Juan Branco, invitado al Festival Francia América Latina (*), establece un paralelismo entre el colapso político en Brasil y la violencia en Francia.

Creo que son las imágenes (ndlr: de la película O Processo**) las que pueden hacer eco, porque podemos ver hasta qué punto se quedan cortas con respecto a lo que estamos viviendo actualmente en este país, es decir, la confrontación entre la policía y la población, las cuales son extremadamente violentas en Francia, y quizás los incesantes medios de comunicación, y el tratamiento de los mismos en general, se siguen ablandando y neutralizando.

Aunque no nos damos cuenta de lo mucho que vivimos en un régimen de excepción, tenemos un pánico enorme cuando hablamos de la extrema derecha brasileña, cuando hablamos de Trump, cuando hablamos de Putin, Xi Jinping, etc., y sin embargo, la violencia política supone hoy en día la más importante de nuestras democracias occidentales e incluso de las grandes potencias en la actualidad en el mundo, y esto es lo que está sucediendo en Francia, y esta confrontación no tiene precedentes.

Si nos distanciamos un poco, si en realidad contextualizamos nuestra relación con nosotros mismos y con lo existente, nos daríamos cuenta de que estamos realmente en algo que no solo es excepcional, sino extremadamente serio.

No podemos decir una palabra sobre aquello, no podemos decir nada, no podemos captarla porque no hay suficientes voces en el espacio público para captar su realidad y discutirla con un mínimo de distancia que nos permita sacar conclusiones, y eventualmente movilizarnos, encontrar herramientas para tratar de ponerle fin.

Por un lado, hay una especie de relativización absoluta o, por el contrario, una normalización de la crueldad y la violencia por parte del gobierno y de diversos portavoces, oficiales o no, incluidos los intelectuales que tratan de aplastar el movimiento popular que ha surgido y tratan de esencializarlo a fin de deslegitimarlo. Estamos tratando de afirmarlo, porque es antisemita, fascista, etc. – tratamos de encontrar diferentes excusas cada vez – no tendríamos que oírlo.

Esto es lo primero que nos hace intentar excluirlo del espacio, para que podamos fingir que no hay debate.

Esto es algo que Emmanuel Macron mismo dijo durante su discurso de casi 8 horas en Francia Cultura la semana pasada(***), que él había presentado en un debate con intelectuales, donde decía «estas personas no saben por qué se están manifestando».

Pero si hay alguien que sabe por qué está manifestándose, es un Chaleco Amarillo. Especialmente un CA que se encuentra en los Campos Elíseos porque se encuentra en una situación social, emocional, etc. tan crítica que está dispuesto a correr grandes riesgos, y a enfrentarse a la policía que dispara directamente a la multitud de una manera bastante recurrente para expresar su palabra, para expresar sus derechos. Y es alguien que ha estado tan desorientado por cómo ha sido su vida que está dispuesto a arriesgarla y ponerla en peligro para hacer oír su voz.

Cuando se tiene un poder que abruma completamente, que trata de negar la existencia misma de la resistencia política a sus reformas, a su proyecto, y cuando se tiene por otro lado un campo llamado «progresista» que está atrapado entre la voluntad de seguir participando en un sistema y de sacar pre-conjunciones de él y en donde se ven las fijaciones sobre las alianzas de toda la izquierda socialdemócrata, o lo que queda de ellas, en comparación con las elecciones europeas.

Sin embargo, sigue siendo curioso que solo oigamos hablar del partido socialista, de Glucksmann, de Hamon, o incluso de los Verdes, sobre las cuestiones de sus alianzas electorales: cómo se puede hacer para escarbar un cierto número de puestos europeos, cuando saben perfectamente que estas elecciones no tendrán ningún impacto político en el margen del país en los meses y años venideros, y que su papel en el Parlamento Europeo será irrisorio o inexistente.

Sin embargo, estas personas solo se concentran en este juego de dispositivos y por lo tanto ocupan un espacio mediático que deben poner al servicio de la resolución de la crisis política en la que nos encontramos hoy, y posiblemente solo para ayudar en la transición. Ellos no lo hacen, ¿y por qué no? Porque han pasado años, sabemos muy bien que están completamente desconectados de la cuestión social, la cual se ha vuelto completamente indiferente para ellos, y que a partir de entonces, el núcleo de las demandas de los CAs se ha vuelto inexistente.

Saben muy bien, además, que estos CA y las personas que los apoyan no son el corazón de su electorado, quienes se han limitado tanto a una esfera que corresponde a las clases medias altas, que están relativamente protegidas de los peligros de la precariedad, el desempleo, etc. a los que se enfrentan los Chalecos Amarillos, que a su vez crean una especie de indiferencia, un muro que hace que este espacio progresista o pseudoprogresista sea sensible a las amalgamas, los estigmas, etc. que el gobierno está tratando de aplicar a este movimiento, el antisemitismo, el extremismo de extrema derecha, etc. Una especie de miedo artificial que le permite justificar su falta de dicción, de discurso e incluso de acción en la defensa de las personas que se encuentran entre las más desfavorecidas de nuestro país.

Y finalmente tenemos un espacio político más radical que está compuesto por la izquierda de Francia Insumisa (FI) y los movimientos que le son satélites, en el que este mismo está atrapado en una indeterminación bastante particular, puesto que se encuentra entre una voluntad de hegemonía, es decir, un intento de reagruparse en poblaciones masivas que irían desde los CAs hasta el progresista justo burgués, que por lo tanto no se atreven a romper con el sistema institucional, y así tampoco a decir que esta farsa de las elecciones europeas de hoy no es una cuestión principal, ya que hay personas que todavía no pueden manifestarse en la actualidad sin miedo a ser heridas o incluso asesinadas, que tenemos al ejército en la calle…

Por lo tanto, esta incapacidad tiene un peso en los juegos institucionales ya que nos impide tener una voz que aporte, y que nos permita luchar en interés de estas personas y, por lo tanto, participar en la resolución de la crisis política.

Y finalmente tenemos la extrema derecha, la Agrupación Nacional que se presenta como un partido de orden, que ha entendido que la estrategia de Macron era «yo o el caos» desde el principio. Era la idea de decir «Yo represento el polo republicano» para intentar desde allí tener una posición central giratoria que le permitiera, pase lo que pase, aplastar a la Agrupación Nacional (AN). Entonces, ¿qué hizo la AN de una manera muy inteligente, políticamente hablando? Tratar de revertir este estigma diciéndole: «Nosotros somos el orden, ustedes son el caos». Por lo tanto, piden que se respeten las instituciones de la Quinta República. Se están deshaciendo de todas las partes más radicales de su apariencia que tenían hasta entonces, incluyendo cuestiones de antisemitismo.

Ustedes han visto cómo por primera vez la AN ha condenado el antisemitismo afirmando que es un problema de la izquierda y de los islamistas además de actuar como si no hubieran contribuido a ello durante décadas. Así que realmente están tratando de darles toda una serie de promesas de respetabilidad para prometer que serán adoptadas, para integrar el sistema y, por lo tanto, para constituir una alternativa creíble a Emmanuel Macron en 2022 y para hacerlo como si hubiera una segunda vuelta de nuevo, en donde esta vez ganarían. Además, también siendo indiferentes a la cuestión de las personas que se movilizan a diario.

Así que tenemos algo bastante extraordinario en el espectro político: donde de hecho, nadie pesa sobre la gente que se moviliza hoy, y todo el mundo está preocupado por intereses más o menos inmediatos, y así, obviamente, ¿qué está sucediendo en estas condiciones? La crisis continúa.

La crisis continúa con una violencia aún mayor y una situación que corre el riesgo de convertirse en insurreccional, precisamente por la falta de representatividad de toda esta parte de la población. Todavía estamos hablando del 50% de la población, que son trabajadores o empleados, o que se encuentran en el espacio que va de los precarios a los desempleados, etc. y que no tienen representación, ni en los medios de comunicación, ni en el espacio político, ni en la administración, ni obviamente en organismos como la Asamblea Nacional, etc.

Y como resultado una crisis inevitable, porque las decisiones políticas que se tomen seguirán siendo contrarias a ellas, y la violencia social aumentará, lo que en mi opinión, supone un riesgo inmenso.

O bien, como en el caso brasileño, una verticalización autoritaria del poder, y así sigue siendo hoy en día, pero con una aceleración muy fuerte que conducirá o bien a un colapso de las instituciones, o bien a una recuperación por parte de un movimiento que encarnaría ampliamente la continuación del macronismo, es decir, una forma de fascismo, neofascismo de extrema derecha.

Consideremos una revolución que puede ser sangrienta, y que de hecho corre el riesgo de acabar en una especie de insurrección sin contenido, con una gran crisis política que duraría años.

 

Foto/Video: Xavier Foreau

(*) Festival Francia-América Latina: Comité de Burdeos http://www.fal33.org/

http://www.lesrencontreslatino.org/

(**) película « O Processo » : https://www.youtube.com/watch?v=Z3rHUGdOXUs

(***) Macron Francia Cultura, gran debate de ideas https://www.youtube.com/watch?v=WvO_k_NxWEM


Traducción del francés por Rosalía Briones