Luego de las conversaciones entabladas por los dirigentes del Colegio de Profesores con la Ministra de Educación y sus asesores, los resultados fueron expuestos a las bases para someter a votación tres opciones. Tres de cada cuatro profesores que votaron, resolvieron proseguir con el paro.

La decisión mayoritaria se sustentó en que si bien se accedía a algunas de las demandas, en otras se invitaba a seguir conversando, o bien, eran rechazadas de plano por el gobierno, esencialmente aquellas que involucraban recursos financieros. Respecto de esto último, la razón esgrimida se apoyaba en que no se disponía de tales recursos.

Cuesta entender la lógica de no disponer de recursos para financiar gastos en el campo de la educación cuando día a día somos sorprendidos, una y otra vez, con fraudes y/o actos de corrupción al por mayor, en las más diversas esferas, políticas, militares, religiosas. Los profesores observan, incrédulos, cómo miles de millones de pesos son destinados a gastos reservados de los que no se rinde cuenta, a financiar asesorías sin la más mínima justificación o a familiares de personajes del mundo privado que se trasladan al mundo público con sueldos que no se condicen con el discurso de “tiempos difíciles”.

A estas alturas de una movilización que se prolonga por más de un mes, no deja de llamar la atención la displicencia con que ha actuado el gobierno frente a un gremio que ha procurado, en todo momento, seguir la senda del diálogo, en la esperanza de que ella sea conducente al objetivo de tener una mejor educación con sus más importantes protagonistas, que no son otros que los profesores. Cualquier solución debe ser con ellos, no contra ellos o sin ellos. Ya no es época de imposiciones. En una columna anterior, afirmé que en el campo de la educación, así como en muchos otros, el diálogo es difícil, pero imprescindible. De otro modo no hay solución.

Desafortunadamente, por parte del gobierno no se observa interés por resolver el conflicto, más bien por el contrario, pareciera que se quiere agudizar. Es difícil entender que en medio del paro, la propia Ministra de Educación se haya dado el lujo de viajar al norte para ver el eclipse estando invitada al Congreso Nacional para tratar el tema de la paralización docente.

Cuesta imaginar el objetivo que persigue el gobierno. Podría pensarse que está apostando al desgaste, sin embargo parece ocurrir lo contrario porque la desaprobación al gobierno crece, al igual que respecto del manejo de la crisis. En cambio, el apoyo a los profesores ha estado creciendo.

La otra tesis que explicaría el comportamiento del oficialismo en esta esfera, sostiene que busca destruir la educación pública por la vía de estimular la migración de la población escolar desde las escuelas municipalizadas a las escuelas subvencionadas pagadas y a las particular pagadas. Objetivo que se está dando desde hace tiempo y que se refuerza con el viaje de la ministra al norte en medio del conflicto, señal de estar más interesada en el eclipse solar que en el eclipse de la educación pública.

A pesar de los vertiginosos cambios que se han producido en los últimos tiempos, y no obstante que han transcurrido 80 años, aprovecho de recordar lo que expresara en su momento Pedro Aguirre Cerda, para quien gobernar era educar, y cuya vigencia creo que se mantiene en pie: «Para que la enseñanza pueda cumplir su misión social es necesario que sea: gratuita, única, obligatoria y laica”.