Por Claudia Aranda

Desde que comenzó la rebelión popular del pueblo de Chile contra los 30 años de abusos de la clase política, empresarial y oligárquica sobre la gran mayoría de los chilenos luego de la dictadura, y en todos ámbitos de la vida diaria, hasta que la olla a presión reventó y la gente salió a las calles siendo brutalmente reprimidos por el gobierno de Sebastián Piñera, la solidaridad misma se organizó al tiempo de los mismos acontecimientos. Solidaridad activa en una sociedad que, de un momento al otro, volvió a mirarse a las caras reconociéndose en los ojos de unos y otros. Mirarse, mirarnos, encontrarnos en este despertar de Chile, ha sido quizás, más allá de las acciones masivas que a diario han repletado los noticiarios de todo el planeta, el primer y más notorio y transversal signo antineoliberal, en donde el individualismo ha sido el primer baluarte tumbado de este sistema inhumano que nos tuvo como zombies por tanto tiempo, porque el paradigma que tiene es justamente eso: deshumanizarnos.

Y así, de un momento al otro, en las calles del país, fuimos más que números y consumidores, para pasar a convertirnos y llamarnos entre todos “hermano”, “hermana”.

La represión ha alcanzado hoy los cuadros que observábamos en la misma dictadura de Pinochet, agudizándose de forma exponencial las violaciones a los derechos humanos y a los derechos civiles fundamentales desde que Piñera sacara nuevamente los militares a la calle con un “estado de emergencia” que más bien operó como un “estado de sitio”, y que hoy arroja un número imposible de determinar de heridos de todas las índoles, además de cifras en muertos, torturados, y desaparecidos.

Mi pueblo sufre, pero sigue en las calles. Y desde el día uno, también en las calles la solidaridad espontánea y rápidamente organizada ha dado la mano a todos, como suele ocurrir con este pueblo que ha forjado su carácter en la catástrofe natural.

De esta generación, se hablará más tarde sobre “los tuertos de Piñera”, porque con la venia oficial, la policía chilena, los Carabineros, han disparado a diestra y siniestra sistemáticamente al cuerpo de los manifestantes sus bombas, perdigones y balines, de goma y de metal, dejando un reguero de sangre y múltiples casos de pérdida del globo ocular.

Cascos blancos con cruces azules

Es así que se organizó la Brigada de Salud, profesionales del área y estudiantes, voluntarios de todo tipo que rápidamente se hicieron de un espacio en la esquina, pasado un breve puente de poquísimos metros del centro de Santiago sobre el río Mapocho, ubicado a un costado de la emblemática Plaza Italia, punto neurálgico de la convocatoria masiva popular, en plena línea de fuego.

Ahí tienen instalado una suerte de campamento, delimitado por lonas de baja altura que les permiten observar todo lo que ocurre y recibir a los heridos.

También tienen cuadrillas de salud que se reparten en diversas zonas de enfrentamiento y a quienes he visto suturar en plena vía pública, tan sólo levantando las manos con sus guantes de procedimiento, portando sus cascos blancos con cruces azules, para señalar a la fuerza pública que no los agredan, que están atendiendo pacientes.

Pero los han agredido y los siguen agrediendo igual y sin miramiento alguno.

Rodrigo Núñez Vicencio es un enfermero profesional que estaba a cargo del turno del puesto de salud hace un par de días. En el lugar, me cuenta que “comenzaron a organizar el puesto de la brigada de salud desde el mismo viernes 18 de octubre en que estalló la revuelta” luego de una semana de alzamientos tan progresivos como la represión sufrida por el pueblo, en que la gente siguió a los estudiantes secundarios en las evasiones masivas del Metro de Santiago, explica, pero añade que “la primera vez fuimos a las afueras de la Universidad Católica (aproximadamente un kilómetro más abajo por la Alameda, avenida central de Santiago), y desde el segundo día comenzamos ya con el puesto en Pío Nono”, la esquina que menciono, justo en el borde de un pequeño jardín exterior de la Escuela de Derecho de la Universidad de Chile.

Y ahí han atendido de todo. Día tras día, protesta tras protesta que se congrega masivamente, entre otros lugares, en Plaza Italia, y aunque existan obstáculos y barricadas a modo de autodefensa, los manifestantes rápidamente corren todo el material de la calle para hacer pasar una y otra vez a las ambulancias que van hasta ese puesto de salud a retirar a los heridos más graves.

Pero no todos los heridos, especialmente los baleados por perdigones y balines, quieren ser trasladados a centros asistenciales por la desconfianza hacia la autoridad y los registros, entonces -doy fe de ello como reportera-, prefieren sacarse los proyectiles, limpiarse a duras penas las heridas y seguir luchando en las calles. Es por eso que la cifra oficial es considerada hasta por los organismos de derechos humanos, como “conservadora”.

“Generalmente hay problemas respiratorios por la cantidad de bombas lacrimógenas (además de gas pimienta y químicos lacerantes en los chorros del carro lanza aguas), que las Fuerzas Especiales están tirando para reprimir a la gente, lo cual es lo primero que nos consultan, pero también heridas por perdigones en distintas partes del cuerpo, extremidades, incluso en los ojos; hemos recibido traumatismo encéfalo craneal por caídas, por correr de las fuerzas policiales que están reprimiendo de manera muy agresiva al pueblo que está protestando en las calles”, relata Rodrigo.

Y efectivamente ahí estábamos, en el puesto de salud, cuando una arremetida de la policía cruzó el puente y se les instaló encima, dejando todo el lugar gaseado y tanto a la gente que corrió en estampida, como a los profesionales de la salud, como a la misma paciente que en ese momento estaba en siendo atendida sobre una tabla espinal mientras le administraban suero a cuenta gotas en una vena, sin poder ver, con el rostro y los ojos irritados, y la desesperación de no poder respirar. Los gasearon igual, aunque ellos levantaron las manos y todos los grandes símbolos con cruces azules y letreros que tiene el lugar definiendo el sitio como un puesto de primeros auxilios.

Especialmente me llamó la atención que el personal de salud levantaba las tablas espinales y camillas de forma vertical para protegerse y proteger a los pacientes de eventuales disparos al cuerpo.

Las agresiones hacia el puesto de salud por parte de Carabineros es algo de todos los días. “Nos rocían con gases, nos han lanzado bombas lacrimógenas directamente dentro del puesto, nos han tirado agua, han mojado a nuestros voluntarios, incluso mientras nosotros estamos atendiendo pacientes”, sostiene Rodrigo, subrayando que “queremos aclarar que somos un puesto de primeros auxilios, nosotros solamente brindamos atención que cualquier persona debería saber para brindar primeros auxilios en caso de una emergencia, y, al brindarlos, nosotros ponemos logos que dicen “primeros auxilios”, somos una red de voluntarios, pero aún así Carabineros nos ha reprimido de manera brutal, hemos tenido que dejar de hacer nuestras curaciones por estar nosotros afectados por el humo y por el agua que también nos tiran directamente al puesto que tenemos”.

Disparar a todo lo que se mueva, incluida la bandera de la paz

Pero ¿Por qué a ellos? “La verdad es que Carabineros nos está agrediendo a todos. Pudimos ver que agredieron a alguien el Instituto Nacional de Derechos Humanos (que recibió siete perdigones en el cuerpo justo el día anterior), porque están con el foco y el gobierno tiene una clara misión de reprimir a todo el que esté en la calle. Al gobierno no le sirve que las personas estén en la calle manifestando su descontento con todo el sistema en que estamos insertos, la verdad”, comenta.

Este equipo de héroes está conformado por voluntarios de diversas áreas de la salud. “Comenzamos como una brigada de enfermeros y actualmente nos llamamos sólo “la brigada” porque han llegado médicos, odontólogos, técnicos en enfermería, psicólogos, tenemos hasta productores de eventos que nos están ayudando con la logística, hay prevencionistas de riesgos, matronas, hay una cantidad de enorme de muchos, muchos profesionales que son de múltiples áreas, estudiantes de carreras de salud y otras personas que han venido solamente a ayudar con el tema logístico con nuestra brigada”, explica, subrayando que los insumos e implementos de salud los han conseguido gracias a la solidaridad ciudadana.

Y esto es destacable, porque si bien durante estas dos semanas hemos sido testigos de los llamados desesperados de los piquetes de salud que piden a viva voz por redes sociales que los ayuden con los insumos debido a que se han visto superados en múltiples ocasiones por el volumen espantoso de heridos, “todo ha sido por donaciones”, explica Rodrigo, relevando que “hemos tenido una buena llegada a las personas, nos llegan donaciones todos los días, de distinta índole. Los insumos más grandes, más costosos que cada uno tiene los hemos puesto a disposición, como saturómetros y esas cosas que cada uno trae para poder aportar, pero los insumos que requerimos para poder atender han sido puras donaciones”.

Entre los casos más graves que esta brigada ha atendido, el profesional recuerda que al menos a él le constan “ya tres pacientes con un TEC, traumatismo encéfalo craneano cerrado, con compromiso de conciencia, descompensados, y hemos tenido que hacer atenciones más allá de los primeros auxilios, y nos avalan los médicos que están acá, que son médicos voluntarios también. Hemos tenido que trasladarlos en SAMU (ambulancias de emergencia del servicio de salud público de Chile), quienes se han portado excelente con nosotros”.

Pero han enfrentado situaciones críticas. Rodrigo me relata que “durante la marcha más grande (la semana pasada, con más de un millón y medio de personas en las calles centrales de Santiago cuyo punto de encuentro fue en Plaza Italia), tuvimos la imposibilidad de poder traer la ambulancia del SAMU hasta donde estamos nosotros en la esquina de Pio Nono con Santa María, por lo que tuvimos que hacer una cadena humana y trasladar a la persona afectada, que ha sido la persona más grave que hemos atendido, y la trasladamos encima de una tabla espinal por todo el puente de Pío Nono hasta llegar a la avenida Vicuña Mackenna (unas 5 cuadras a lo menos), que era el lugar más cercano a donde la ambulancia se pudo acercar para poder brindarle el traslado a un centro de salud asistencial de urgencia”. Fueron miles de brazos solidarios que formaron esta cadena de vida y asistencia, miles de brazos de chilenos y chilenas anónimos que sin duda jamás olvidarán esa experiencia plena de urgencia y de puro corazón.

“Nosotros hemos estado trabajando con la bandera de la paz”, me dice con orgullo y no lo dudo, pues son voluntarios organizados espontáneamente en el marco del levantamiento popular y la emergencia, pero explica que “no somos, no pertenecemos a ninguna organización internacional, ni la Cruz Roja ni nada, somos, como explico, un grupo de voluntarios que sabemos primeros auxilios, que es algo que debería ser un derecho humano el brindar primero auxilios, pero no sabemos si contamos con alguna protección (legislativa o en el marco del derecho internacional en situaciones o lugares de conflicto), pues básicamente somos un grupo que se juntó de manera voluntaria y espontánea para poder atender a las personas que lo requieran”.

Estos cascos blancos con cruces azules, estas manos con guantes azules levantadas en señal de paz, en señal de urgencia, en señal de respeto, en señal de unidad y vida, en señal de humanidad, representan lo mejor de nuestro pueblo, representan que pase lo que pase hemos ganado, y que ellos, los opresores, están perdidos, porque no existe fuerza más grande que la del corazón de un voluntario y Chile, en toda su historia, está hecho de esta carne y de este espíritu.

El foto-reportaje es de Claudia Aranda:

El siguiente vídeo es de la periodista Claudia Aranda y da cuenta de las protestas sociales vistas desde dentro del puesto de voluntarios de Salud: