¡Cuidado! Porque en un ambiente de desprestigio de la política, la propuesta del gobierno chileno de reducir parlamentarios nunca estará muerta. Está siempre a baño María. Es un comodín demagógico para sumar cartas de triunfo fácil, popular, cuando se requiera.Y a veces cuenta con populismo suicida de algún parlamentario.

Lo grave es que este recurso, que se apoya en la degradación popular de la política , sirve para hundir más abajo el aprecio a la democracia.

Destruir el edifico en vez de limpiarlo siempre es una oferta más cinematográfica.

Aun cuando no hay nada más impopular que defender la existencia y la cantidad de diputados y senadores, nuestra responsabilidad es hacer pedagogía política y no limitarnos a agredir al gobierno que los ataca.

-Tú nos quieres dividir- me respondió Fidel ,cuando le pregunté en 1995 por qué no hacía elecciones.

Me resultaba simpático que él me diera confianza y cierto afecto, dada mi poca importancia para los asuntos cubanos. Quizás por eso mismo.

– De seguro usted ganaría al menos la primera elección.

-Pero si tenemos elecciones – me replicó pedagógicamente.

-Comandante es que yo le digo elecciones “a la antigua”, de esas en que se puede elegir entre los de un partido o el otro; entre una forma de gobierno u otra.

Ahí fue cuando Fidel miró al infinito y juntando las yemas de los dedos como si fuera a rezar y con esa tensión contradictoria de suavecito-fuerte que hace temer una explosión exclamó: -¡Pero tù nos quieres dividir!-

Como si no entendieran que esa es la “gracia”. Que para que haya más y mejor democracia hay que ampliar, de la mejor y mayor manera, las posibilidades de escoger.

Es que al final la “gracia” de la democracia está en la posibilidad de elegir entre los distintos.

Por eso es pernicioso que, solo para hacerse eco de la popular antipatía que generamos los políticos y en particular los parlamentarios, por razones justificadas y otras no, un sector político gobiernista y del gobierno de Chile, lancen al debate público la propuesta de disminuir el número de parlamentarios sin sustento integral de fortalecimiento de la democracia.

Es cierto que el Presidente Piñera tenía esa propuesta en su programa de gobierno pero no está en cuneiforme.Y el respeto a su persona y sus ideas, no es óbice para que hagamos el debate más amplio posible respecto a la democracia y verifiquemos si su perfeccionamiento pasa por reducirle espacios, atribuciones, dinero o parlamentarios o ninguna de las anteriores.

Siempre habrá una tensión factual entre más o menos democracia y entre cuál instrumento la mejora o la debilita. El fondo de la discusión de eso, está en la razón de ser de la democracia. Para qué existe.

Los problemas de la política son consustanciales a ella misma porque se juega el poder. Basta leer pedacitos de algo de Lear, Tito Adrónicus, Julio Cesar para aprender de situaciones extremas, dramatizadas, de la relación entre poder, ambiciones, abusos, pasiones personales,manipulaciones, justificaciones sociales y derechos. La experiencia histórica muestra una proporcionalidad inversa entre mayor poder y menos democracia, así como cuando tenemos poca democracia luchamos duro por ella. Fuimos bolcheviques (en ruso: los de la mayoría) para ganar el poder y cuando lo tomamos gobernamos para la minoría olvidando la democracia para poder gobernar sin reclamos. Como me dijo Fidel: sin divisiones.

Por eso las reducciones parlamentarias, de diverso tipo, tienden a ser una amenaza de peligro permanente y deben discutirse de una manera sistémica. Los más cuidadosos debemos ser los políticos. Gobernantes u opositores.

Los malabarismos, de esquina callejera con semáforo, para distraer al público, sin la responsabilidad de hacer pedagogía política acerca de la democracia, siembran vientos que cosecharán tempestades por haber soslayado, rehuido, o ignorando, los graves problemas que tiene la política y que no los soluciona un recorte.

Muchos analistas serios han sostenido que nadie ha podido demostrar que disminuir los parlamentarios hace más productivo al Congreso, ni que prestigiaría la política y que no haría mejor la tarea legislativa y las conductas parlamentarias. Yo pienso que puede producir lo contrario.

Celebro que el presidente de la derecha más democrática (RN) Mario Desbordes, haya dicho que no está para «fuegos artificiales»y que “Si el Presidente Piñera quiere volver al binominal, porque eso es, se termina la diversidad… populismo … simplismo». Lo destaco aún cuando discrepo de su disposición a las disminuciones de escaños, sin discusión de fondo.
Y el de la Democracia Cristiana que agrega que “el número de parlamentarios no es un dogma, pero que no retrocedamos en representación, en proporcionalidad, en que no le quitemos al Congreso diversidad”.

Mientras que con más fuerza el PC, Daniel Núñez, dice que «aumentar el número de parlamentarios nos permitió una mejor expresión del conjunto de la sociedad chilena. Por tanto hay más democracia y más diversidad». Quien da en el clavo es el socialista Schilling al colocar la discusión proponiendo una reforma en serio de las instituciones.

Yo por mi parte tendría un régimen semipresidencial que dote al Parlamento de atribuciones que permita exigirle y no mantenerlo como hoy que en Chile es solo un buzón privilegiado, porque recibe proyectos pero que debe obedecer la agenda que le coloca el Ejecutivo. Hoy sus problemas de improductvidad no se deben a la cantidad de parlamentarios, ni a flojera ni a corrupción, que no digo que no existan, sino a la ausencia de atribuciones.

Por impopular que resulte eso, debe abordarse en serio. La gracia está ahí.

Recién hace un par de años se cambió todo para concluir con una transformación que disminuye los efectos del binominal de la dictadura, aumentó la proporcionalidad y la representación de la regiones. Poco serio como país que, ahora, a poco andar ya se esté anunciando una poda. Se ha supuesto un resultado de una ecuación sin revisar su términos, porque el único argumento, no de fondo, es la verdad indiscutible que el pueblo, mayoritariamente y no solo en Chile, nos tiene una profunda antipatía cargando con una degradación quizás inconsciente por la representación democrática y el aprecio por la política .

Entonces este debate tenemos que ponerlo al revés.

La degradación del aprecio por la democracia no debe ser usada para abusar contra ella.

El Presidente Piñera, que es un demócrata, aunque comprensiblemente quiera subir en las encuestas, debe tener presente que en materia de reducir atribuciones en los parlamentos, todas la dictaduras de izquierdas y derechas se parecen, con voluntad y entusiasmo para limitar el ejercicio democrático. El presidente tiene la oportunidad de abrir el debate completo y no solo el recorte.

Así lo hizo la derecha con su dictadura. ¡Pongan el congreso lo más lejos posible! y lo sacaron de la Capital. ¡Apliquen el binominal que restringe la cantidad de partidos ¡quítale derechos a los partidos chicos!¡Quítale atribuciones al Congreso!

Todas las formas de resabios autoritarios, o malabares de payaserías de esquina urbana, cuentan con el fértil terreno de la ignorancia política que se sembró por años.

La tentación vanguardista de los que quieren pensar en nombre de los que, ellos creen, que no piensan, es tentación de izquierdas y derechas. Por eso es inviable, entre otras cosas, el socialismo como modelo político. Porque no sirve un sistema que conduce a su pueblo como menor de edad en espera que madure para que alguna vez pueda elegir sus representantes.

Por eso la dictadura de derecha cuando puso a Pinochet en la cabeza, suspendió las elecciones “hasta nueva orden”. Porque ellos, la derecha, gracias al control militar violentamente represivo, decidirían cuando estaría maduro Chile para que le pueblo pudiera elegir democráticamente. De la misma forma conceptual que la dictadura del proletariado que solo le pondríamos fin al alcanzar la madurez de la sociedad comunista pero no durante el socialismo.

Según fuentes de gobierno, el Presidente de Chile apuesta al alto respaldo que tendría la iniciativa anticongreso y la buena recepción ciudadana que generaría, justo en medio del desprestigio que existe en las instituciones políticas.

Si los parlamentarios apoyan los recortes y no el debate constitucional de reformas de fondo, estarán abriendo propuestas y fórmulas que, como se basan en la antipatía que genera su propio desprestigio, los diputados y senadores, al apoyar su disminución , no harán más que ayudar a cavar más hondo la tumba del desprestigio en la que muchos los quieren enterrar.