Brumadinho pertenece a la vasta cuenca hidrográfica de San Francisco (una de las doce regiones hidrográficas del Brasil, según la ANA). Esta desemboca en Paraopeba, que a su vez desemboca en la represa Tres Marías, la primera de una serie de represas a lo largo del río São Francisco.

Brasil creó una legislación sobre el agua con la ley 9.333/97, la que tiene como base una planificación de las cuencas hidrográficas. La misma ley creó una política nacional de recursos hídricos, teniendo el comité de la cuenca, como base y como tope, al Consejo Nacional de Recursos Hídricos. Más tarde, el FHC creó la Agencia Nacional del Agua (ANA) como un organismo ajeno a la ley, pero fue el establecimiento de las Agencias Reguladoras en Brasil, para ofrecer seguridad jurídica al capital.

El comité de la cuenca de São Francisco fue uno de los primeros en ser creados. Tiene la obligación legal de crear un plano de cuencas, que tiene la composición tripartita, esto es un poder público de la sociedad civil y de sus usuarios. Ahí, en medio de los usuarios, está la actividad minera, las industrias, agro industrias y las generadoras de energía. El capital impone sus intereses, a pesar de la buena voluntad de tantos que participan en los comités de la cuenca a lo largo de Brasil.

En pocos días las aguas rojas de Brumadinho llegarán a la presa de Três Marias, aunque estén contenidas durante algún tiempo en las represas intermedias. Con las lluvias, es sólo cuestión de tiempo.

Junto a ella se encontraron agentes contaminantes producidos por metales pesados, como el cobre, magnesio, zinc, cromo, cobalto, níquel, plomo, que se esparcirán por el canal de Viejo Chico, cerca de dos mil km pasando entre Juazeiro e Petrolina hasta llegar al mar entre Sergipe y Alagoas. Estamos hablando de 15 millones de personas, distribuidas en un sinnúmero de municipios a lo largo de cinco estados. Ahora tenemos que sumar a los paraibanos de la región Campina Grande, que también beben esa agua.

Bolsonaro no ignoró o menospreció la naturaleza aquí en Brasil, sólo se propone consolidar y profundizar ese desprecio, ya que es de esa manera que el capital trata al medio ambiente. Por lo mismo, la eliminación de la Amazonía, del Cerrado, va a poco a poco eliminando nuestra cerca hidrográfica, la cual era antes abundante y nos daba el privilegio de tener el 13% de agua dulce del planeta. Entretanto, las empresas mineras y otras contaminantes nos ofrecen de manera gratuita acabar con la calidad de nuestras aguas.

Sinceramente, gran parte de las izquierdas jamás han entendido el respeto de nuestra lucha por el medio ambiente, nunca entendieron que las desgracias son socio ambientales, y también nos creen como obstáculos del progreso y del desarrollo. Hay conflictos insuperables entre el medio ambiente y los intereses económicos, o sea, es uno o el otro, pero jamás los dos al mismo tiempo. Es el caso de la devastación de la Amazonia y del Cerrado por las agro industrias o los desechos de las empresas mineras.

Termino este artículo con una frase en el WhatsApp de una persona de las familias que viven cerca de una instalación industrial de caña: “Buen día, hoy amanecimos tomando un baño de veneno de avión de pulverización de la planta industrial”.

De Brumadinhos y baños de veneno será el gobierno de Bolsonaro, pero no sólo el de él.


Traducción del portugués por Nicolás Soto