Representantes del ejército, del Centro de Inteligencia contra el Terrorismo y el Crimen Organizado (CITCO), de organizaciones civiles, investigadores, activistas, periodistas, representantes políticos y religiosos se unen para explorar vías que atajen la radicalización.

El viernes 26 de octubre, el Centro de Estudios Universitarios (CEDEU) adscrito a la Universidad Rey Juan Carlos acogió a más de 70 personas para explorar, a través de dos paneles y múltiples discusiones, las causas de la radicalización, así como los mecanismos más efectivos de abordaje y de prevención.

«La radicalización es uno de los males que azotan nuestras sociedades y es lo único que no podemos tolerar», manifestaba Esteban Ibarra, presidente de la Asociación Movimiento contra la Intolerancia, en un acto inaugural que incluía a Puerto García, de la Fundación Pluralismo y Convivencia del Ministerio de Justicia y a Sergio García, de la comunidad bahá’í.

La primera mesa, coordinada por la periodista Juana Pérez Montero, de la agencia de noticias Pressenza, intentó examinar los múltiples factores vinculados a la radicalización, prestando atención a las dimensiones políticas, discursivas, religiosas, económicas y sociales de este fenómeno tan complejo.

El capitán de fragata de la armada, Federico Aznar, analista principal del think tank del ejército —el Instituto Español de Estudios Estratégicos (IEEE)— le prestó atención al rol de las narrativas como elemento legitimador de la violencia. «Las palabras y los conceptos son fundamentales, porque ellos nos marcan los límites de y la forma en que podemos pensar, y crean realidades».

Leila Sant, encargada de las relaciones con el gobierno y las organizaciones civiles de la comunidad bahá’í y Juan José Tamayo, teólogo y director de la cátedra de estudios de las religiones de la Universidad Carlos III, clarificaron las diferencias y similitudes entre radicalización, fundamentalismo y radicalización violenta.

«La radicalización es el proceso mediante el cual una persona comienza a pensar, sentir o actuar de manera que se acerca a los contornos de lo que una sociedad considera normal en un punto determinado; esto no siempre tiene por qué ser negativo, lo que siempre es negativo es la justificación del uso de la violencia en aras de cualquier fin político», indicaba Leila Sant en su intervención.

El segundo panel examinó buenas prácticas para acortar la radicalización y presentó el plan nacional de prevención de la radicalización violenta que coordina el anteriormente aludido CITCO.

«La mentoría para jóvenes susceptibles de ser radicalizados e incluso para la desradicalización está tornándose una estrategia muy efectiva a la que países como Dinamarca, con su modelo Aarhus, están prestando mucha atención», indicaba el profesor de la Universidad de Girona y pionero en programas de mentoría para jóvenes en riesgo de exclusión social en Cataluña, Óscar Prieto.

El periodista y cofundador del diario El País Rafael Fraguas, el profesor de la Universidad Autónoma de Madrid y exdirector de relaciones con las confesiones del Ministerio de Justicia, Ricardo García García, y el director de la Cátedra de Estudios de Inteligencia y Seguridad de la Universidad Rey Juan Carlos, Fernando Velasco, coincidían en sus intervenciones en que fomentar el diálogo, la escucha y exponerse a lecturas opuestas e ideas contrarias a las que uno tiene, son las estrategias más saludables para prevenir la radicalización y el pensamiento enajenado.

Además de los paneles y de los participantes, muchos de ellos estudiantes, el seminario contaba con una fila uno donde expertos, políticos y activistas tenían la oportunidad de intervenir en primer lugar. Algunos de ellos eran criminólogos con responsabilidades académicas, otros venían del Congreso de los Diputados, de antiguas responsabilidades vinculadas al Ministerio de Justicia, de la Embajada de EEUU, de la Universidad Complutense de Madrid y otros pertenecían a organizaciones civiles que trabajan por atajar este fenómeno desde su misma raíz.

En las conclusiones de cierre se mencionó que este evento solo era un primer espacio que la comunidad bahá’í, en colaboración con otras organizaciones, había querido propiciar para contribuir colectivamente a un discurso ya en marcha sobre una problemática muy compleja y relevante —tal como ponen de manifiesto los atentados antisemitas en EEUU, tan solo un día después de este seminario—.

Los participantes se comprometieron a seguir trabajando en este ámbito en colaboración. En particular, aquellos participantes procedentes de los medios de comunicación expresaron su determinación a fin de crear una línea de reflexión específica sobre el papel de los medios de comunicación para una sociedad saludable y tolerante.

Finalmente, en el acto de clausura se sintetizaron algunas de las reflexiones de la jornada: «La deliberación colectiva buscando puntos de consenso, la reflexión sobre las acciones emprendidas, el recurso tanto a la ciencia como a los principios atesorados en las grandes tradiciones espirituales de la humanidad para encontrar pautas de comportamiento adecuadas, las contranarrativas para deslegitimar cualquier uso de la violencia, la mejora de los mecanismos de integración, la educación, el trabajo por la justicia social; y, sobre todo, refundir la noción de religión a la luz del reconocimiento de la unicidad de la humanidad para desactivar todo sentimiento de exclusividad y de superioridad, parecen elemento fundamentales para superar la radicalización violenta, especialmente cuando tiene inspiración religiosa».