por Vanina P. Santarceri

Desde que el buen Descartes dejó establecida la separación entre el mundo material (territorio de la ciencia) y el espiritual (territorio de la iglesia), en Occidente no hemos hecho más que alejarnos a pasos agigantados de la subjetividad. Si bien tal basamento fue clave para el avance científico posterior, nuestra cultura, que tampoco se caracterizaba precisamente por su concepción holística, fue acrecentando cada vez más el énfasis en lo material dejando relegados los aspectos espiritual, subjetivo, intangible, a lo meramente supersticioso.

Los grandes aportes filosóficos y psicológicos sobre el ser y lo subjetivo que le precedieron no lograron plasmarse en el mundo cotidiano, como tampoco logró bajarse el conocimiento científico al común de los mortales (es decir, todos los que no somos científicos). Baste el ejemplo de publicación en diarios de la información: “el sol sale…”, “el sol se pone…” para ilustrar tal afirmación. Sí, la tierra es redonda; hay fotos incluso que lo demuestran; satélites en órbita; infinidad de material tangible e indiscutible. Por tanto el sol no puede salir de ningún lado, es la tierra la que se mueve. Se me antoja pues que debería leerse: “el sol aparece” ó bien “el sol comienza a verse”. Pero no lo es ya que el dato la tierra es redonda no ha llegado aún a integrarse masivamente. Cosa curiosa. Como también lo es que, pese a todas las validaciones científicas al respecto, el movimiento “flat earth” (1) y sus postulados siguen tan vigentes en pleno Siglo XXI como lo eran en pleno Siglo XII.

Relegar lo subjetivo, intangible, espiritual si se quiere, a un plano meramente infantil en tanto supersticioso, no sólo implica denigrar la importancia del psiquismo, la religiosidad, el amor, etc., sino también de los valores. Fíjense qué interesante: en una cultura netamente material, orientada a objetos, un ser amoral es la norma y el modelo a seguir, mientras que un ser ético es… un ridículo, un ingenuo, un modelo a evitar.

Lo subjetivo e intangible no ha sido desgajado del conjunto Realidad para continuar su desarrollo en paralelo, formando parte del todo cultural. Hoy todo se centra en lo tangible, material; en lo cosificado. Como cosificadas son las personas, las relaciones, las actividades humanas, el medio natural. El Universo pasa a tener importancia en tanto objeto, capaz de ser tasado y comercializado. La subjetividad, la ética, la moral, no escapan (ni mucho menos) a esta masificación cultural.

Ejemplifiquemos: el ideal de profesional médico es quien logra desapegarse de sus emociones y tratar al paciente como una cosa, sólo un objeto de estudio. Algo así como un relojero que debe descubrir la falla en el mecanismo para lograr hacerlo funcionar nuevamente. Los pacientes, pues, pasan por los consultorios y laboratorios como las mercancías con código de barras por el cajero de un supermercado, equivaliendo el profesional médico en esta analogía a la cajera que va colocándolos de a uno frente al lector de barras, con mirada hipnotizada y clara sensación de hastío. No se le enseña al futuro profesional cómo lidiar eficazmente con sus emociones; cómo conectarse con sus consultantes desde un emplazamiento humano sin que ello implique un desguace emocional que lo vaya corroyendo de a poco. Sí se le enseña a memorizar datos, prescribir medicamentos y ser eficiente a la hora de producir. Cuadra perfectamente en el contexto que describimos.

Como también cuadra la imagen cada vez más frecuente del psicópata como modelo humano. Veamos: el mejor profesional de cualquier especialidad, no sólo la médica que ejemplificamos recién, es el psicópata. Aquél que no tiene ningún tipo de conexión emocional, ni empatía, ni quizá sentimiento humano alguno. Frío, calculador, eficaz, impoluto. Y muy productivo. Aquél a quien le importan un rábano familia, amistades, vecinos, compañeros de trabajo, colegas y cualquier otro ser que no sea él mismo. Toda actividad, todo pensamiento, toda acción orientada a producir cada vez más y mejor. Sin límite alguno, mientras su cuerpo lo permita. Y cuando este falla, pues: a dar buena cuenta de infinidad de píldoras, suplementos vitamínicos, drogas recreativas, transplantes y demás yerbas! Que le permitan tirar del carro por un tiempo más.

En este escenario, la emoción no se trata ni se desarrolla como una parte integral del ser. Sino que, directamente, se suprime. Si ha muerto un ser querido y debes ir a trabajar: pues ¡tapa tus emociones y bríndate con una sonrisa! Que los problemas hay que dejarlos fuera de la puerta de la office, caramba. Si te han desahuciado porque no pudiste pagar la renta y te encuentras con tus trastes en la calle, pues ¡a atender a tus pacientes como si nada, que para eso te pagan! Y, a fin de cuentas ¿a quién le importan tus cuitas? Si todos tenemos nuestra cruz para cargar.

¡Como si pudiéramos cortar la emoción ó una parte de nuestra vida y dejarla en algún lado! No, amigos, no se puede diseccionar el alma. Ni el amor. Ni la tristeza. Ni la subjetividad. Forman parte integral de nuestro Ser y, a su vez, nos constituyen como tales. Es tan ridícula esta noción como: me duele la pierna izquierda, entonces me la corto, la dejo en la puerta del trabajo y luego me la vuelvo a pegar cuando salgo. No. Lo coherente es aprender a Ser como un todo holístico y a lidiar con las situaciones de la vida de forma evolutiva: conciliando y no cercenando. Hay interesantes avances sobre este particular que se están haciendo en diversos trabajos de inteligencia emocional. Pero el modelo de psicópata, de hombre-lagarto, también avanza y gana terreno a la par. Veremos cuál de las dos vertientes logra imponerse; creo que de ello depende el futuro de nuestra especie.

 

Bibliografía y Notas:

 (1) La Flat Earth Society, en español «Asociación Tierra Plana», también conocida como International Flat Earth Society e International Flat Earth Research Society, es una organización anglo-estadounidense que promueve la idea de que la Tierra es plana en vez de un esferoide oblato, fundada por Samuel Shenton en 1956.

Fuente: Wikipedia