por Alcides García Carrazana

Hasta el 15 de noviembre cubanas y cubanos tienen la posibilidad de participar en una Consulta Popular sobre el proyecto de nueva Constitución que debe responder al momento internacional y nacional actual, y que ordenará el proceso de actualización del modelo político, económico y social que tiene como objetivo la construcción del Socialismo. Pero entre pretensión, propuesta y realidad, emerge un debate necesario donde juegan muchas cartas.

Cuba se encuentra en efervescencia. Se asiste a otro momento relevante para quienes desde dentro y desde fuera siguen la realidad de un proceso que despierta sentimientos diversos y polémicos.

Las lecturas, pese a todo argumento dado, nunca escaparán a visiones que navegan entre la realidad histórica, la complejidad cotidiana, la verdad sublimada, y abundantes  percepciones hipercríticas que tampoco ayudan al verdadero entendimiento.

Una pregunta sigue latente desde que en 2006 se diera la transición del poder de Fidel a Raúl, y las reformas que siguieron: ¿Cuál será el destino de la Revolución Socialista?

A ello siguieron otros procesos no menos complejos y polémicos: Los llamados Lineamientos de la Política Económica y Social; luego la Conceptualización del Modelo Socialista Cubano; varias leyes principales aprobadas como la que regula un naciente (y en vías de consolidación)  sector privado, la empresa estatal socialista, inversión extranjera, código de trabajo y seguridad social… y ahora la nueva constitución. Un verdadero momento de cambios.

La nueva Constitución. El proceso

En el mes de junio se creó una comisión liderada por Raúl que retomó varios estudios y propuestas desde hace varios años, y que tenía como misión escribir un anteproyeto de reforma constitucional.

Un mes después se discute en el Parlamento cubano ese documento, y con algunas modificaciones,  se convoca a consulta popular para enriquecer la propuesta. Momento en el que estamos con múltiples espacios para que la población opine sin restricciones de ningún tipo. La comisión nacional tomaría el resultado de esta consulta y reformulará el proyecto que debe someterse nuevamente al Parlamento; para luego ser votada en referendo a inicio del próximo año. Cuba tendría una nueva Constitución.

Analizado técnicamente el proceso recibiría loas de todo tipo. Pero deberían entrar al análisis otras variables no menos influyentes en el resultado final: el poco tiempo de preparación entre un momento y otro, sobre todo para que el pueblo manejara y tuviera criterios más fundados para la consulta popular; las sabidas fallas que tienen nuestros mecanismos  de participación popular, y la cultura propia del pueblo cubano de aceptar más que disputar; la no poca apatía que también se manifiesta; los criterios con bases lógicas de que para qué voy a opinar si ya eso es decisión tomada, o no podré cambiar nada en la práctica; las tendencias que desde hace 30 años se vienen dado en Cuba; y muy significativo, que los resultados de esta consulta no tienen carácter vinculante.

El proyecto. Puntos relevantes y el criterio popular

El proyecto, sin dudas, es mucho más avanzado y revolucionario que la Constitución vigente.

Se mantiene el papel rector superior del Partido único que está por encima de la propia Constitución. En los fundamentos económicos se admiten diversas formas de propiedad, reconociendo la privada y la cooperativa, aunque la principal es la social sobre los principales medios de producción controlados por el Estado.

Se habla de regular la concentración de propiedad pero no de la riqueza; de autonomía de la empresa socialista, pero sin establecer pautas que aseguren su efectividad; de que el trabajo debe ser la fuente principal de ingresos, pero no asegura revertir la actual pirámide invertida que incumple el principio de distribución socialista “de cada cual según su capacidad, a cada cual según su trabajo”.

Respecto a derechos, deberes y garantías; se amplía en diversas categorías que no estaban contempladas, pero aún sin reconocer libertades civiles claves para la auto organización y la participación política al margen de las estructura social armada desde el propio Estado.

La nueva estructura del Estado introduce cambios sustanciales  en sus nombres, más no en las funciones. Se incorpora el cargo de Presidente y Vicepresidente de la República; se separan los cargos de Primer Ministro y Presidente del Consejo de Estado (que será a la vez el presidente del Parlamento); se elimina a la Asamblea Provincial del Poder Popular y se crea el cargo de Gobernador con un Consejo de Gobierno a esa instancia; y se  habla demás autonomía a los municipios en donde se mantiene la Asamblea Municipal del Poder Popular y se introduce el cargo administrativo de Intendente.

El criterio popular es muy diverso, pero si dudas, el tema que acapara la atención es la propuesta de reconocer el matrimonio igualitario lo que tiene dividida a la nación con una legendaria cultura machista y patriarcal, sin formas asociativas de una comunidad que defienda por derecho y afectación propia este tema, y una iglesia evangélica y algunas otras denominaciones haciendo fuerte campaña por preservar la familia desde el concepto tradicional. Cosas como estas quitan la atención a otros aspectos más relevantes para el presente y futuro de la nación.

Puntos de alerta y la construcción del socialismo

En medio de todo este complicado proceso, hay puntos que deberían ser debatidos con mucha profundidad, que el pueblo debería tener mayor incidencia, y quienes conformarían el proyecto final asumirlo con toda transparencia y responsabilidad.

Me refiero a temas claves que asegurarían un proceso legítimo de construcción del socialismo, y evitar una concentración indebida del poder en una élite estatal y partidista  que controle todos los procesos vitales. Para ello debería explicitarse y legitimarse las formas de participación y control popular, la nominación, elección y revocación directa por el pueblo de todos los principales cargos públicos; y la construcción de poder popular real que sigue siendo planteo discursivo pero esquivo en la práctica concreta.

Cuba se encuentra, como era de esperar, en el epicentro de un debate (con consecuencias en la vida cotidiana que prolonga una situación de estancamiento muy nociva)  entre fuerzas ortodoxas del socialismo tradicional con bases en un sector de la dirigencia histórica de la Revolución; la emergencia de fuerzas mixtas con bases y límites muy mixturados que abogan por cambios necesarios en un momento político extremadamente complicado en lo nacional e internacional; posturas reformistas muy apegadas a lo que podría ser un capitalismo de Estado muy perjudicial para para el pueblo, y la propia intención manifiesta de construir el socialismo; tendencias internas y externas que alimentan un giro al capitalismo neoliberal.

Por otro lado, está un pueblo que siempre confió en su Revolución y su dirigencia histórica, y hoy ve cambiar muchas cosas y a mucha velocidad que a veces no da tiempo a procesarlo objetivamente.

El mismo Pueblo que no tiene toda la experiencia y el acumulado, ni la base social verdaderamente organizada y formada para enfrentar un debate como el que se está dando más allá de la reforma constitucional, y mucho menos para disputar y acumular en el actual debate y reconfiguración política de la nación y todo lo que ello deriva en la práctica.

Un pueblo que tiene aceleradamente que aprender-haciendo, porque no seguimos la idea del Ché cuando nos dijo que era preciso haber aprendido antes.

No obstante, toda mi confianza al pueblo cubano, aquí subyace una base que es la fuerza principal que mueve todo proceso.

 

* Periodista y educador popular cubano. Miembro del Centro Memorial Martin Luther King y de la Coordinación del Frente de Comunicación y de la Secretaría Operativa ALBA Movimientos