Por Jimena Brusa

Las inversiones públicas y privadas en materia de energías renovables han convertido a Uruguay en uno de los países más avanzados del sector en América Latina, con metas ambiciosas como alcanzar la neutralidad en carbono para 2030.

La transformación de la matriz energética de este país sudamericano tiene sus pilares en el abandono de los combustibles fósiles y su sustitución por fuentes limpias, que ya aportan 62 por ciento de la energía primaria, aquella disponible en la naturaleza, frente al promedio mundial de 19 por ciento.

Además, el país ocupa el tercer puesto global respecto del nivel de inversiones en el desarrollo de esas energías, en relación con el producto interno bruto (PIB), según el último informe de REN 21, la red mundial de políticas en energía renovable que conecta a gobiernos con la sociedad civil, la academia y organismos internacionales.

En uno de los pasos más recientes hacía la descarbonización energética, el Aeropuerto Internacional de Carrasco inauguró en agosto una planta de generación solar fotovoltaica. Los 1.540 paneles que se observan al llegar a la principal terminal aérea de Uruguay, cercana a Montevideo, la convirtieron en la primera de América del Sur en contar con electricidad autogenerada.

Gonzalo Casaravilla, presidente de Usinas y Transmisiones Eléctricas (UTE), la empresa estatal que administra el sector, destacó que “las energías renovables pasaron con éxito la prueba de la sequía” que se produjo a comienzos de este año.

Durante los cuatro meses en que se recibió 26 por ciento menos de agua de la captación histórica, “el sector eléctrico suministró casi lo mismo de eólica que de hidráulica (40 por ciento cada una), ocho por ciento de biomasa, 4,5 por ciento de fotovoltaica y solo 4,5 por ciento de térmica, explicó.

“En comparación con la matriz eléctrica que había en 2012, el ahorro de estos cuatro meses fue del orden de los 130 millones de dólares”, aseguró la máxima autoridad eléctrica uruguaya.

El sector privado también ha apostado fuerte por el cambio. Desde 2010, realizó inversiones por más de 7.000 millones de dólares, según un informe publicado a fines de 2017 por Uruguay XXI, una institución dedicada a la promoción de inversiones y exportaciones.

En el medio rural actualmente hay 50 escuelas con el sistema fotovoltaico y varias familias han encontrado en la energía solar la solución para contar con electricidad en sus viviendas.

En 2013, en el departamento de Salto, en el norte del país, se inauguró una planta solar fotovoltaica, con una inversión de cuatro millones de dólares, que contó con la cooperación del gobierno de Japón.

La transformación de la matriz energética convirtió a Uruguay en exportador neto de electricidad, según el informe voluntario sobre los avances del país en la Agenda 2030 y los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS), ante la Organización de las Naciones Unidas, en un encuentro en julio en Nueva York.

En el reporte se destaca que Uruguay es uno de los países más electrificados de América Latina, con 99,7 por ciento de la población con acceso al servicio.

Además, en este país de 3,3 millones de habitantes,  la matriz eléctrica está compuesta en 97 por ciento de fuentes renovables. Como ejemplo, se cita que entre 2008 y 2017,  la potencia instalada de la fuente eólica saltó de cero por ciento a 30 por ciento.

La energía fotovoltaica, por su parte, supone actualmente 4,5 por ciento de la matriz energética total, pero las autoridades de UTE pronostican que “en el futuro la energía renovable no convencional será principalmente fotovoltaica y aumentará en base al crecimiento de la demanda”.

Desde el punto de vista de la demanda, el Plan Nacional de Eficiencia Energética 2015-2024 establece varias líneas de acción para lograr una reducción en el consumo, destinada a alcanzar una meta de energía evitada de 1.690 kilotep (miles de toneladas equivalentes de petróleo, en inglés) durante la década.

Mientras, las metas del  Plan promueven el cumplimiento de la contribución a la que se comprometió el país en el Acuerdo de París sobre cambio climático, alcanzado en diciembre de 2015 en la capital francesa, donde Uruguay se comprometió voluntariamente a alcanzar la neutralidad del carbono en 2030.

Eso significa que para ese año este país del Cono Sur americano las emisiones netas de gases de efecto invernadero (GEI) expedidas al ambiente equivalen a cero, porque se reabsorben tantos gases contaminantes como los que se lanzan a la atmosfera.

Uruguay formalizó su compromiso en alcanzar la huella de carbono cero, que obligará a reducir drásticamente el consumo de combustibles fósiles , en junio de 2017, al ratificar su adhesión al Acuerdo de París.

Esa ambiciosa meta, que en América Latina solo comparte Costa Rica,  se acompaña con otras medidas como los incentivos a los usuarios con políticas de consumos diferenciados.

Esa iniciativa ofrece costos diferenciados del consumo en tres tramos horarios para clientes residenciales y entró en vigencia a través de un decreto del 3 de septiembre, por una propuesta del Ministerio de Industria, Energía y Minería.

La tarifa según los tres horarios profundiza la que ya existía, limitada a dos tramos, de hora punta y no punta, y busca aprovechar mejor el sistema de generación eléctrica con predominio de fuentes renovables, donde existe una oferta de energía en las madrugadas y capacidad remanente de las redes eléctricas.

El abanico de nuevas iniciativas se alinea con los esfuerzos de los países del Sur en desarrollo de reducir sus emisiones contaminantes a la atmosfera, pese a que su papel es reducido en el recalentamiento global, cuya responsabilidad recae mayormente en el Norte industrial.

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