendo plátanos, mazorcas, guayabas, tortillas y otros, ajustándolos a las diferentes áreas de acuerdo al color.

El sincretismo religioso está representado por el crucifijo católico y la presencia de la Biblia en el interior del altar. Junto al Antiguo y Nuevo Testamento están los libros de Popol Vuh y Chilam Balam, una enorme concha que se tocará soplando dentro durante las oraciones y finalmente una foto de Don Samuel Canal Lum (Earth Guardian, en lengua tzeltal). Tatik («padre» en lengua tzeltal) Samuel, obispo de la diócesis de San Cristóbal desde 1959 hasta 2011, abrazó la línea de la teología de la liberación y ayudó a redimir el ahora casi perdido Altar Maya, contribuyendo también a la difusión de la Teología India entre los pueblos originarios.

Se encienden trece velas blancas y seis de colores: una por cada punto cardinal, junto con una vela azul y una verde que representan el Corazón del Cielo y el Corazón de la Tierra. Junto con la pila de tierra en el centro del altar se enciende una vela que representa nuestras almas, mientras que los doce restantes rodean el altar. El anciano designado por la asamblea los mantiene encendidos durante toda la reunión y sopla el humo del copal, incienso sagrado que aparece en el Popol Vuh. Los cuatro elementos están representados por el vaso de agua, el fuego de las velas, la pila de tierra y el aliento de incienso y el sonido de la concha.

El humo del copal bendecirá al Altar Maya y a todos los participantes de la asamblea. Aquellos que dirigen la oración dialogarán con Dios, la Madre Tierra y las diversas entidades y dirigirán la oración comunitaria, indicando el momento de abrir literalmente las danzas, arrodillarse, besar el suelo tres veces y concluir el ritual. Se invita a toda la asamblea a bailar al ritmo de la música tradicional que se toca tres veces en un clímax rítmico. Los Principales, ancianos nombrados por la comunidad, acompañan la oración del responsable durante todo el tiempo que rodea el altar.

Violín, guitarra y bajo guían los pasos de baile y el ritmo de las sonajas, símbolo de la sabiduría de los antepasados, representada por el sonido de las semillas de una orquídea específica y metáfora del movimiento de los espíritus que habitan en el mundo. Al final del ritual, las ofrendas en el altar se distribuyen entre los miembros de la asamblea y comparten alimentos tradicionales que representan la cultura local (maíz y frijoles).

La cultura comunitaria Tzeltal se manifiesta en el Altar Maya, símbolo de compartir, dar y recibir, que está representado por la forma en que se construye el propio altar, la presentación de las ofrendas a su distribución, la música y la danza y la forma en que se realizan las oraciones.


Traducido del italiano por Estefany Zaldumbide