Roma es una ciudad de desigualdad. De esta frase, quizás inconscientemente obvia, que sin embargo en tiempos de crisis política y cultural parece revolucionaria, nace el proyecto #MappaRoma. Una herramienta para los políticos y para analizar la corriente, evitando que caigamos en los clichés y la imaginación de una ciudad que ya no existe. Hablamos de esto y del último mapa publicado con Salvatore Monni, coordinador del proyecto y profesor de Economía del Desarrollo en la Facultad de Economía de la Universidad «Roma Tre».

La idea de trazar un mapa de Roma y sus desigualdades es decididamente atrevida, ¿dónde comienza el proyecto #MappaRoma y por qué?

«El proyecto nació en 2016, año de las elecciones municipales. Tanto yo como los otros dos creadores del proyecto [Keti Lelo y Federico Tomassi] partimos de un dato: todos los que hablaron de Roma en las elecciones lo hicieron refiriéndose a una ciudad que ya no existe o que sólo se imaginaba. Una cosa es hablar de una ciudad que ya no existe en un entorno restringido o familiar, pero se convierte en un problema si los candidatos a gobernar la ciudad hablan de ella en aquellos términos. #MappaRoma nació de la necesidad de sacar de los cajones gran parte del trabajo realizado, imaginándolo como un instrumento para ser proporcionado a todo el cuadro político romano antes de la competencia electoral y al ‘público en general'».

Así que una herramienta para los que aspiran a gobernar, pero también para los que ya lo están haciendo, ¿verdad?

«Para dar a conocer Roma y sus complejidades. El aspecto que ha surgido con fuerza en los mapas es la dicotomía entre centro y periferia, pero en realidad Roma tiene muchos centros y muchas periferias en todas partes de la ciudad».

En el último mapa publicado, el #25, analizamos la inclusión social, el abandono escolar y el desempleo: la situación parece bastante dramática para el cuadrante oriental mencionado anteriormente y para el cuadrante noreste.

«Pero también hay otra idea, además de las mencionadas. El bienestar de una metrópoli no viene dado por su riqueza y sus ingresos. Cuando leemos historias y narraciones [políticas] de una ciudad, estas se basan en el crecimiento del PIB y del comercio. Estos factores, aunque importantes, no enmarcan la realidad (mucho más compleja). El crecimiento es muy diferente del desarrollo: es un factor importante, pero es un instrumento y no un objetivo de este último».

¿Qué hay que hacer para entender las desigualdades de la ciudad?

«En el mapa 25 tratamos de analizarlo: el seguimiento de los datos sobre la escolarización, el número de los NEET (jóvenes sin empleo ni formación) nos da una imagen de la exclusión social. No es sólo una expresión: significa «no ser parte activa de la sociedad». Por ejemplo, la renta para los ciudadanos que se está discutiendo en estos días implica una idea muy específica tanto desde el punto de vista económico como desde el punto de vista social. Pensar que el problema de un desempleado es exclusivamente la renta es muy reductor: el problema es la falta de empleo en sí misma. El individuo se realiza a través de ella y pasa a formar parte de la sociedad dando su propia contribución».

¿Cuánto pesa la progresiva desconexión de los políticos en los últimos 30 años de las periferias?

«En primer lugar, me gustaría reiterar un punto: el principal problema de la ciudad no es el decoro, sino la desigualdad entre los individuos. Nuestra atención en este aspecto proviene de esta consideración: Roma es una ciudad profundamente desigual. Y lo es, para responder a la pregunta, porque el modelo de desarrollo que la ha caracterizado desde los años 90 en adelante es tal que ha creado esto.

Para que una ciudad sea menos desigual, ¿qué hacemos?

«Cambiar el modelo de desarrollo. Es un problema que también tienen otras ciudades, europeas y no europeas, y poco se habla de ellas. En un trabajo en el que participamos, fruto de un proyecto de investigación financiado por la UE, nos dimos cuenta de que las consecuencias de adoptar el modelo basado en el conocimiento y la innovación representan una profunda brecha de oportunidades entre los individuos que viven en la ciudad.

¿Qué es eso?

«Es decir, significa ser consciente de las consecuencias de adoptar ese modelo, a fin de limitar sus efectos negativos. Permítanme dar un ejemplo provocador: el Auditorium es el máximo representante de ese modelo de desarrollo que ha caracterizado a la ciudad desde los años 90. Ese lugar aumenta el bienestar de aquel que tiene las herramientas para entender que lo enriquece. Sin embargo, a una gran parte de la ciudad (que no tiene las mismas herramientas y también está bastante distante geográficamente) no le ha proporcionado nada más. Aunque es bueno que este lugar exista y juegue un papel importante, ha creado desigualdades. No estoy diciendo que esté en contra de su construcción, pero creo que también debemos hacer otras cosas en las afueras de la ciudad para aumentar el bienestar de aquellos que no pueden usar el Auditorium. El «renacimiento de la ciudad» proclamado por Walter Veltroni sólo concierne a una parte de ella: la otra se ha sentido excluida y su orientación política/electoral ha resentido de ello a lo largo de los años».

En conclusión, ¿qué se podría hacer?

«A mediano plazo, es probable que el problema pueda resolverse parcialmente con la libre prestación de servicios que ahora no son accesibles; con «inversiones sociales» para contrarrestar las numerosas y generalizadas desigualdades en materia de bienestar, salud, vivienda, escuela, formación y empleo, y a través de proyectos focalizados y específicos que serán implementados -en colaboración con las asociaciones locales- en los distritos que más sufren las penurias. A largo plazo, sin embargo, es difícil obtener resultados sin un cambio drástico en las relaciones entre las clases en el proceso de producción, sin -en resumen- cambiar lo que Marx llamó la «estructura» del proceso histórico».

Traducido del italiano por María Cristina Sánchez