Por Susana Lucero

Referirnos a la salud occidental versus lo alternativo, es un tema que tiene muchos matices, y gira en torno a creencias e intereses particulares. Diferenciar la medicina de lo alternativo y sus riesgos ha reafirmado una postura que surge en los años 80 en el new age, que se asocia a la desilusión, a la apatía, a diferencia de las generaciones anteriores que creían en las utopías y el desarrollo social, esta es una época mágica, mejor dicho chamánica, de tendencias positivas y negativas, donde los ideales fueron reemplazados por el consumo (sustancias, modas, terapias, cursos etc.) lo cual otorga relevancia al presente, a lo efímero, a la diversidad, el pluralismo y al cuestionamiento a la información, a los supuestos límites de la ciencia moderna en cuanto a generación de conocimientos verdaderos, pero a su vez emiten una excesiva información sobre tratamientos alternativos y frecuentemente contradictorios.

Es una postura mental y una tendencia llamada post-modernidad, el cuestionamiento a la información oficial con un suave tinte de justificación mística, como posición rechaza la verdad objetiva o científica y se apoya en el relativismo “todo es relativo”.

Así las terapias alternativas entran en estos tiempos cuestionando a la medicina clásica por qué no cumple las expectativas que se esperan de ella, que habiéndose masificado y tecnificado, despierta recelos por sus errores y limitaciones sobre todo terapéuticas, como compensación se busca las formas alternativas, y se trata de probar, sentir, registrar nuevas experiencias, nuevas creencias se imponen en este paisaje que no acepta el pensamiento crítico, la interpretación es ahora lo nuevo y cruza todo el accionar humano.

Esto ha generado un prospero negocio no sólo editorial, libros de autoayudas, guías sobre las terapias más exageradas, presentaciones públicas masivas de gurús , ventas de sustancias que cubren toda posible dolencia tanto física como psicológica, y los más variados y absurdos tratamientos. Ejemplo de ello lo vemos en el imperio de Deep Chopra y sus siete leyes espirituales bajo un módico costo. Es el surgimiento del pensamiento mágico y el vitalismo espiritual con total disparidad, que forma lo alternativo y sus correspondientes teorías y creencias. Sin olvidarnos del misticismo oriental, las recetas de cocinas y los ejercicios para aumentar la autoestima, “los pensamientos positivos” los cuales forman un registro ilusorio de la realidad, los relatos de experiencias personales, siendo novedoso el proceso, producen tendencias sociales mezcladas con espiritualidad, que se sintetiza en que salud y belleza es el trascendental “crecimiento interno”, que tan de moda está en ciertos ámbitos.

El uso de lo alternativo va en aumento, y se reconoce que el efecto placebo cumple una función importante en el beneficio de la salud, y si le agregamos a ello la conexión espiritual para alcanzar así la sanación por la “autocuración”, tendremos una nueva forma de los antiguos ritos que por medio de la “oración” y ciertas sustancias pretender curar enfermedades graves, mentales, inmunológicas o genéticas, si ello quedara dentro de la esfera personal no produciría mayores daños, pero cuando se entra en la esfera pública cuestionando fármacos probados como las vacunas en la salud pública, generando una línea anti-vacunas y por ello produciendo muchas muertes infantiles por los virulentos brotes de sarampión, poniendo en riesgo a otros al no vacunarse, y desinformar los riesgos de esta práctica. Los riesgos por ausencia de información completa, ampliada y esencial puede ser producida por una infinidad de causas, intencionales o no, la falta de crítica está cercana a la manipulación, ya que el principio de toda información es el dato o concepto, siendo esta una construcción mental básica del pensamiento humano. Y ese concepto puede hacer variar el punto de vista y sus creencias.

Las políticas en salud pública en muchos países son deficientes, atentan contra la vida y el desarrollo humano, cortejadas por las industrias farmacéuticas, laboratorios y suministros en costos excesivos, y en algunos casos la deshumanización en el trato hacia pacientes, tanto en la salud pública como privada, produciendo una deserción parcial cada vez más importante de la moderna medicina occidental, precisamente cuando la susodicha medicina está avanzando y progresando a ritmo vertiginoso, en nuevos tratamientos, vacunas y procedimientos.