Finalmente se dictó sentencia confirmando que el ex-Presidente Eduardo Frei Montalva fue asesinado bajo la dictadura. Pocos meses antes, 37 años atrás, el 13 de octubre de 1981, Pinochet pronunció la fatídica frase: “No se mueve ninguna hoja en este país sin que lo sepa yo, que quede claro”. Ese era su lenguaje.

La sentencia confirma que una operación quirúrgica de carácter simple tiene resultado de muerte por la intervención de terceros.

Luego de su valiente, histórico, fundamentado y macizo discurso en el Teatro Caupolicán, donde rechaza el fraudulento plebiscito del 80 y se pronuncia a favor de una Asamblea Constituyente, Frei Montalva emergió como líder opositor imparable cuyas ideas fuerza terminarían por imponerse. Su peso, estatura e influencia internacional llevaron a los cerebros grises y criminales de la dictadura a tomar la decisión de eliminarlo físicamente.

La sentencia emerge ad portas del congreso ideológico de la Democracia Cristiana que tendrá lugar próximamente, ocasión propicia para reflexionar en torno al cuerpo de ideas que han guiado, referencian y orientarán a los militantes y simpatizantes de ese partido.

No cabe duda que los momentos que vive la colectividad son complejos, por los más diversos factores. Mencionaré tan solo tres de ellos. Uno, el desprestigio y la pérdida de influencia de la Iglesia Católica, bajo cuyo amparo nació y creció como defensora de los más débiles y en oposición a las propuestas provenientes del marxismo. Dos, una creciente polarización de la sociedad que tiende a desdibujar o aislar a las fuerzas que invitan a la concordia, buscando acuerdos. Tres, la pérdida de los afectos internos, la desconfianza, corrupción y/o la lucha por el poder.

Si bien no pocos vaticinan su ocaso, importa destacar que no obstante las dificultades presentes, si levantamos la mirada, podríamos observar un horizonte luminoso. La flecha demócratacristiana es todo un símbolo, en el que las líneas que la atraviesan representan las dificultades a ser superadas, como los factores recién mencionados. Esa flecha indica el rumbo, el norte, hacia dónde ir. Y la historia de la DC nos dice mucho, así como su origen y particularmente el gobierno que Frei Montalva tuvo el honor de encabezar.

Pondré el acento en las políticas que emprendió y cuya validez son hoy mayores que nunca y que haríamos bien en reactivar. Entre ellas, las Juntas de Vecinos, modelo de organización de base que debe ser fortalecido; los Centros de Madres que la dictadura destruyó al ponerlas a su servicio y que valdría la pena repensar su razón de ser, tal vez desde el feminismo; la Promoción Popular, forma de estructurar al mundo popular con miras a la reinserción de quienes el actual sistema económico-social-laboral margina y expulsa; la Sindicalización Campesina con el propósito de organizar a los trabajadores del mundo rural, particularmente a los que realizan trabajos de temporada.

No deja de sorprender que la colectividad no rescate de sus arcas los conceptos asociados al comunitarismo, cooperativismo, economía solidaria, en circunstancias que hoy existen condiciones inmejorables, significativamente mayores a las existentes hace medio siglo atrás. Actualmente la población tiene mayor nivel educacional, los trabajadores son profesionalizados, las organizaciones empresariales más planas, menos jerarquizadas, en las que la razón de ser de la participación laboral en la toma de decisiones debiera ir en aumento. En este contexto la clásica división entre el capital y trabajo debiera ir perdiendo sentido y peso.

Es hora que la DC, junto con otros partidos y movimientos opositores, enarbole estas banderas como antídoto al ramplón neoliberalismo que nos ahoga. Haciéndolas flamear con la fuerza que su propia historia le otorga y que le permitiría emerger con creces del trance en que se encuentra.