Steve Taylor, Universidad Leeds Beckett para The Conversation

Los científicos llevan mucho tiempo tratando de entender la conciencia humana – la «materia» subjetiva de pensamientos y sensaciones dentro de nuestras mentes. Solía haber una suposición de que la conciencia es producida por nuestro cerebro, y que para entenderla, sólo necesitamos averiguar cómo funciona el cerebro.

Pero esta suposición plantea interrogantes. Aparte del hecho de que décadas de investigación y teorías no han aportado una aclaración significativa sobre el tema, hay algunos desacuerdos extraños entre la conciencia y la actividad cerebral.

Por ejemplo, como ha señalado el neurocientífico Giulio Tononi, las células cerebrales se disparan casi tanto en algunos estados de inconsciencia (como el sueño profundo) como en el estado de vigilia consciente. En algunas partes del cerebro, se pueden identificar neuronas asociadas con la experiencia consciente, mientras que otras neuronas no parecen tener ningún efecto sobre ella. También hay casos de un nivel muy bajo de actividad cerebral (como durante algunas experiencias cercanas a la muerte y comas) cuando la conciencia puede no sólo continuar, sino incluso volverse más intensa.

Si tuvieras un cerebro humano en la mano, te darías cuenta de que se trata de un grupo de materia gris húmeda, un poco como masilla, que pesa alrededor de 1,3 kg. ¿Cómo es posible que esta cosa gris y húmeda pueda dar lugar a la riqueza y profundidad de tu experiencia consciente? Esto se conoce como el «problema duro» de la conciencia.

Como resultado, muchos filósofos eminentes (como David Chalmers y Thomas Nagel) y científicos como Christof Koch y Tononi han rechazado la idea de que la conciencia es producida directamente por los procesos cerebrales. Han recurrido al punto de vista alternativo de que se trata en realidad de una cualidad fundamental del universo.

Esto puede sonar descabellado, pero piense en los otros «fundamentos» del universo que damos por sentado, como la gravedad y la masa. La conciencia tendría el mismo estatus que estos.

Explicaciones fundamentales

Una de las razones por las que estoy a favor de este enfoque es que la idea de la conciencia como cualidad fundamental ofrece soluciones elegantes a muchos problemas que son difíciles de explicar utilizando el modelo científico estándar.

Primero, puede explicar la relación entre el cerebro y la conciencia. El cerebro no produce conciencia, sino que actúa como una especie de receptor que «recoge» la conciencia fundamental que nos rodea y la «transmite» a nuestro propio ser.

Ver el TED talk de David Chalmes sobre la conciencia aquí

Debido a que el cerebro humano es tan sofisticado y complejo, es capaz de recibir y transmitir conciencia de una manera muy intensa y compleja, de modo que somos (probablemente) más intensa y extensamente conscientes que la mayoría de los otros animales.

Uno de los argumentos para asumir que el cerebro produce la conciencia es que, si el cerebro está dañado, la conciencia se ve afectada o alterada. Sin embargo, esto no invalida la idea de que el cerebro puede ser un receptor y transmisor de la conciencia. Una radio no produce la música que llega a través de ella, pero si se daña, su capacidad de transmitir la música se verá afectada.

El enigma del altruismo también puede ser explicado. Si, como muchos científicos creen, los seres humanos son sólo máquinas genéticas, preocupadas únicamente por la supervivencia y propagación de nuestros genes, entonces el altruismo es difícil de explicar.

Tiene sentido que seamos altruistas con personas que están estrechamente relacionadas con nosotros genéticamente, pero no tanto con extraños, o con miembros de diferentes especies. En estos últimos casos, desde el punto de vista convencional, debe haber algún beneficio para nosotros, aunque no seamos conscientes de ello.

Tal vez ser amable nos hace sentir bien con nosotros mismos, impresiona a otras personas, o anima a la gente a ser amable con nosotros a cambio.

Pero estas explicaciones parecen no poder explicar el alcance y la profundidad del altruismo humano. Si somos fundamentalmente egoístas, ¿por qué deberíamos estar dispuestos a arriesgar nuestras propias vidas por el bien de los demás? El altruismo es a menudo instantáneo y espontáneo, especialmente en situaciones de crisis, como si fuera profundamente instintivo.

Desde una perspectiva «espiritual» (que ve la conciencia como fundamental), sin embargo, el altruismo es fácil de explicar. Está relacionado con la empatía.

La conciencia fundamental compartida por los seres humanos significa que es posible para nosotros sentir el sufrimiento de los demás y responder con actos altruistas. Puesto que compartimos la conciencia fundamental con otras especies, también es posible que sintamos empatía con ellas y que nos comportemos de manera altruista hacia ellas.

Una de mis principales áreas de interés como psicólogo es lo que yo llamo «experiencias de despertar», cuando la conciencia humana se intensifica y expande y experimentamos una sensación de unidad con otros seres humanos, con la naturaleza o con el mundo en su totalidad.

Veo las experiencias de despertar como encuentros con la conciencia fundamental, en las que sentimos su presencia en todo lo que nos rodea, incluso en nosotros mismos. Experimentamos un sentido de unidad porque la unidad es la realidad fundamental de las cosas.

La ciencia convencional también tiene dificultades para explicar el poderoso efecto que tiene la intención y la creencia mental en el cuerpo (como lo demuestra el efecto placebo y los efectos adormecedores del dolor de la hipnosis). Si la mente es sólo un derivado de la materia, no debería ser capaz de influir tan profundamente en la forma y el funcionamiento del cuerpo.

Eso sería como decir que las imágenes en la pantalla de una computadora pueden cambiar el software o el hardware dentro de la computadora. Pero estos efectos son comprensibles si suponemos que la mente es más fundamental que la materia del cuerpo, una expresión más sutil y completa de la conciencia fundamental. Como resultado, tiene la capacidad de alterar el funcionamiento del cuerpo.

Creo que la idea de la conciencia como cualidad fundamental del universo tiene mucho peso. Como señalo en mi libro Spiritual Science, puede ser que la mejor manera de entender el mundo no es sólo a través de la ciencia o la espiritualidad, sino a través de un enfoque que combine ambos.

Steve Taylor, profesor titular de psicología, Universidad de Leeds Beckett

Este artículo ha sido reeditado de The Conversation bajo una licencia Creative Commons. Lea el artículo original.


Traducción del inglés de: Antonella Ayala