Por Howard Richards

Ciertamente, todos deberíamos estar agradecidos con Thomas Piketty y Yanis Varoufakis. Nadie ha trabajado más duro o más inteligentemente por el bien común.

Pero la gratitud no implica acuerdo. Que grandes cantidades de trabajo, investigación, participación popular y colaboración en equipo hicieron posibles dos propuestas para la democratización de Europa (TDEM1 en la cual participa Piketty y DIEM2 en la cual participa Varoufakis) no implique que una o ambas de las dos propuestas tengan sentido.

Sugerimos, que el desacuerdo entre Piketty y Varoufakis ofrece una oportunidad – una bisagra en la terminología de Paulo Freire – para llevar las conversaciones a un nivel más profundo; al nivel de las reglas constitutivas básicas de la sociedad y las propuestas alternativas de epistemología y sociedad. Más adelante explicaremos qué son las reglas constitutivas básicas de la sociedad.

Antes: un poco de contexto. El referido desacuerdo abre paso a tratar lo qué es revolución, vale decir, refundar la sociedad sobre otros cimientos. Sin embargo, quienes creemos que la douceur est la seule vraie force, preferimos hablar de transformación, o de cambio de paradigma. ¿Cuál es la disputa actual entre Piketty y Varoufakis que permite vislumbrar problemas estructurales a niveles más profundos, y de este modo abrir paso a propuestas capaces de resolver problemas que no tienen soluciones al interior de las reglas básicas vigentes?

Piketty critica el plan DIEM de Varoufakis y sus colaboradores por proponer aún más endeudamiento fiscal. El plan DIEM propone financiar una nueva Europa solidaria y verde con una serie de innovaciones valiosas, que lamentablemente en fin de cuentas implican más deuda pública. Piketty (debido a las investigaciones históricas que ha hecho) es más consciente que nadie, de que durante siglos ha habido una clase alta que presta dinero al gobierno. Durante siglos esta clase ha podido utilizar el interés que recauda por ser dueños de bonos del gobierno, así como los ingresos de sus otras inversiones, tanto para acumular más capital como para poder vivir una vida ociosa sin trabajar. (Es un hallazgo de las investigaciones de Piketty y sus colegas que hoy en día la mayoría de las personas quienes puede vivir sin trabajar, igual trabajan. Aparentemente es moralmente inaceptable vivir como ricos clochards). El plan DIEM con todas sus novedades incluye también más de lo mismo: contraer más deuda (en gran parte deuda de bancos públicos), dejando al sector público con el deber de pagar más préstamos y más intereses, pretextando proyecciones optimistas de mayores ingresos esperados de mayor crecimiento económico.

Varoufakis por su parte observa, correctamente, que el plan TDEM de Piketty se costeará mediante el aumento de los impuestos sobre las ganancias corporativas, los altos ingresos, las grandes fortunas heredadas y las emisiones de carbono. Varoufakis sostiene que Europa ya está cansada de impuestos; no es probable que se aprueben impuestos nuevos y más altos, independientemente de quién esté obligado a pagarlos. En este sentido, Varoufakis tiene razón. Piketty mismo expresa reservas sobre sus propias propuestas que al final de Capital en el Siglo XXI. En verdad, dada la organización actual del mundo, aumentar los impuestos sobre la riqueza difícilmente se realiza. Lo que de hecho pasa es la competencia fiscal. Hay 196 países en el mundo. Casi todos buscan atraer a inversionistas. Casi todos quieren atraer a residentes ricos. Todos temen, o deben temer, la fuga de capitales. Por todo eso, la tendencia es que compiten entre sí bajando impuestos. Temen, y temen con razón, que si suben impuestos, quienes tienen capitales imponibles preferirán no invertir; no van a llegar en calidad de residentes; y, en el caso de que ya sean inversionistas y/o residentes nacionales, se van a fugar.

Creemos que los dos, Piketty y Varoufakis, tienen razón. Cada uno tiene razón al criticar al plan asociado con el otro. Siendo ambos reparos acertados, la conclusión a extraer es que, de hecho, ninguna de las dos propuestas es viable. Los dos enfrentan una disyuntiva impuesta por las estructuras sociales básicas vigentes, a saber: subir impuestos y/o contraer deuda.

Esta conclusión se presta a trasladar la conversación al terreno de las reglas constitutivas básicas de la sociedad. En otros escritos hemos analizado los poderes causales, los imperativos sistémicos, y la resistencia homeostática a la transformación de aquellas reglas. Aquí hay espacio solamente para introducir el tema. Destacamos que un esfuerzo serio para lograr los objetivos loables de Piketty, de Varoufakis, y de sus beneméritos y bien intencionados aliados, tiene que llegar a este terreno. Faltan conversaciones a este nivel más fundamental, al nivel de cambios de las reglas constitutivas básicas.

Ahora Intentaremos explicar en pocas palabras – aceptando las limitaciones inevitables que impone la brevedad – qué es lo que son las reglas constitutivas básicas de la sociedad actual. Dicho de otra manera, cuáles son las reglas fundamentales de la sociedad de mercado.

Nadie las ha definido de forma más clara y sucinta que Karl Marx; nuestra breve explicación se superpone a su breve explicación.

Aunque hay más de una manera de enumerarlas, a fin de aprovechar de la brevedad brillante de Marx, partimos diciendo que las reglas básicas son cuatro: libertad, propiedad, igualdad y Bentham. Mejor dicho, aquellas reglas son cuatro perversiones (otra vez por razones que no hay espacio para desarrollar): perversión de la libertad, perversión de la propiedad, perversión de la igualdad y perversión de Bentham.

Marx define la (perversión de) la libertad dando un ejemplo de compra y venta. El vendedor de la fuerza de trabajo (la persona desempleada que busca convertirse en trabajador) busca un contrato con un comprador de la fuerza de trabajo. Cada uno es libre de tomarlo o dejarlo. El hecho de que el uno necesite un trabajo para alimentar a sus hijos, o simplemente para sobrevivir, no obliga a nadie a darle trabajo. Todos los posibles empleadores que potencialmente le podrían contratar (si lo desean) son libres. También son libres quienes necesitan trabajo y no lo encuentran; siendo estos últimos libres para perder. El eventual contrato, si hubiera contrato, está justificado, sean cuales sean sus términos, como la expresión del acuerdo de dos voluntades libres.

La propiedad que trae el trabajador al mercado algo para vender. Es una mercancía. La propiedad que el trabajador tiene que vender es su fuerza de trabajo. Sus necesidades vitales, incluidas las necesidades de sus dependientes, implican el imperativo de conseguir trabajo. No cualquier trabajo. Tiene que aportar dinero suficiente para llevar una vida digna. Pero las reglas constitutivas básicas de la sociedad determinan la fuerza de trabajo es una propiedad en venta como otra cualquiera. Ciertos imperativos (de hecho, los que constituyen las bases del intercambio mercantil) son categóricos. El imperativo de atender a las necesidades en armonía con la naturaleza no lo es.

Igualdad significa igualdad formal. Cada uno juega un determinado papel formal; uno es un comprador y el otro es un vendedor.

Bentham, según Marx, se refiere al principio de que cada individuo persigue sólo su propio interés. Esta no era realmente la filosofía de Jeremy Bentham. Bentham nos atribuyó a todos el deber de trabajar por ‘el mayor bien del mayor número’. Sin embargo, entendemos lo que Marx quiso decir, y en el fondo tuvo razón. Es cierto que las reglas básicas éticas y legales del paradigma dominante nos permiten ser indiferentes al destino de los demás. También es cierto que la competencia existente en el mercado a menudo nos obliga a ser indiferentes o insensibles. Esto es cierto aun cuando quisiéramos ser solidarios y amables.

Recientemente, André Orléan (El Imperio del Valor, 2011) ha ideado una definición aún más breve de las reglas constitutivas básicas de una sociedad de mercado. Utiliza sólo dos palabras francesas: séparation marchande. En una sociedad de mercado puro (y es en un caso puro hipotético que se definen las reglas básicas) las personas están separadas. Cada quien es un individuo que debe valerse por sí mismo. Están conectados, si estuvieran conectados, por los contratos. La mayoría de las personas también están separadas de sus medios de subsistencia.

Otra forma de ver las reglas constitutivas básicas de la sociedad de mercado es destacar las leyes básicas del código civil. Esto es lo que Karl Renner (Renner 1929), hace en su libro Las instituciones del derecho privado y sus funciones sociales.

En cuanto a Marx, luego de hacer un comienzo brillante, estableciendo en pocas palabras, las reglas clave del juego, Marx recalca otro aspecto, menos general y más específico. En lugar de tomar estas reglas constitutivas – tan básicas que a menudo pasan desapercibidas – como el fundamento ético y legal del sistema mundial moderno, las enfoca como estafas. Los estafados son los trabajadores. El discurso dominante habla con palabras que suenan muy bien, como ‘libertad.’ Así un mercado idealizado oculta lo que pasa en la esfera de la producción. Los duros hechos de la explotación ocurren en las fábricas, no en los mercados. El ‘verdadero Edén de los derechos del hombre’, cuyos elogios son cantados por el cuarteto ético / legal “libertad, propiedad, igualdad y Bentham”, es superficial y engañoso

Al destacar la explotación de los trabajadores Marx tiene un punto válido.

Otros puntos son especialmente válidos hoy y en el futuro. Hoy los seres humanos –no todos, pero las mayorías– se están volviendo rápidamente obsoletos como factor de producción. El valor en el mercado de la fuerza de trabajo cae hacia cero. Hoy cuando la productividad aumenta lo típico es que no aumenta porque los trabajadores trabajen más duro e inteligentemente. Se debe a la investigación científica y a las inversiones de capital en tecnología. Actualmente, los aumentos de productividad mayormente derivan en despidos. El trabajo es sustituido por inversiones en tecnología como lo muestra Piketty en su libro The Economics of Inequality).

Como han demostrado Jürgen Habermas (Problemas de Legitimación en el Capitalismo Tardío), Karl Polanyi (La Gran Transformación) y otros (como Howard Richards y Joanna Swanger en The Dilemmas of Social Democracies y en Gandhi and the Future of Economics), en el mundo moderno los mercados son las instituciones primarias y decisivas. Los gobiernos son secundarios. Los gobiernos no controlan los mercados. El primer deber para cualquier gobierno es hacer que la economía funcione para la gente. El gobierno solo puede cumplir con ese deber, en la medida en que pueda cumplirlo, complaciendo a los mercados.

El desacuerdo entre Thomas Piketty y Yanis Varoufakis, nos ofrece una oportunidad educativa. Es una oportunidad para llevar la conversación al nivel de las reglas básicas constitutivas. Al interior de las reglas básicas actuales hay disyuntivas inaceptables, entre dos o más opciones inaceptables. Es una oportunidad para aplicar las palabras de Albert Einstein: “No podemos resolver nuestros problemas con el mismo nivel de pensamiento con el que los creamos”.

 

1 El proyecto por un Tratado de democratización (www.tdem.eu)
2 Democracy in Europe Movement.  El acrónimo DiEM refiere al carpe diem romano.