Por: Nicolás Rivera Sarmiento

Pensaba que sería más fácil escribir esto. Nunca pensé que tardaría tanto tiempo en hacerlo. Dicen que nacemos dos veces, pienso que nacemos muchas veces. Nací en Tierralta, o mejor, volví a nacer en Tierralta, entre indígenas emberá, campesinos, niños sonrientes, combatientes de las FARC, paramilitares, Fuerzas Armadas de Colombia, cultivos ilícitos, desnutrición y una represa gigante que aprisiona los ríos Sinú y San Jorge.

¿Cómo no iba a volver a nacer? Pasar de la selva de cemento que es Bogotá a la más pura naturaleza. Pasar de la burbuja de la Javeriana a la más cruda realidad.

Tierralta es relativamente lejos de Bogotá, pero era muy lejos para mi realidad, para lo que yo había conocido. La ruta es fácil: avión a Montería de poco más una hora y desde allí, en el mejor de los casos, taxi compartido, dos horas desde Montería a Tierralta. Cuatro horas desde Bogotá y ya estamos en Tierralta. De Tierralta a sus veredas, sin carretera y obligados en camionetas 4×4, son otras dos horas. Estaremos entonces, después de unas seis horas de viaje, en los límites del Parque Nacional Natural Nudo del Paramillo.

El Nudo del Paramillo es el imponente cementerio de la cordillera de los Andes que atraviesa Suramérica de punta a punta en un recorrido de más de siete mil kilómetros. Es también un imponente cementerio de cuerpos y de valores humanos, se sitúa entre los departamentos de Córdoba y Antioquia en Colombia. Concretamente en los municipios de Ituango y Peque en Antioquia y Montelíbano, Puerto Libertador y Tierralta en Córdoba. Entre los municipios que lo rodean están Chigorodó, Mutatá, Carepa, Tarazá, Cáceres y Caucasia, como bien lo señala Wikipedia.

Es decir, al Nudo del Paramillo lo rodean Urabá y el sur de Córdoba. La cantidad de masacres que cometieron paramilitares en alianza con el Estado y fuerzas guerrilleras como las FARC y el EPL no están, ni caben en la enciclopedia. El Tomate, Las Nubes, La Mejor Esquina, entre otras. Me gustaría hacerle la tarea, querido lector, pero lo invito a que usted mismo las revise. Aquí le dejo la foto y el enlace para que vaya y averigüe:

El Nudo es un lugar precioso y estratégico. Últimas montañas y últimos lugares selváticos, perfecto escondite. Todos los climas para sembrar de todo. Coca, mucha coca. Quien domina esas montañas seguramente domina política y comercialmente la región. El comercio lícito e ilícito de la región queda a sus pies. De aquí, en un par de horas, se llega al Golfo de Urabá, en pleno Caribe colombiano… En unas horas se llega a Estados Unidos y a Europa, una ruta sencilla y económica para que la más pura cocaína llegue a las élites extranjeras.

En ese orden de ideas, Tierralta está muy cerca del mundo, por lo menos está muy cerca de las narices de los poderosos del mundo. Mejor dicho, Tierralta ha estado y está, literalmente, en las narices de los poderosos del mundo. Ahora que recuerdo, también hay mucha madera que sale de esta región en una tala furtiva indiscriminada, algo de yuca, algo de papa, algo de ñame, algo de plátano también. Desde las veredas no hay cómo salir a Tierralta porque no hay carretera, hay trochas.

La guerra por el dominio territorial cobró y cobra miles de muertos, degollados, torturados y desaparecidos… ¿A dónde van los desaparecidos? Preguntaba Blades, pues los desaparecidos de esta región van a los ríos y a las fosas comunes del Nudo del Paramillo.

Si esos ríos que nacen en el Nudo del Paramillo hablaran… Bueno, de hecho, han hablado. Hablan, a través de nosotros, los atrevidos: este es un mural que un atrevido pintó detrás del altar en la Parroquia de Tierralta.

La lógica es esta: Jesús se sacrificó por nosotros, por nuestros pecados, él los redime por nosotros, en un ciclo sin fin. Abajo a la derecha está uno de nuestros pecados que hace que muera Jesús: el pacto entre militares y paramilitares que matan campesinos y los lanzan al río Sinú. Eso está retratado, a veces, en el altar mayor de la Parroquia de Tierralta.

Digo a veces, porque cada vez que los militares, los paramilitares o las fuerzas de derecha querían (quieren), hacían (hacen) borrar o censurar una parte de este precioso y único mural. Una vez borrado o censurado los atrevidos volvían, vuelven, volverán o volveremos a pintarlo, una y otra vez.

El tiempo en que se escribe esta columna es complejo porque no se puede hablar en pasado de algo que está tan vivo, el conflicto está vivo, los muertos siguen sucediendo, el mural se sigue despintando y pintando. De hecho, no sé si ahora esta pintura al fresco está ahí o no, entiendo que no.

La primera vez que visité Tierralta el mural no estaba, la segunda, lo habían vuelto a pintar. Cuando lo vi, se me reventaron las lágrimas, ese es el verbo. Explotaron. Un llanto incontenible, no sé cómo explicarlo. ¿Estás ahí Dios? ¿Estuviste ahí mientras pasaba todo eso? ¿Estás ahí mientras pasa todo esto? El Jesús crucificado de esta Parroquia mira (o miraba) directamente a los militares que se dan la mano con los paramilitares para matar y lanzar los cuerpos de campesinos al río.

El atrevido que mandó a pintar este cuadro fue el padre jesuita Sergio Restrepo Jaramillo, S.J.

No sé si valga la pena la clase de historia, pero la finca Las Tangas, despojada por los hermanos Castaño y donde empezaron las Autodefensas Campesinas de Córdoba y Urabá (ACCU) (que se convertirían en las Autodefensas Unidas de Colombia [AUC]), se encuentra en Tierralta. Entre Tierralta y otro municipio del sur de Córdoba: Valencia, para ser más exactos.

De la finca Las Tangas, también saldrían la madrugada del 1 de junio de 1989, los asesinos del padre Sergio Restrepo Jaramillo, S.J., quien fue baleado en la puerta de la Parroquia por defender a las comunidades indígenas y campesinas, y por ordenar pintar el mural para que la memoria viva estuviera a los ojos de todos, cada que iban a misa. Sobretodo cada vez que las élites estatales iban a misa. Fue baleado por sicarios que recibieron órdenes de los hermanos Castaño y del Ejército de Colombia, el crimen aún está en la impunidad, obvio. Y el caso a nivel jurídico está prescrito, obvio.

¿Saben qué le dejó el Padre Restrepo a Tierralta? Una biblioteca, una emisora y un museo. El Estado le ha dejado a Tierralta sangre y muertos. Sergio Restrepo Jaramillo, S.J., le dejó a Tierralta los más maravillosos regalos de la humanidad y fue baleado con los planos de lo que sería el museo en sus manos, al frente de una niña, hace treinta años.

El museo del padre Restrepo, es el hoy Museo Arquelógico Zenú de Tierralta… Seguramente el más importante de la región sobre la cultura Zenú.

Los Zenú… indígenas precolombinos que lograron dominar la fuerza de los ríos con la construcción de unos impresionantes canales que irrigaban sus cultivos, vivían en abundancia en una región que permanentemente se inunda, a quien interese remito al Museo del Oro.

Esos canales son tan impresionantes que fueron construidos hace dos mil años y aún hoy son visibles desde el espacio. Los canales permitían dominar la fuerza del agua. Este conocimiento ancestral se perdió. ¿Qué pasaba hasta hace unos años en todas las fincas de Córdoba? Que se inundaban. Todas las fincas alrededor de los ríos San Jorge y Sinú, que nacen en el Nudo del Paramillo, se inundaban en ciertas temporadas. Los ríos crecen y las fincas se inundaban y se hacían incultivables. No podía haber ganadería tampoco, por ejemplo. La fuerza del Sinú (que toma su nombre de los Zenú, pero que no tenemos idea qué significa) es tal, que lograba inundar Montería, unos doscientos kilómetros más allá de su nacimiento.

La solución para que a terratenientes y a humildes finqueros no se les inundaran cientos de hectáreas era fácil: represar el río en su nacimiento.

Así, fincas como Las Tangas en Tierralta/Valencia o como el Ubérrimo en Montería no se inundarían cada temporada de invierno.

El problema para estos honorables y temidos dueños de la tierra en Córdoba era uno: los indígenas Emberá Katío. Cultura indígena precolombina que junto a los Zenú habitaba este territorio. Los Emberá Katío resistieron a la invasión española y resisten los crueles embates de la modernidad. Los indígenas que hoy habitan lo profundo del Nudo del Paramillo, habitaban también, la fértil y hoy inundada área de la Represa Hidroeléctrica Urrá I.

Los indígenas fueron desplazados forzosamente por paramilitares.

El 2 de junio de 2001, a escasos pasos de donde mataron al padre Sergio Restrepo Jaramillo, S.J., paramilitares se llevarían en una moto a Kimy Pernía Domicó, líder indígena opositor del capital y de la construcción de la Represa Hidroeléctrica Urrá. Frente la mirada atónita de los habitantes de Tierralta, Kimy desaparecería. Su cuerpo, según el paramilitar Mancuso, fue lanzado al río Sinú. El crimen de Kimy, está en la impunidad, obvio.

Con naturaleza adentro y con afán, la selva fue inundada. Los indígenas fueron desplazados y el río se represó.

Kimy desapareció y el río murió.

Los peces, alimento de comunidades indígenas y campesinas de la zona, también murieron.

La represa es innavegable, los palos de los árboles no fueron talados, están pudriéndose bajo el agua.

Eso fue hace 20 años.

Pienso, sin embargo, que todo esto responde a planes que van más allá de la siempre triste, siempre paupérrima, siempre feudal y siempre alcanzada burguesía nacional. Necesitamos muchas represas en América del Sur y en Centroamérica para pasar electricidad a los gringos, por eso tantas represas. Leer el Plan Puebla Panamá o el proyecto SIEPAC. Unión de cableado eléctrico desde Suramérica hasta Norteamérica, para cuando los yanquis se queden sin energía.

El nudo del Paramillo y Tierralta, están muy cerca del Golfo de Urabá y con ello, muy cerca de Panamá. Antes de escribir esto no lo había pensado, pero vaya, Tierralta está más cerca del mundo de lo que imaginaba.

Bueno me fui por las ramas… o, mejor dicho, por el tronco, como diría Garzón.

Vuelvo.

Fui tres veces a Tierralta, dos con los jesuitas que por alguna razón decidieron abandonar la provincia hace un par de años, y la siguiente con un proyecto de la Organización Internacional del Trabajo (OIT). Igual nunca la abandoné, nunca la he dejado. ¿Cómo dejar un lugar en el que se nace?

Solo llegar y ver a las indígenas comerciando en la plaza con esta ropa tan colorida, tan bella, sus pulseras, sus rostros pintados… Solo llegar y ser recibido con un festival de porro sabanero, solo llegar y ver un árbol lleno de rostros humanos con una placa preciosa:

“A todos aquellos que entregaron sus vidas por defender nuestra dignidad y nuestros derechos. A nuestro pueblo que en mitad del silencio convierte su voz en un grito de libertad y se niega a ser marginado y desconocido.

A nuestros hijos, los encargados de mantener nuestra memoria, nuestra historia y nuestra lucha.”

Solo llegar y tener que pasar ríos, montañas, barro, fango. Solo llegar y ver esos palafitos. Solo llegar y encontrarse con los más solidarios campesinos que nos invitaron a sus mejores fiestas.

En las veredas los niños están desnutridos y, a pesar de estar al lado literalmente de una de las más grandes hidroeléctricas del continente, los campesinos de las veredas de Tierralta no tienen luz la mayor parte del año, obvio no hay hospitales ni colegios. Obvio hay bases del Ejército Nacional colombiano.

Hay sembrados de coca, mucha coca, y al preguntar a un campesino cocalero, la lógica: ¿sabe cuánto me pagan por un kilo de yuca? ¿Sabe cuánto me pagan por un kilo de coca? Cuando el ejército entra, le prende fuego al cultivo del campesino, que se queda sin cómo alimentar a sus hijos y prácticamente pierde su año de trabajo.

¿Qué efecto genera esto? Que las élites y qué élites, sobretodo élites, que las clases medias y altas del mundo comprarán una de sus drogas preferidas, a unos cuántos euros de más. Lo harán sin problema, por una mejor fiesta, por una más fácil existencia en estos tristes países del hemisferio norte.

El llanto del niño que esta semana vio morir a tiros a su madre, María del Pilar Hurtado, en una de las calles de Tierralta, es el llanto que no ha cesado en este pueblo desde hace décadas. Solo que esta vez algún morbo perverso lo grabó y así llegó a nuestros morbo perversos medios de comunicación, y así nos enteramos.

Así como mataron al padre Sergio, a Kimy y a María del Pilar han matado a miles y están matando a otros cientos más, en presente, y la sangre no para. No para porque estas regiones no existen para nosotros, los Juanpis González que nos movemos entre las calles 26 y 170 en Bogotá y no nos hemos dado la oportunidad de volver a nacer en una de estas regiones de Colombia.

Se quedan en el tintero mil recuerdos y mil imágenes, mil abrazos y mil sonrisas. Tierralta es una tierra buena y bonita. La hemos abandonado todos a su suerte, o mejor, a la suerte de unos pocos que han hecho lo que han querido durante años. Y es hora de poner los ojos allá, es hora de poner los ojos y los pies en los territorios, en las fronteras, para que lo pasado no sea presente.

Igual la gente resiste.

La gente seguirá resistiendo.

La gente, el campesino, el indígena, la campesina, la indígena, desplazados y esclavizados sonreirán y seguirán siendo solidarios. Madrugarán y entregarán su cerebro y sus manos, para construir un mundo mejor en contra de todas las adversidades. Con o sin ayuda de Bogotá. Con o sin la ayuda de Europa o con o sin la ayuda de los gringos.

La Javeriana debería llamarse Sergio Restrepo Jaramillo, S.J., la Plaza de Bolívar debería ser de Kimy Domicó y por lo menos, la plaza principal de Tierralta debe llevar el nombre de María del Pilar Hurtado para que el paso del tiempo no nos haga cometer la torpeza de olvidar y seguir viviendo.

Colombia es una tragedia humanitaria. Y Tierralta, su más vivo reflejo.

 

El artículo original se puede leer aquí