Por Vítor Queiroz de Medeiros/Traducción de Pressenza

Cerca de 60% del electorado evangélico vota a Bolsonaro. Eso equivale a casi 40 millones de votos. El mapa electoral leído por la variable “filiación religiosa” dice que Haddad tiene mejor desempeño en municipios con tasas más pequeñas de pentecostales. Pero Dios no tiene nada a ver con eso y Su Palabra condena el proyecto bolsonarista.

El candidato Bolsonaro tiene a su lado líderes odiados por la mayoría de los evangélicos: Edir Macedo, Estevam Hernandes, Silas Malafaia –todos metidos en escándalos de extorsión de fieles, evasión de divisas y lavado de dinero; construyeron imperios para sí mismos a costas del pueblo, pobre ilusionado con la prosperidad mágica; se enriquecieron con el comercio de la fe. Es preciso desautorizarlos y librar de la ilusión a aquellos que se dejan guiar por ideologías mundanas y mitos de la vieja disputa entre “izquierda” y “derecha”. La lucha de este momento es entre Evangelio y anti-Evangelio; entre civilización y barbarie; entre democracia, paz, derechos humanos y fascismo.

Nuestro pueblo creyente está enredado en polémicas de cuño moral. La campaña de Bolsonaro es puro tabú y Fake News. Inventan que Haddad va a transformar el Brasil en Venezuela, distribuir kit gay, cerrar iglesias, sin embargo en 13 años de gobiernos petistas eso no estuvo ni cerca de ocurrir. De hecho fue en ese periodo que el pueblo evangélico creció más, en gran parte por la libertad religiosa irrestricta de esos tiempos. Jesús también enfrentó Fake News en su época: los fariseos decían que aboliría la ley, que planeaba una revuelta popular contra el poder romano y que destruiría el templo. Tenemos que combatir las falsas noticias, no permitir que nos hagan sus rehenes.

Además, tenemos que superar el moralismo y atender a la agenda económica: el pueblo evangélico es mayoritariamente pobre, beneficiario de políticas sociales; serán los sectores más afectados por un eventual gobierno fascista. La lista de Bolsonaro se opone al aguinaldo, a las vacaciones pagas, a la licencia por maternidad y estuvo con Temer en la aprobación de la reforma laboral y la PEC (enmienda constitucional) que congeló por veinte años las inversiones públicas en salud y educación. El pueblo evangélico es pobre y trabajador. Nosotros, hermanos que seguimos siendo democráticos, tenemos que denunciar proféticamente: “el trabajador es digno de su salario” (1 Tim. 5:18); decir que Dios abomina la explotación del pobre por las élites patronales (Tg.5:1-16); que el trabajador no debe ser extorsionado por bancos y financieras, sino que debe ser socialmente protegido (Lv.25:35-38). Dios defiende la política social, la Bolsa Familia, el arancelamiento progresivo para los que los ricos paguen más y otras políticas de transferencia de renta, no para sobrecargar a algunos, sino “para que haya igualdad” (2Cor.8:13-15). Dios está del lado del trabajador y su beneplácito está con la vieja CLT¹; con el Prouni²; el Fíes³; el programa Mi Casa, Mi Vida*; la inversión en la agricultura familiar y el impuesto justo.

También tenemos que avisar a nuestros hermanos que Bolsonaro elogia la tortura, la dictadura, propaga la violencia y defiende armar a los civiles. El protestantismo siempre fue defensor de la democracia. La Reforma fue anti-absolutista y en Brasil mismo, muchos hermanos lucharon contra el régimen militar: Jaime Wright, que publicó con Don Paulo Evaristo Arns, el informe “Brasil nunca más”; su hermano Paulo Wright, que fuera asesinado por los represores; el hermano metodista Anivaldo Padilha, torturado entre muchos otros que inclusive constan en los anales del informe de la Comisión de la Verdad. Estuvimos en las Ligas Campesinas; estuvimos con João Goulart, cómo se vio en la conferencia “Cristo y el proceso revolucionario” en 1962; militamos bajo los puentes, en villas, dentro de las cárceles, siempre defendiendo la dignidad humana. El fascismo no combina con nosotros. Siempre estuvimos del lado correcto de la historia. Mientras la mayoría de los pastores y las iglesias calló frente a los horrores de la dictadura sanguinaria, muchos hermanos fieles a la democracia y a la libertad, por amor al Evangelio, fueron al martirio en máquinas de muerte. Jesús fue un torturado; azotado, tuvo una corona de espinas sobre su cabeza y murió crucificado de manera brutal. ¿Cómo pode un elector de Bolsonaro, defensor de la tortura, participar en la eucaristía del cuerpo y la sangre de un torturado? “Quién come y bebe sin discernir el cuerpo del Señor, lo hace para su propia condena” (1 Cor.11:29). Y ¿cómo suscribir la idea de que “bandido bueno es bandido muerto”, cuando Jesús no dudó en impedir que apedrearan a la mujer adúltera (Jo.8:7) y salvó al malhechor crucificado a su lado (Lc.23:39)? Bandido bueno es aquel que es resocializado y transformado. Bolsonaro también defiende, tal vez por lobby de la industria armamentista, la amplia liberación del porte de armas. Los cristianos que lo apoyan deberían leer el texto en que Jesús censura a Pedro que, aún actuando en legítima defensa, estuvo por usar un arma, lo que sólo reproduce la violencia (Mt.26:52). Recordemos que “bienaventurados los pacificadores porque serán llamados hijos de Dios” (Mt. 5:9).

Veamos los frutos. Uno es calmo, tolerante y demócrata. El otro comete actos de homofobia, de racismo y de machismo. ¿Alguien puede imaginar a Jesus llamando “puta” a la mujer samaritana? (Jo.4:4-26). Necesitamos decir claramente que la violencia, el desprecio y la discriminación no son opciones cristianas. Y nosotros, cristianos democráticos, sobre todo los pastores, tenemos que decir claramente que “Dios no hace distinción entre personas” (At.10:34; Tg.2:9).

Bolsonaro es un lobo disfrazado de oveja; es una amenaza a la democracia. En cuanto a pseudo salvadores, el Nuevo Testamento está repleto de exhortos a la vigilancia. Tenemos que exhortar a nuestros hermanos para que no se engañen y tenemos que reclamar posiciones claras de nuestros pastores contra el candidato. No podemos admitir la indiferencia, a omisión cobarde y cómplice de nuestros líderes. Exijámoles. Hay muchos pastores que contrarios al fascista Bolsonaro, pero dudan en declararlo, tal vez temiendo perder aportantes o algo parecido. A esos les digo claramente: ¡sean calientes o fríos, no tibios ni hipócritas! En la Alemania nazi, la Iglesia Confesante, erigida por Bonhoeffer y Karl Barth, fue un lucero en las tinieblas al movilizar a la cristiandad contra el nazismo, mientras la famosa mayoría se embarcaba en el proyecto del Maligno. En medio a la noche oscura que se abate sobre nosotros, seamos valientes y coherentes con el Evangelio, con el espíritu radicalmente democrático de la Reforma Protestante y con el testimonio histórico de los hermanos brasileros que cayeron durante la dictadura. No pactemos con el odio. El enemigo es quien viene a matar, robar y destruir; pero el proyecto de Jesús es dar vida con abundancia a todos y todas (Jo.10:10).

Finalmente, a los cristianos que militan por la paz y por la democracia: no nos dejemos ganar por el miedo. El miedo es un sentimiento reaccionario, conservador, nos paraliza. Por lo contrario, el perfecto amor lanza fuera todo miedo (1Jo.4:18). La Esperanza es un bien demasiado valioso para cambiarlo por sólo una parte de la realidad. Bolsonaro no, en nombre de Jesús.


Vítor Queiroz de Medeiros, 22, coordinador estatal del Frente de Evangélicos por el Estado de Derecho/SP.

1 Legislación laboral
2 Programa Universidad para Todos
3 Fondo de financiamiento estudiantil
* Programa de construcción de viviendas para familias con bajos ingresos

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