¿Cuál es la mejor manera de prevenir una catástrofe? Mucha gente tiene un presentimiento tan grande que nos dirigimos hacia el desastre que las propuestas no se discuten con calma y amistosamente, sino que todo el mundo está tratando de imponer sus propuestas preferidas a todos los demás. Estos son tiempos de polarización extrema del tipo que precede a las mejores revoluciones sociales, a las peores guerras.

Y así las clásicas escuelas de decadencia, tan bien descritas por Silo en Cartas a mis Amigos, hacen su aparición como siempre lo hacen en tiempos de crisis (en realidad siempre están ahí pero se hacen más visibles cuando la gente está buscando formas de salir de situaciones difíciles), tan claramente presentes en la Antigua Grecia: los estoicos (debemos ser fuertes frente a la adversidad), los cínicos (nada bueno puede salir de la humanidad, así que lo mejor es que sigamos como de costumbre) y los epicúreos (si todo va a ir al infierno, tratamos de divertirnos lo más posible mientras dure).

A estas escuelas hay que añadir un tipo diferente de respuesta, la violencia extrema de grupos que descienden a niveles tremendos de odio y desprecio por la vida humana, que ofrecen a sus miembros violencia catártica, venganza contra los chivos expiatorios y pertenencia -quizás el imán más importante para las personas que se sienten excluidas de la sociedad [1]-, todo ello en nombre de una ideología. Intentar proscribirlos sin comprender (y cambiar) los procesos sociales que los engendran es una tarea estéril. Sus justificaciones se encuentran en todo el espectro político, religioso y psicológico. Ocasionalmente asumen el poder y entregan el terrorismo de estado, o simplemente alimentan su respetabilidad de base y un mejor acceso a los medios de comunicación.

Podemos mirar a los levantamientos populares más antiguos, aunque fueran violentos con cierta simpatía, pero seguramente en ese momento provocaron el mismo horror que sus contrapartes modernas. La revuelta de los esclavos de Espartaco contra el Imperio Romano merece todos los elogios que recibe hoy en día, pero en su momento habría sido considerado una especie de Osama Bin Laden.

Los intentos de comprender el proceso que lleva a una persona a un grupo terrorista suelen ser objeto de acusaciones de colusión, y las propuestas de abrir un diálogo para la paz y la reconciliación se consideran traición y se registran cuidadosamente para ser utilizadas en campañas de difamación en el futuro. Por otro lado, la creciente crítica hacia aquellos que se dejan seducir por el populismo neofascista (viéndolos como incultos y estúpidos) no promueve la causa de la Noviolencia y la reconciliación.

La mayor parte de la violencia surge como respuesta al miedo, la opresión y la exclusión. La crueldad nace de la crueldad. La guerra engendra más guerra. Un orden social deshumanizador y objetivador crea las condiciones, la desigualdad las hace crecer.

Si se analizan y contrarrestan las causas profundas de las respuestas violentas, toda la dirección de la sociedad puede cambiar.

La compasión, la igualdad, la inclusión, la justicia y la no discriminación pueden formar parte de una campaña de vacunación contra la violencia, contra el fascismo y contra los fundamentalismos en todas sus formas. Los brotes verdes de esta nueva sensibilidad ya son visibles a pesar de que los medios de comunicación dedican la mayor parte de su atención a los excesos y payasadas de los líderes neofascistas. Sin duda, venden periódicos. Por no hablar de la publicidad.

Pero no sólo los progresistas están empezando a ocupar espacio. En medio de lo que la OMS ha descrito como una epidemia de depresión, la ciencia también nos está diciendo que la compasión, la bondad y la gratitud son los caminos hacia una mejor existencia.

La Noviolencia Activa tiene todas las herramientas para la acción social y el desarrollo personal necesarios para emprender estos cambios. Debemos estar seguros de que una compasión creciente no sólo beneficiará a las víctimas del sistema actual, sino que también ayudará a las víctimas de la desesperación antes de que se unan a la violencia.

Pasar del modo individualista (promovido por la ideología neoliberal) al modo solidario requiere dejar de creer en las mentiras que nos dicen y nos decimos a nosotros mismos. Esto puede tomar un poco de tiempo. Buscar en las profundidades de nuestra conciencia la chispa de un estado superior del ser puede requerir algún esfuerzo. La compasión bajo presión puede no ser fácil, pero tomarnos un poco de tiempo para recordar cuando sentimos compasión por otro ser humano, de la nada, y luego observar cómo nos sentimos en ese momento, puede hacernos darnos cuenta de que esta capacidad viene con el hardware, es un regalo, y sin embargo lo dejamos escapar de nuestra interacción diaria con los demás. Una vez que nos damos cuenta de ello, se convierte en una elección personal que puede orientar a toda la sociedad.

[1] Los escáneres cerebrales muestran que la exclusión social crea yihadistas, dicen los investigadores.