Entrevista a Nicolás Morás, director de La Dictadura Silenciosa: Censura Sionista en el Cono Sur, documental próximo a estrenarse en HispanTV.

Por Luis Fazio

En los casi tres años del gobierno de Mauricio Macri Argentina dio un giro copernicano a su política exterior.

De una posición favorable a la multipolaridad a reinventar una amistad con los Estados Unidos de Trump, a contracorriente de la tendencia diplomática mundial.

Para febrero de este año se confirmó la instalación de una Base de la DEA en la norteña provincia de Misiones y para mayo la construcción de una “Sede de Ayuda Humanitaria” del Comando Sur del Ejército estadounidense, a tan sólo 30 minutos del yacimiento petrolífero de Vaca Muerta, la mayor reserva de shale gas del mundo.

Mientras tanto, desde el inicio de la actual gestión, el Ministerio de Seguridad que conduce Patricia Bullrich realizó numerosas compras de armamento, vehículos y drones a empresas e instituciones israelíes en tanto el resto de las carteras se someten a la reducción presupuestaria que impone la política de ajuste.

De esta relación comercial surgió Pegasus, el software de vigilancia masiva que estuvo a punto de legalizarse a través del Proyecto de Modificación del Código Procesal Penal pero finalmente fracasó por el accionar conjunto de los Bloques de Unidad Ciudadana y Progresistas.

Nicolás Morás, activista por las libertades civiles y autor del extenso informe que utilizaron dichos legisladores para vetar el artículo de la discordia, decidió indagar sobre las causas del silencio unánime de los medios dominantes acerca de la polémica.

 ¿Por qué considerás a Pegasus como una amenaza para la libertad de las personas?

Más que una amenaza te diría que es la supresión efectiva de la privacidad de las personas.

Y así lo entendió Bullrich omitiendo dar parte oficial de esta adquisición, que tuvo lugar con la visita del premier israelí el año pasado.

Es altamente probable que esta tecnología se esté implementando activamente tanto desde el Ministerio de Seguridad como por parte de los servicios de inteligencia, pese a tratarse de una práctica ilegal e ilegítima, que atenta contra las garantías constitucionales y fue vetada en el Congreso.

Es un ejemplo paradigmático de cómo el Estado violenta sus propias leyes, pero además es una herramienta fundamental para avanzar en la construcción (o réplica) de un totalitarismo sutil semejante al de Estados Unidos, Canadá, Reino Unido, Nueva Zelanda y Australia, donde las compañías como Alphabet (Google, Youtube, Android) y Facebook Inc. (Facebook, Instagram y Whatsapp) operan como entidades para-estatales que registran la totalidad de los datos generados por los usuarios y los remiten automáticamente, sin mediar orden judicial de ningún tipo a las respectivas agencias de inteligencia gubernamentales.

Estados de menor fuste como Argentina o México, carecen de la capacidad para negociar de tú a tú con los titanes de Sillicon Valley, compensando esta falencia con instrumentos de pago como Pegasus.

Este tipo de malware es desarrollado por corporaciones para-estatales, abocadas a la provisión de productos y servicios militares o policiales, que contratan analistas y programadores formados por la CIA, NSA, el M17 o el Mossad y retroalimentan la industria de la guerra, que en Estados Unidos se denomina “Military Complex”.

La firma que comercializa Pegasus se llama NSO Group, y es un holding israelí hecho a imagen y semejanza de las agencias paramilitares estadounidenses.

Así logran hacerse con la ubicación geográfica exacta, la totalidad de las llamadas, chats, imágenes, videos, compras online, búsquedas, interesas y rutinas de cualquier individuo que utilice una computadora, una Tablet o un teléfono celular,  interviniendo además con suma facilidad el micrófono y la cámara de los respectivos dispositivos, que incluso estando apagados sirven como centros de espionaje remoto.

En un país con presos políticos el panorama que describes es inquietante.

¿Qué país no tiene presos políticos? Es un terreno sujeto a la interpretación.

Vivimos en una época particularmente inquietante.

Independientemente del signo que adopte el gobierno de turno, la tendencia global es la hiper regulación.

Nunca en la historia tuvimos impuestos más altos, mayor bancarización (ergo fiscalización) de la economía personal, mayores regulaciones, prohibiciones, tasa de población encarcelada, delitos tipificados y control estatal sobre la vida privada de los ciudadanos.

El progreso tecnológico multiplicó los ámbitos de injerencia gubernamental y al mismo tiempo (son dos fenómenos relacionados entre sí) la asimetría entre la élite y las mayorías..

Mientras los apologistas del Statu quo, autodenominados “optimistas racionales”, afirman que la humanidad nunca fue más libre y próspera valiéndose de estudios académicos subvencionados abiertamente por Google Scholar o Bayer-Monsanto la realidad demuestra exactamente lo contrario.

En esa dirección dediqué una serie de conferencias titulada Viviendo la Distopía, que espero llevar a la pantalla grande en algún momento.

Estamos frente a un sistema que equilibra una estructura económica cada vez más concentrada, cartelizada y excluyente con Estados hipertróficos que perfeccionaron la ingeniería social positivista a niveles insospechados, movimientos otrora contraculturales que se fueron institucionalizando y ahora sirven a derechas e izquierdas por igual, dos categorías no vacías si no vaciadas de contenido, que levitan en el marco de una estrecha Ventana de Overton.

La única reacción visible a este Panóptico mundial que superó las expectativas más pesimistas de Orwell y Huxley es el resurgimiento de las derechas nacionalistas. ¡Qué esperanza!

Pero centrándonos en Argentina ¿Consideras que se aceleró la pérdida de la privacidad?

Definitivamente. Cambiemos elevó hasta al auge paroxístico la asimilación del país con este nuevo esquema, y dentro del gabinete la principal garante de este camino es Patricia Bullrich, sin el menor resquicio de duda.

Bullrich ni siquiera es una funcionaria que haya elegido Macri, sino una condición sine qua non del establishment occidental para apoyar a su gobierno, que en este momento depende casi exclusivamente de su aval.

¿Cómo consiguió tanto poder?

Conozco personalmente a Bullrich de la época en la que regenteaba su partido unipersonal pero también comenzaba a consolidarse su alianza con la Fundación Friedrich Naumann, un think tank financiado íntegramente por el Estado Alemán que no tuvo reparos en importar a Peter Schröder para que tutele su carrera y en proveerle las conexiones necesarias para visibilizarse en los grandes medios en forma diaria.

En menos de un lustro la llevaron del ostracismo al centro de la escena.

Fue la Naumann y nadie más quién gestionó su reencuentro con Mario Montoto, el principal empresario armamentístico del mercado nacional, ex montonero como ella y proveedor ininterrumpido de todos los gobiernos argentinos de Alfonsín en adelante.

Montoto, que preside la Cámara de Comercio Argentino-Israelí, blanqueó su imagen ante la DAIA e impulsó a Guillermo Yanco, el marido de Bullrich, hasta colocarlo en la vice-presidencia del Museo del Holocausto (organización que preside Midlin, amigo y socio de los Macri) e integrarlo al Instituto de Asuntos Internacionales del Partido Demócrata estadounidense, una entidad extremadamente belicista que le facilitó a los republicanos la Invasión a Irak y se ha encargado de suprimir una por una a las voces disidentes del susodicho Complejo Militar Industrial.

En suma, para el fatídico verano de 2015, cuando muere Nisman, Patricia Bullrich era ya la socia predilecta de todos los principales operadores extranjeros en América del Sur.

El resto es historia conocida.

Tu hipótesis explicaría por qué Bullrich sobrevive políticamente a la desaparición de Santiago Maldonado…

Y por qué encarcelan gente por twittear, y por qué se suprimió el anonimato de las líneas telefónicas prepagas, y por qué se reprimió salvajemente a los jubilados, se militarizan las fronteras, las aduanas, los aeropuertos, y la lista sigue interminablemente.

Existe una suerte de disposición conforme a que Argentina sea sala de ensayo para políticas represivas de avanzada.

Te lo repito, Bullrich no le aporta absolutamente nada en términos de aceptación popular a Macri, más bien lo contrario. Pero está atornillada al cargo y no me sorprendería que estas medidas nefastas continúen progresando con los próximos ocupantes de la Casa Rosada.

Mientras tanto el mundo, incluyendo a países sudamericanos gobernados por fuerzas centroderechistas, se asocia comercialmente con China y respeta el rol geopolítico de Rusia, Argentina responde al Pentágono y a Tel Aviv como en los años más oscuros del Plan Cóndor.

Brasil probablemente siga ese camino.

¿A qué le llamás Lobby Sionista y cómo influye en los medios de comunicación?

Procuro llamar a las cosas por su nombre. El lobby sionista es el conjunto de organizaciones que operan en pro de los intereses israelíes fuera de Israel, influyendo en las instituciones del Estado y la sociedad civil.

En Argentina la DAIA es el principal lobby sionista, que hasta en su sigla se asume como tal, si bien se arroga falsamente la representación de la comunidad judía argentina, cuando en efecto constituye una élite eminentemente empresarial y política.

La falsedad de dicha pretensión mesiánica sobre la cual fundamentan su accionar censor e inquisitorial no es una ocurrencia mía, te lo puede corroborar Jorge Elbaum, presidente de Llamamiento Argentino Judío y no pocas víctimas del atentado de la AMIA que juzgan execrable en grado sumo la apropiación maniquea de su dolor como plataforma política de la DAIA.

La DAIA, al igual que la Naumann pero en una escala mayor, se aprovecha del estatus de ONG para incidir de manera indiscriminada en la vida pública argentina, con mucho más facilidad que la Embajada de Israel persigue sus mismos objetivos.

Si vos seguís la cobertura sobre Medio Oriente te vas a encontrar con posiciones unívocas compartidas virtualmente por la totalidad de la prensa hegemónica, empezando por La Nación, líder histórico en temas internacionales, siguiendo por Infobae, que tomó el relevo en la materia y terminando en Perfil, que trata de mostrarse como una referencia intelectual y moderada pero no deja de militar por el atlantismo.

Detrás de este discurso único se esconden multitud de estrategias:

  • Accionistas y auspiciantes del sector privado próximos a la DAIA que curiosamente obtienen prebendas del Estado o negocios fructíferos en el exterior a cambio de que garanticen su hegemonía editorial.

Midlin es un caso paradigmático, pero hay muchos más.

  • Periodistas de a pié a quienes Israel beca y patrocina desde los comienzos de su carrera.
  • El miedo al mecanismo inquisitorial con el cual la DAIA extorsiona, castiga y lincha públicamente a sus detractores.

El documental apunta a revelar esta operatoria, que no es exclusiva del país, también se replica en Chile donde la comunidad judía es infinitesimal en relación a los emigrados palestinos que constituyen la mayor cuota de la Diáspora. No obstante el respectivo lobby sionista también domina la comunicación.

Si vos revisás el Informe Anual sobre Anti-semitismo, ergo la lista negra de la DAIA, podés comprobar como equiparan expresiones del tipo “hay que matar a todos los judíos” en dudosas cuentas de Facebook y Twitter con críticas al desproporcionado accionar represivo de Israel en Gaza, o al desastre humanitario que allí acontece.

En su propia página advierten que “la libertad de expresión riñe con la ley” o más bien con  la interpretación maniquea que hacen de la Ley Anti-Discriminación, impulsada en el año 92 por sus propios abogados.

Entre su poder de fuego mediático y la inverosímil injerencia que tienen en la Justicia sirven para ejercer un férreo control sobre la prensa.

Fijate la salida de Cúneo de Crónica TV, en un contexto de homogeneidad oficialista cada vez más pronunciada.

¿Los capitales concentrados favorecen el pensamiento único?

No te quepa la menor duda. En el monólogo de apertura de La Dictadura Silenciosa explico brevemente cómo se fraguó esta uniformidad discursiva gracias a la cartelización informativa, producto de políticas de Estado subordinadas a las corporaciones, tendientes a restringir o castigar la competencia y a privilegiar posiciones dominantes a fuerza de dinero público.

Es otro campo donde la tecnología favoreció la proliferación de aquello que el brillante pensador francés Frederic Bastiat bautizó “La Esclavitud Mental”, la ideología general de Destutt de Tracy, la Super Estructura marxista, la Hegemonía de Gramsci.

Una cosmovisión infiltrada en todos los ámbitos comunitarios que justifica el Statu Quo y contribuye a perpetuarlo, disimulándose en una falsa pluralidad de voces.

Pero ojo, también es verdad que internet aún resguarda diversos espacios altenativos, aunque cada vez más relegados.