Por José Gabriel Feres*

Han transcurrido 15 meses desde que Piñera asumió el gobierno. Podríamos decir que ha fracasado pero eso no sería ninguna novedad, pues ya lo sabíamos desde antes que asumiera. Porque lo que en realidad ha fracasado es el sistema neoliberal, un “modelo de desarrollo” que él y su sector político glorifican y del cual no son más que vulgares testaferros. Su gestión no hace más que encubrir la incapacidad de dicho modelo para cumplir sus promesas. La gente lleva décadas esperando que se superen los problemas sociales ya endémicos como la desigualdad, la falta de trabajo o los empleos mal remunerados, las pensiones miserables, el empobrecimiento acelerado de la llamada “clase media”, pero en todo este tiempo no se ha avanzado ni un milímetro. Todo su discurso dulcificador solo trata de esconder el engaño monumental del neoliberalismo y en los años que le quedan al frente del país veremos como esos mismos problemas se acentúan.

Este modelo, implementado desde la dictadura, sostenido y desarrollado por los gobiernos de la Concertación, la Nueva Mayoría y la derecha política y económica, está mostrando hoy su peor cara, pues el deterioro social coincide con un desastre ambiental casi irreversible, que ya está poniendo en riesgo la continuidad de la vida en el planeta.

Los “tiempos mejores” prometidos, que se fundaban en un crecimiento económico que generaría un aumento del empleo y con ello una mejoría de la calidad de vida de los chilenos, se ha develado como una gran mentira. La protección de niños y adultos mayores esta lejos de hacerse efectiva; el pilar solidario, irrisorio, no soluciona las injustas jubilaciones y sólo elude terminar con el enriquecimiento ilícito que se realiza con el dinero de los trabajadores; el combate a la delincuencia que se fundamenta en mayor represión, arbitrariedades y la baja de la edad de penalización, es efectista e ineficaz; el plan de “clase media protegida” reúne en una página web medidas basadas en subvenciones ya existentes. Nada de esto promueve una redistribución real del ingreso, sino que sólo busca disimular la imparable caída de un amplio sector de la población, el que busca sostenerse sometiéndose a una explotación despiadada y recurriendo al endeudamiento usurario.

Lamentablemente, nada hace prever un cambio de rumbo, de modo que sólo podemos visualizar un agudizamiento de los problemas en los años de gobierno que le quedan a esta administración.

Es urgente que asumamos que un crecimiento infinito no es posible en un planeta finito y que este modelo no fue concebido para distribuir sino solo para concentrar. Frente a esas evidencias, no tenemos más opciones que aplicarnos a encontrar soluciones autogestivas, colaborativas y sustentables, fundamentadas en valores éticos y ecológicos.

 

*Vice-Presidente del Partido Humanista