Por José Rafael Quesada J.*

El cambio viene nos dijeron. Y en efecto todos esperamos el cambio que se venía y que, en los discursos de las escuelas de Administración, los opinadores de los medios de comunicación, en las organizaciones, las redes sociales y hasta en las iglesias, se nos anunciaba un cambio en todas las esferas de la vida.

Un cacareo constante desde el Fin de la Historia de Fukuyama, que se enseñorea entre nuestras vidas cotidianas como algo amenazante para todos los seres humanos y sin embargo invisible para todos. Y es así o no es cierto que nos anunciaron un «desborde de riqueza» generalizado, pero previamente debían enriquecerse unos cuantos «exitosos» que acumularían lo suficiente o máximo para luego comenzar a elevar el nivel de vida y de ingreso de las grandes mayorías.

Claro todo gracias al libre mercado, la libertad democrática, la reducción de salarios (para hacerlos «competitivos» o el lento crecimiento anual o por décadas), la constante transnacionalización de las economías nacionales y locales, el impresionante despliegue de los medios de comunicación a favor de la estrategia y por último el elocuente discurso en la boca de la clase política.

Y el perdedor claro fue la gente, los valores de la solidaridad, la eficacia de las instituciones estatales y empresa local (frente a la eficiencia privada) y sobre todo el más grande perdedor fue la humanidad de la gente, ese valor de humanización creciente que nos volvió una civilización (una forma de vida y un modo de estar en el mundo), que nos permite convivir, construir el mundo como lo conocemos (a pesar de todos los esfuerzos destructivos hechos por siglos) y que nos llevó hasta imaginar la vida humana en otros planetas y galaxias.

Sí, la gente ha perdido con el supuesto fin de la historia de don Francis y su locuaz discurso del éxito y la caída del muro del viejo socialismo. Supuso y creyó que el lado «exitoso» había ganado y los que intentaban distribuir la riqueza y lograr la raída justicia permitiría ahora sí generalizar el modelo occidental de hacer las cosas -que observando las noticias diarias- que se puede concluir solo conduce a la humanidad a presenciar otro estruendoso fracaso en la economía global y en la capacidad para generar soluciones para la vida misma en el planeta, que finalmente parece significar la probable muerte de millones de seres humanos como víctimas directas de las distintas formas de violencia desatadas por la monstruosidad de un sistema cada día más deshumanizante en el que se condena a esta civilización.

¿Será el final de la historia o el final de la civilización humana tal como la conocemos hoy? Pues responder sería partir del cambio en la actitud personal hacia los cambios necesario y el trabajo de millones de personas y sus conciencias. Y entonces se tratará de cosas sencillas por hacer.

Cambiar el enfoque de la propia vida y del modo de estar en ella, pasando de una ética a una forma de acción directa no violenta, de cambio de la realidad inmediata de cada persona para sentir al ser humano que está cerca en mi propia vida, reconocer al otro como ser que vive y siente, que piensa y tiene intención en la vida.

Cambiar la dirección de mi propia vida en una acción planeada en cada conciencia, de forma que pueda dar un nuevo sentido a mi existencia, construyendo una nuevo ser humano en mi mundo interno, para con mi coherencia personal (sentir, pensar y actuar en la misma dirección), mi aporte sea consistente con el deseo de todo ser humano de ser feliz y con ello contribuir en la felicidad de todos aquellos que me rodean y son mi medio inmediato.

Cambiar mi pensamiento sobre lo que producen mis pequeños actos cotidianos y provocan daño a la naturaleza y al ambiente social. Mitigar el daño ambiental es una tarea de cada uno y una en cualquier parte del mundo, pero también habrá que ponernos de acuerdo y actuar en forma organizada e INMEDIATA, para transformar todo lo que daña al planeta, recuperar lo perdido y reconstruir la naturaleza en forma acelerada. Detener el modelo de producción actual y cambiar a modelos que no dañen la naturaleza ni la vida tal como la hemos conocido.

Cambiar y lograr el cambio de los gobernantes y líderes sociales, para que entiendan y nos acompañen en la construcción de una Nación Humana Universal, un nuevo estilo de organización de los Estados, gobiernos regionales y gobiernos locales en todo el planeta, para orientar los recursos disponibles y las acciones de miles de millones de seres humanos, en la construcción de esta nueva realidad en la vida del Ser Humano.

Cambiar la Economía, para intervenir con decisión este sector que nos convirtieron en la raíz y médula de la toma de decisiones y sino de todas las guerras y violencia sistémica, para reorientar toda la economía, pero a favor del ser humano. No basta declararlo, hay que tomar decisiones y avanzar con propuestas precisas para beneficiar y crear nuevos conceptos a favor de la persona, partiendo de solo hecho de que la persona nació y está viva, y que por ello requiere beneficios de la producción y de la acumulación de conocimiento a través de toda la historia humana.

Es la época de cambiar las cosas para abrir nuevas esperanzas en la Humanización de la Tierra, es la época de poner todo a favor de la vida y de toda persona, sólo por el hecho de haber nacido humano.

 

*Vicealcalde Humanista, Ciudad de Montes de Oca, Costa Rica