Por Diana Aurenque*

Para nadie es sorpresa: la política actual debe afrontar enormes desafíos. Sea en Chile como en todo el globo, estos parecen gigantes e inminentes: el aumento de los nacionalismos, las tendencias populistas, la crisis de la confianza en las instituciones y en los partidos políticos, la falta de participación, la crisis climática y medioambiental, la migración y el aumento de tendencias xenófobas… y la lista sigue con una serie de desafíos en torno a minorías, pero también a mayorías, con intereses diversos y pocas veces posibles de conciliar entre ellos.

En medio de este torrente de tensiones sociales con poco horizonte de mejoras y acuerdos, parecemos vivir una situación histórica que nos recuerda con preocupación experiencias de siglos pasados, donde los extremos se polarizan y poco espacio se anida al diálogo y al intercambio de ideas.

Y en pleno conflicto desorientado, sin embargo, quizás comienza a albergarse una nueva esperanza: una ocasión insólita para pensar y reflexionar, un oasis de libertad y de compromiso, en medio de las aulas secundarias.

El 2020 entrará en vigencia el nuevo currículo escolar nacional para los cursos de 3ero y 4to medio. En este currículum y sus contenidos, por fin a disposición de la comunidad, observamos grandes diferencias con el sistema imperante en la actualidad. Recién con los años y tras su implementación, podremos realmente saber, hasta qué punto fue adecuado, y los curriculistas y expertos en educación deberán hacer llegar a la comunidad los análisis necesarios para saber si dichos cambios pueden, en efecto, evaluarse como exitosos. Por lo pronto, lo que nos queda es validar al menos uno de sus grandes hitos: La democratización de la filosofía.

No podemos olvidar que la inclusión de filosofía en todos los establecimientos del país – es decir, no solo científico-humanistas, sino también, para establecimientos técnicos y artísticos- significa que todos y todas en 3ero y 4to medio tendrán clases de filosofía. ¿Por qué esto es tan significativo? ¿Cómo se justifica la acalorada defensa que, ante la intención de sacar filosofía del currículum nacional, fue dada intensamente por los y las cultoras de la disciplina, apoyadas por prestigiosos/as académicos/as, universidades, departamentos y decanatos, y desde luego, por agrupaciones académicas como la Asociación Chilena de Filosofía (ACHIF) o la Red de Profesores de Filosofía de Chile (REPROFICH)? O, dicho de otra forma y parafraseando el título del magnífico libro en defensa de la filosofía escrito por Carlos Peña: ¿por qué nos importa tanto la filosofía?

Porque la filosofía, aquella disciplina que todos más o menos sabemos que existe, hace muchas cosas. Ciertamente no nos permite curar enfermedades, ni acortar distancias, ni construir mejores viviendas o ropajes; tampoco nos puede decir a quién debemos creer ni recomendarnos un estilo de vida por sobre otros. Con todo, su hacer tiene una capacidad inaudita: Permitirnos libremente dialogar con todo. La democratización curricular de la filosofía significa una oportunidad única, pues permite a los y las jóvenes secundarios/as experimentar el pensar, hacer suyos los contenidos y las prácticas de una de las disciplinas que de forma más paradigmática nos diferencia de cualquier otra especie. Ni la técnica, ni el cálculo ni incluso el apego, parecen ser características exclusivas de los seres humanos. Muy por el contrario, aquella capacidad que tenemos de dedicarnos a cuestionar con la misma rigurosidad a la autoridad, el orden social o incluso lo más trivial y cotidiano, nos constituye como individuos especialmente curiosos, atentos a las diversas posibilidades que esconde el mundo y las relaciones humanas. Nos permite así, el ejercicio libre de experimentar escenarios, evaluar sin sesgos dogmáticos las posibles implicancias de todo tipo de ideas y de valores, también de conocimientos -e incluso de miedos.

La filosofía no conoce tabú.

En un mundo donde las tensiones y los extremos se vivencian a velocidad espeluznante y, donde la inmediatez de las modas y los trending topic solo siguen la lógica numérica de algoritmos y no de una agenda concertada de asuntos verdaderamente importante, ahí la filosofía encuentra su más propicia morada.

Quizás ella permite, como quiero pensar que lo puede hacer, identificar mejor los asuntos impostergables a discutir en el espacio público, decididos individual y/o colectivamente, como los grandes temas y problemas que debemos enfrentar, como chilenos/as y como mucho más que solo chilenos/as. Quizás así, las futuras generaciones nos enseñen, también a los más mayores, a resignificar, detenernos y pensar –más allá del bien y el mal, y mucho más acá, al Sur del mundo.

 

*Vicedecana de Investigación y Postgrado, Facultad de Humanidades, Universidad de Santiago de Chile