Reunirnos en una tertulia donde el HUMOR va a ser el protagonista con pretensión de analizarlo en nuestras vidas, ya nos sugiere qué tipo de velada vamos a pasar. Gracias a tener participantes cuyo sentido del humor e inspiración para contar chistes superaba el promedio de cualquier persona de a pie, la tertulia pudo convertirse en un festín de catarsis y distensiones musculares para pasar una noche de verano con buen sentido del humor. El humor es un rol para afrontar situaciones, pero también es una virtud que requiere de cierto dominio intelectual y de asociación de imágenes.

La motivación desde la que venía la propuesta de intercambiar sobre este tema, había sido la observación de que en los intentos de aumentar la movilidad y diversidad de imágenes,  encontrábamos en déficit las humorísticas, así como también las esperpénticas y grotescas. Es decir, en el pretendidamente completo espectro tragicómico. Cuanto más susceptibles fueran las vivencias de ser enfocadas por el lado dramático, más dificultades tenían en imaginarse  desde otra óptica más lúdica, ligera, humorística o esperpéntica.

Describimos el tema con ejemplos de aquello que ayuda a una óptica humorística así como de lo que se opone a ella, situándolo finalmente en su sistema mayor.

Advertimos como la calificación de una situación de “dramática” tiene una raíz cultural, en muchos casos esta óptica es utilizada por los poderes para generar miedo en la población y someterla así al orden establecido. Observar este funcionamiento nos permite rebelarnos ante tal posicionamiento, haciendo del humor una herramienta adecuada para conseguir una adaptación creciente.

En general se advierte una clara raíz cultural, donde reírse está mal visto, prohibido y numerosas frases hechas lo demuestran: “De este tipo te puedes fiar, porque es serio”. Ejemplos de hijos de familias que vivieron durante la dictadura, explican las vivencias de sus padres de cómo en sus casas todo era serio, donde el humor no tenía cabida, donde imperaba el miedo y el temor a la autoridad.

Coincidimos en que actuamos frecuentemente con autocensura: la negación del placer, entender el trabajo, el amor y el estudio como algo serio, todo validado solamente desde el sufrimiento. En la raíz encontramos, una base de cristianismo: ningún santo se ríe en la iconografía cristiana, sólo el demonio, a diferencia de lo que vemos en los místicos de otras culturas, como Buda o Chuang-Tzu (Budismo y Taoísmo) donde sus enseñanzas, a veces relatadas con poesía, otras como acertijos humorísticos desvelan una maestría en explicar misterios profundos referentes al ser humano, su conciencia y su trascendencia valiéndose de sarcasmos, ironías o posturas humorísticas. Es decir, invitando a reírse de la condición humana, de su ilusoriedad.
Pero cuando se logra incluir el ángulo humorístico en dichas situaciones, permitiendo una posible movilidad de imágenes, el registro también cambia. Así relata algún participante cuando en sus fracasos personales trata de ver más allá de la situación a la que se ve sometido y vislumbrarla con humor, desdramatizando y desidentificándose con todo aquello que tiene sabor a propio. Al aprender a reírnos de nosotros mismos, nos permitimos tomar distancia, desdramatizar estados y situaciones, no identificarnos tanto con todo aquello que tiene que ver con uno.
Uno de los tertulianos explica en clave de humor y provocando una situación cómica, una escena cotidiana de su vida en la que opta por cambiar su respuesta mecánica:
Cada mañana voy a comprar el periódico y el quiosquero me pregunta:
    – ¿Qué, cómo va?»
    – Bien (respondo)
Este bien me deja un sinsabor amargo mientras voy dirigiéndome a mi casa, pensando para mí       mismo: ¿Cómo que bien, si me va todo fatal?
    Día tras otro se repite la misma escena, y ese “bien” no deja de ser una tortura de falsedad    para       mi conciencia, así que decido que hasta aquí hemos llegado con la respuesta típica de “bien”,           como quien no explica nada.
    Al día siguiente, vuelvo al quiosco,
– ¿Qué, cómo va?»
– Bien (respondo), más que bien, es que me va de maravilla…. mira es que no sé por dónde             empezar, ….
A partir de aquí, el tertuliano relata una sarta de razones humorísticas por las cuales le va “más que bien”, provocando una situación cómica y humorística para el conjunto.
Ante tal situación de barbaridades donde el ir “bien” excedía los límites, aquel vecino amable, al que las cosas le iban “bien” pasó a ser el vecino grotescamente exagerado por “lo bien que le iban las cosas”.
Si analizamos la ironía, vemos:
1.- que ante una respuesta automática y falsa de la realidad que uno se cree, hay una inercia a constreñirse en clichés formales, con una gran falta de movilidad y diversidad de imágenes;
2.- la lógica diría que hay que elaborar entonces posibles respuestas que ilustren mejor y respondan con más verdad la situación sobre lo mal que uno está…pero no, el participante muestra un camino donde se introduce la óptica humorística y lúdica, maquinando qué cosa graciosa se podría responder que ayude a mover clichés, a ampliar registros, a sorprender en la comunicación y en definitiva a transmitir por otra vía un estado de más despierto.
3.- finalmente, encuentra la vía de la exageración, de “lo bien que está (expansiones y transformismos), lo cual ya le obliga a troncharse a él mismo. En este juego lúdico, ha creado una nueva situación que le permite preguntar a su interlocutor: ¿a que da rabia lo bien que estoy?, permitiendo que éste también entre en una óptica humorística.
Podríamos decir que es un claro ejemplo de cómo abordar una situación personal de fracaso, donde ser capaz de reírse de la situación, le quita carga a la posible situación personal de sufrimiento.
Por otro lado, el humor y sus contenidos están claramente constelados entorno a la dirección mental; no puede ser el mismo humor ni tener los mismos efectos, si viene de una dirección mental bondadosa o de una degradatoria. Así nos explicamos que haya también un humor hiriente, o inoportuno, o de signo regresivo (xenófobo, clasista, burlón del desfavorecido…).
Los mecanismos de movilidad de imágenes, si queremos trabajar un tema a fondo, pasan por técnicas primero de catarsis, ante las que uno puede liberarse de aquello que le es sufriente, para pasar luego a hacer un trabajo de conversión de imágenes.
La clave está en poder reírse de lo que a uno le pasa y por los mismos motivos no tomarse en serio a los otros cuando lo que vemos son sus mecanismos de compulsiones, de climas no resueltos, al igual que sucede con uno mismo. ¿Sobre qué dramatizamos? En este escenario, sustituir la actitud violenta hacia uno mismo por el humor, sería darle un giro a la situación.