Por Alicia Muñoz

Gozamos de una muy buena ubicación geográfica, siendo el único país en Sudamérica con océano Atlántico y Pacífico, estamos situados en la línea del Ecuador en pleno trópico, contamos con cinco pisos térmicos, condiciones que se prestan para que la fauna y flora subsista en diferentes ecosistemas. De la extensión total del territorio el 42% le pertenece a la Amazonia.

Estas riquezas naturales permiten que tengamos millones de especies, ocupando el número uno a nivel mundial en posesión de aves, el segundo en anfibios, peces dulceacuícolas, mariposas y el cuarto en mamíferos, según el SIB (sistema de información sobre biodiversidad de Colombia).

Contamos con alrededor de 1.256 especies endémicas, sin embargo la deforestación, caza ilegal, perdida de hábitats naturales, contaminación, el trato inapropiado etc… Han ocasionado que alrededor de 1.302 animales estén en peligro de extinción. En la lista se encuentran: el oso de anteojos, la guacamaya bandera, el delfín rosado, la tortuga de río, la rana de cristal y otros más, que en su mayoría son objeto de venta ilícita, dejando una cifra devastadora de casi 3.558 comercializados al mes.

En noviembre de 2018 en el aeropuerto El Dorado de Bogotá, se reportó la incautación de 216 ranas venenosas empacadas en 194 royos fotográficos con destino final Alemania; ejemplares únicos en la zona del pacifico colombiano. Por suerte, fueron detectadas y posteriormente llevadas a su medio natural; se logró identificar tres tipos de ranas, uno de ellos es la rana arlequín (Oophaga histriónica), muy codiciada en el mundo de los fármacos porque secreta un alcaloide: el histrionicotoxina, estudiado principalmente para tratamientos de alzhéimer, síndrome de Down y miastenia grave. Este exótico anfibio tiene un costo aproximado en el mercado negro de 2.000 dólares.

El proceso se repite una y otra vez, los campesinos o indígenas los extraen de su medio, más tarde son entregados a un intermediario y finalmente distribuidos al interior o exterior del país; se estima que entre el 50 y 80% mueren en el camino pues las condiciones y trato son desfavorables.

Otro tema importante es la legislación que tiene Colombia frente a estas problemáticas.

En enero de este año el gobierno nacional aprobó en ciertas regiones la venta de piel y huevos del caimán aguja, nativos de la Bahía de Cispata ubicada al norte del país. Este suceso ha generado grandes controversias pues el Ministerio de Ambiente justifica que hace unos años se encontraban al borde de la desaparición y en la actualidad ha aumentado el número de ejemplares en la zona.

Explican que el crecimiento se ha dado por la participación de Asocaimán, una asociación creada por cazadores que ante la escasez de reptiles comenzaron a recoger huevos y ponerlos en nidos artificiales, con el fin de protegerlos para que no se acabaran y a su vez ser aprovechados económicamente en el territorio; algunos son regresados a la bahía pero solo el 3% de ellos sobrevive.

Los animales están en peligro y el abuso humano no cesa; también hacen parte de este fenómeno social y cultural los animales domésticos.

La jurisprudencia colombiana hace unos años era muy flexible ante estos asuntos, el sufrimiento y dolor no representaban un delito y en su defecto daban multas mínimas. Ante estas injusticias se fueron conformando grupos defensores de los derechos animales como por ejemplo la fundación ADA (Asociación Defensora de Animales y del Ambiente) creada en 1964, que en conjunto con otras asociaciones trabajó para que fueran reconocidos como seres que sienten y no son cosas.

Tras la lucha se logró la Ley 1774 del año 2016 que castiga el maltrato animal. Sin embargo tiene muchos vacíos, uno de ellos es la inexistencia de derechos para bovinos, ovinos, porcinos, conejos, peces entre otros. Dejando de lado el maltrato, dolor y estrés que sufren antes de ser sacrificados, además se siguen presentando prácticas crueles para causarles la muerte, como los choques eléctricos.

Otra de las grandes problemáticas que se debate es la tauromaquia. En ciudades como Manizales y Bogotá se siguen practicando estas actividades; no obstante, tras el regreso de la temporada taurina en la plaza de toros La Santamaría en la capital, los bogotanos marcharon en desacuerdo porque durante siete años aproximadamente había estado cerrada para estos eventos.

El desacuerdo entre nacionales que piden la protección a los toros ha llegado al Congreso, allí se busca abolir estas actividades en todo el país. Se espera que para el 10 de mayo de 2019 la Corte Constitucional haya saldado el tema. Se tienen muchas incógnitas ante lo que va a suceder, puesto que se presenta un debate de pensamientos e ideologías entre los que están de acuerdo y los que no con la corrida de toros.

Ante tantos escenarios se han obtenido avances relevantes, como la prohibición de tránsito de vehículos de tracción animal y en la ciudad de Cartagena se dio el Decreto 0656 de 2013 que regula la actividad turística de cocheros y vela por los derechos de los caballos para no ser explotados laboralmente. El control de salud se lleva a cabo cada tres meses por la UMATA (Unidad Municipal de Asistencia Técnica Agropecuaria).

En la ley 1774 se concretó como delitos las lesiones mayores tanto en animales domésticos como en salvajes otorgando la penalidad de doce a treinta y seis meses de prisión a las personas que comentan actos de agresión, tener alguna profesión afín como por ejemplo los veterinarios y aprovecharse de esta para obrar con atropellos, como consecuencia se dará la inhabilidad hasta por tres años. Por otro lado si los civiles cometen conductas con sevicia como actos sexuales, se les multará hasta con sesenta salarios mínimos legales y se incrementará la multa si tiene como agravante actos de esta índole en zonas públicas, con participación o presencia de menores.

Los perros y gatos se están rescatando de las calles para ser adoptados y brindarles una vida más segura. La ilegalidad de tenencia de fauna silvestre se está denunciando y como resultado se han capturado bandas delincuenciales de tráfico de especies. Las organizaciones defensoras de los derechos animales siguen en busca de la protección total.

Aún quedan muchos problemas por solucionar y cosas por corregir; la falta de educación, conciencia, y aquellas raíces que llaman “arte o cultura” son el detonante para la violencia en contra de los animales. Pero no todo está perdido. Hay cientos de colombianos que hemos comprendido la importancia que tienen para la evolución social en el planeta y por ende el interés de hacer una trasformación de pensamiento e ideologías para salvar la madre naturaleza.